Reconocida por el Ministerio de Cultura con el tercer puesto
en el Concurso Nacional “Nueva Dramaturgia Peruana” 2015, la puesta en escena
de El arcoíris en las manos, escrita por Daniel Fernández, viene acumulando una
serie de nominaciones y premios por parte de la crítica especializada, como el
de Mejor montaje en Drama por el jurado de Oficio Crítico 2017. “Me gusta leer
críticas, no solo las de Oficio Crítico, leo a Percy Encinas de El Comercio, a
Omar Amorós del diario Expreso, a Pepe Santana del Advenedizo digital”, nos
comenta Daniel, además excolaborador de Oficio Crítico hasta junio del año
pasado. “Es importante que la crítica sea parte de esta cadena, debe llevar al
debate, es el feedback de una forma más democrática, especialmente los que
tienen acceso por redes”. Como menciona Daniel, si antes lo dicho por el
crítico era santa palabra, ahora se abren nuevos espacios para discutir puntos
de vista. “No es subir o bajar el dedo, es abrir espacios para opinar y
contrastar, eso es lo valioso de la crítica”.
Inspiración y motivación
“Empecé a escribir en el 2015 porque sentí ganas de hacerlo,
pero no sabía si lo que escribía sería teatro, un cuento, o el guión para un corto,
y, de todas formas, nunca había hecho ninguno de ellos”, recuerda Daniel acerca
de sus inicios como dramaturgo. “Al
final, pensé que el teatro era lo mejor para lo que estaba escribiendo, así que
comencé sin conocimiento previo ni técnica. Solo tenía un par de libros que me
sirvieron para guiarme: Romeo y Julieta de William Shakespeare y Réquiem para
siete plagas de Gregor Díaz”. Así fue creada una obra que todavía está inédita,
y para Daniel, inacabada. “La terminé en abril del 2015 y posteriormente la trabajé en el Vivero de
Dramaturgia, en el verano del 2016, pero siento aún que no está lista”.
El origen de El arcoíris en las manos, una cruda historia
que retrata las vicisitudes de una muchacha transgénero dentro de nuestra
pacata sociedad, se remonta a junio del 2015. “Yo había conocido el tema de las
mujeres transgénero en un contexto ajeno al teatro y fue tan fuerte que se me
quedó grabado, incluso estuve pensando en cómo hacer una campaña de
concientización con alguna ONG sobre este tema”. Esas ideas tomaron forma
cuando Daniel se decidió a escribir su segunda obra. “Con mi primera obra tuve
como motivación participar en Sala de Parto”, recuerda. “El arcoíris en las
manos, que ni siquiera se llamaba así en aquella época, la escribí cuando me
enteré del concurso del Ministerio de Cultura, ya con la idea previa de las
mujeres transgénero”.
Del texto al escenario
“El arcoíris en las manos siempre fue planteada como una obra que quería
mostrar el sufrimiento de un grupo de personas, por medio de una historia
particular”, nos comenta Daniel. “Fui consciente de los lugares comunes en los que
uno se suele encontrar con personas “trans”: peluquerías o esquinas en las
calles”. Para Daniel ese fue el inicio: ser consciente de que estas opciones
parten desde nuestra zona de confort y no desde la de aquellas personas, y eso
había que mostrarlo. “Sabíamos que no iba a ser una obra fácil, la productora
Imaginario Colectivo sabía que la obra iba a incomodar”, recuerda; sin embargo,
las personas con las que Daniel conversó y conoció por redes mencionaron
haberse conmovido con la puesta. “Pensé que la gente se iba a ir de la sala,
pero no ocurrió eso, porque la obra, más que escandalizar, conmovió, y puso a
pensar a los espectadores sobre su propia existencia”, afirma convencido. Agrega además, que mucha gente, especialmente la mayor, recién se enteró que
había diferencias como los transgénero o los homosexuales. “Hubo gente que se
preguntó cosas para bien y también para mal”.
