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martes, 27 de febrero de 2018

Crítica: CINTAS DE SEDA


Excelente adaptación sobre el empoderamiento femenino

El crítico teatral de El Comercio, Eduardo Lores, publicó el 17 de febrero de este año una reseña sobre el último montaje de Escena Contemporánea, titulado Cintas de seda, con texto del premiado dramaturgo y poeta cubano Norge Espinosa y que se presenta actualmente en el Teatro de Lucía. La puesta en escena, dirigida por Alberto Isola (quien se encargó también de otra obra del mismo colectivo, La piedra oscura de Alberto Conejero, estrenada semanas atrás en el mismo espacio), resulta a todas luces muy satisfactoria y acaso signifique un logro aún mayor para el director, gracias a la adaptación realizada al texto original, que el mismo Isola se encarga de explicar en el programa de mano y que lo parafrasea Lores, a su vez, en el inicio de su análisis crítico.

Y es que debido a la gran cantidad de personajes presentes en la obra, al leer Isola por primera vez el texto original hace doce años, el director se desanimó para trabajarla en aquel entonces. Es por eso que ahora, Cintas de seda llega a las tablas con la acción concentrada en solo tres protagonistas y además, con una nueva escena agregada expresamente por el autor Espinosa. El resultado empata pertinentemente con La piedra oscura, no solo por desarrollarse ambas obras en el mismo espacio (aquella destartalada habitación de hospital), sino por enfocarse las dos puestas en sentidos contrapuntos entre fuertes personalidades, con conciencia artística y una gran necesidad de libertad e independencia. Tanto Cintas de seda como La piedra oscura funcionan como un preciso llamado a la tolerancia y a la valentía para enfrentar los actos violentos e injustos de toda la vida. Lores acierta en su crítica de Cintas de seda al mencionar que es necesario conocer a sus personajes para entender a cabalidad la historia: la puesta nos muestra el imposible encuentro entre la célebre pintora Frida Kahlo y la escritora del Siglo de Oro sor Juana Inés de la Cruz; la primera yace postrada en una silla de ruedas, mientras es atendida por la segunda. Si bien comparten la nacionalidad mexicana, ambas mujeres vivieron en siglos diferentes, por lo que el montaje exuda mucho surrealismo, muy bien personificado en aquel insólito y castrante doctor del nosocomio.

A destacar las notables interpretaciones del elenco: la experimentada Magali Bolívar compone a una Frida vehemente, rebelde, apasionada y orgullosa; mientras que la sor Juana Inés de Montserrat Brugué, si bien al inicio se muestra algo dócil, va mostrando un férreo carácter y una ferviente devoción. En el papel del doctor, a cargo del intachable Augusto Mazzarelli, la pieza encuentra al antagonista ideal, que busca reprimir a como dé lugar a estas mujeres ávidas de empoderamiento. Acaso Lores considere que tener la misma escenografía que La piedra oscura le reste el factor sorpresa al presente montaje, pero es necesario remarcar que cada puesta en escena debe ser analizada de manera independiente y por supuesto, este detalle no afecta a aquellos espectadores que solo alcanzaron a ver este último espectáculo; por ello, el apartado de escenografía, luces, vestuario y producción en general lucen impecables. Cintas de seda, que le debe el nombre a una cita del ensayista y teórico del surrealismo André Breton, quien afirmó que la obra de la pintora mexicana “es una cinta de seda alrededor de una bomba”, confirma una vez más, la brillante visión de Isola, como director y adaptador, para convertir sus montajes en estilizados y contundentes espectáculos con personalidad propia.

Sergio Velarde
27 de febrero de 2018

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