Simpática antología en clave “plan-nuevina”
La Asociación Cultural Plan 9 presentó una variada gama de
espectáculos sin pierde desde el 2003 en varios teatros, entre los que habría
que mencionar (en una lista absolutamente subjetiva, como siempre lo será la
crítica teatral) al delirante debut sobre las tablas de Rómulo Assereto en Bebé a bordo (2004), la excelente actuación y mejor dirección de Giovanni Ciccia en La nona (2008), la inmejorable e inimitable lección de teatro en aquella brillante
antología llamada Demasiado poco tiempo (2011), el sueño hecho realidad de
David Carrillo en La Tiendita del Horror (2014), la consagración del mismo Carrillo
como el hombre-orquesta de las tablas que es en Lo que nos faltaba (2015) y la notable
versión peruanizada de Chico encuentra chica (2015). Pero también el taller de
formación actoral de Plan 9 viene entregando a la escena local a un destacado
grupo de egresados de sus canteras, que (queriéndolo o no) viene realizándole soterrados
homenajes en sus puestas. Tal es el caso de No pensé que era amor, que viene
presentándose en el Auditorio AFP Integra del MALI, puesta dirigida por Rodrigo
Falla Broussett y coescrita por Manuel Díaz Ibáñez, ambos aplicados alumnos de
Carrillo.
Presentada como una antología acerca del amor y las
relaciones sentimentales, Falla Broussett se arriesga con solo una pareja de
actores haciéndose cargo de siete cuadros de variado calibre en clave de
comedia, interpretando cada uno seis personajes. Dicho riesgo implica una serie
de variables que pueden complicar el montaje (de hecho, algunas lo hacen); sin
embargo, el resultado final es muy positivo, especialmente gracias a una
inspirada dirección de actores y al tratamiento de cada escena: los
contradictorios previos a la luna de miel en “Dueto matrimonial” de Lauren
Wilson (premio de actuación para Falla Broussett por Oficio Crítico 2016); los
desesperados intentos de una pareja para salvar su relación en “Hágame el favor”
de Díaz Ibáñez; los desopilantes aciertos y errores de un intento de ligue
entre dos desconocidos en “No hay problema” de David Ives (además, emblemático
cuadro de Demasiado poco tiempo); encuentros y desencuentros entre dos
disparatados personajes en “Una verdadera mártir” y “Una cuestión de honor” de
José Luis Alonso Dos Santos; una curiosa conversación en la sala de espera del
psiquiatra en “Por favor, tome asiento y pronto alguien lo atenderá” de Garth
Winfield y el tragicómico final de una atípica relación en “Tenemos que hablar”,
también de Díaz Ibáñez.
El riesgo ya mencionado de contar con solo dos actores se ve
reflejado, por ejemplo, en los apurados cambios de escena y vestuario, con el
conocido sonido del reloj de la serie 24 que se prolonga, a veces, demasiado;
no habría sucedido lo mismo con dos parejas de intérpretes o con una reducción
de elementos para diferenciar a los personajes. Además, el diseño artístico también
podría revisarse, para conseguir una mayor estilización en los biombos y puerta.
Algunos textos pecan de inexactitud temporal, como el último, mezclando hechos que
no corresponden al mismo tiempo de acción, como los estrenos de la película Dos
besos (2015) y la serie de Luis Miguel (2018), por citar algunos. El simpático prólogo
metateatral, que se salva gracias al carisma de los actores, debería tener también
un epílogo pertinente. Pero es esta pareja de actores, que asumieron el riesgo
junto con Falla Broussett en la dirección, la mayor fortaleza de la obra: tanto el mismo Díaz
Ibáñez como la debutante Priscilla Espinoza lucen totalmente comprometidos con
el juego escénico y logran una buena química en todos los cuadros. No pensé que
era amor, a cargo de LONG PLAY Colectivo teatral, no solo es un digno homenaje
para las deliciosas comedias a los que nos tenía acostumbrados la Asociación
Plan 9, sino también se consolida como una simpática oportunidad de burlarnos
de todo lo que hemos sido, somos y seremos capaces de hacer siempre por amor.
Sergio Velarde
26 de julio de 2018
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