Durante el proceso de ensayos, varias mujeres transgénero,
pertenecientes a una organización, asistieron para apoyar con las
transformaciones de los personajes de Miguel Dávalos (Marita) y Miguel Álvarez
(Vandrea), como asesoras. “La presidenta de la organización me dijo que todas en
algún momento de sus vidas habían pasado por una historia similar”, menciona
Daniel. “Inclusive vino la actriz Marina Kapoor, de la película Sin vagina, me
marginan, vio una escena y se puso a llorar. Dijo que le había pasado
exactamente lo mismo”.
La responsabilidad del dramaturgo
¿Hasta qué punto un dramaturgo puede dejar ir a su obra a
manos del director? “Dusan (Fung, el director) y yo conversamos antes de los
ensayos, yo escribí la obra al estilo naturalista, pero él no la quería así en
escena”, rememora Daniel. “No sabía cómo lo haría, pero fuera de eso, esta es
mi primera obra y yo estaba listo para ceder para que el director y los actores
trabajaran con libertad”. Daniel llevó talleres en el Vivero con Alonso
Alegría, en donde se le enseñó que cuando un director toma la obra, el dramaturgo
tiene que dejarla. “Pero tampoco es que se haga lo que le dé la gana, yo
siempre confié en lo que Dusan iba a hacer, siempre tuve confianza, y sabía que
lo que iba a plantear, sería lo mejor para la obra”.
Y es que la puesta en escena cambió mucho, cuando Daniel la
vio faltando un mes para el estreno. “Dusan propuso las tres plataformas, lo
que le dio agilidad, y planteaba lugares firmes que servían para todo y además,
todos los personajes estaban ahí, siempre estaban los cinco sentados
interviniendo”. Por ejemplo, en la primera escena, con Marita charlando con el público
y luego con Vandrea, el resto de personajes intervenían. “Le dio más agilidad a
la obra; incluso, con el tema de los monólogos para cada actor, se hizo más
entendible con el público”.
Sobre la férrea defensa que hacen algunos dramaturgos sobre
sus obras, Daniel menciona que es importante que los autores participen
activamente de los montajes. “Por ser la primera vez cedí terreno, pero en el
futuro quiero estar presente desde el inicio del proceso; el dramaturgo no
busca incomodar, está ahí para aportar”, Por ejemplo, Daniel cuenta que si para
Fung un texto estaba bien en el papel pero no quedaba bien en el escenario,
solo el autor podía cambiarlo. “Si hay que ajustar algo me lo dices a mí, le
decía”, asegurando que el director puede plantear lo que sea, pero no tocar el
texto. “En ese sentido, Dusan y yo manejamos bien la situación: recuerdo que en
nuestro preestreno y la primera semana de temporada oficial, la obra tenía otro
final, planteado por el director, pero luego él mismo se dio cuenta de que era
mejor volver al final original”.
El arcoíris en las manos tendrá dos funciones más en el FAE
en marzo en el teatro de la Universidad de Lima. Pero Daniel también estará
involucrado en otros proyectos, como apoyar en la nueva temporada de Tu madre, la Concho de Angelo Condemarín, ahora con la actuación de la primera actriz
Haydeé Cáceres. “Por mi parte, he creado una productora asociada al Vivero de Dramaturgia
junto a Adriana Del Águila y Sol Moscoso; los tres hemos creado Vive Producciones
y nos encargaremos de la producción de las muestras del Vivero y de dos obras
que vamos a lanzar este año”. Daniel no estrenará este año una obra como autor,
pero quiere probar suerte en microteatro. Lo que sí es seguro es que está
terminando un musical. “Estoy trabajando con Sebastian Abad, uno de los
compositores de Zapping, 3 musicales en 1, en un musical para dos actores y esperamos poderlo
montar pronto”, finaliza.
Sergio Velarde
30 de enero de 2018
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