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viernes, 5 de octubre de 2018

Crítica: 7 PECADOS


Payasos, pecadores y humanos

Gestus es un espacio de formación escénica para artistas y público en general, donde se usa el humor como una herramienta de transformación en cada una de sus producciones. Esta vez, con motivo de uno de sus talleres montaje “Muéstrate 2018”, nació 7 Pecados, una muestra del trabajo de un grupo de payasos en formación dirigidos por Paloma Reyes de Sá. El hilo conductor de este montaje clown fue jugar con el imaginario de los siete pecados capitales, jugando con el tabú que un tema como este puede representar en la sociedad – conservadora – limeña.

7 pecados fue una composición del trabajo de dieciséis payasos que fueron parte del taller ya mencionado, entre ellos actores y artistas en general. Desde el ingreso a la sala, el programa de mano que se otorga al público se encarga de introducirnos al código clown y a la temática que se aborda: un tríptico con la foto del payaso que cada artista va a representar, acompañada de una breve descripción juguetona personal. Incluso, lejos de querer ser formales, se les llama a los actores “pecadores”. Este fue un detalle definitivamente atinado y  que familiarizaba a los asistentes con la puesta en escena.

Al ser esto un taller montaje, había una necesidad básica que debía cumplirse: cada actor debía mostrar el trabajo realizado en el taller. La mano de la directora Paloma Reyes de Sá se encargó de unir la línea y la historia de cada payaso para convertir el espectáculo en una especie de trenza escénica, de modo que los payasos tenían participación en los momentos donde era claro que uno de ellos tenía el protagonismo. Los payasos fueron divididos entre ángeles y diablos, de modo que en su caracterización tuvieron distintivos que los alineaban con todo un imaginario del cielo y el infierno. Estuvo presente un jugueteo escénico, muy al estilo de Paloma, que establecía que hubiese momentos breves de cruces de payasos en los cambios de escena, o aparición de gags propios de cada uno; incluso se hacía referencia a escenas concluidas para potenciar las que estaban en curso. Esto permitió que el espectáculo fluyera, sin sentir que se trataba de la muestra de dieciséis escenas por ver.

Es enriquecedor ver un montaje en el que se perciba que el proceso creativo ha sido disfrutado por los actores. Definitivamente, fue una muestra donde se entendió que cada actor partió de sus propios miedos, estigmas y defectos para poder, a través de los payasos que trabajaron, quitarles importancia. El humor es una herramienta cuyos beneficios no solo se los lleva el espectador: el actor que pasa por un taller como este, pasa por un proceso de transformación en relación a cómo ven sus defectos y miedos personales. La misma temática es una invitación a pensar en que temas como los pecados son, al fin y al cabo, inventos para la restricción de la esencia humana. Como se menciona en la “Música de los pecados” presente en este montaje: “La soberbia es humana, no de Satanás. Eso han inventado para asustarte, porque alguien libre va a cualquier parte”.

Stefany Olivos
6 de octubre de 2018

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