Conmovedora parábola contra la represión
Sangre como flores (2011) fue un correcto biopic en forma de
homenaje a la agitada vida de un poeta y dramaturgo español de importancia
capital, como lo es Federico García Lorca, antes de morir asesinado por motivos
políticos bajo la represión de Franco en 1936. Escrita por Eduardo Adrianzén y
dirigida por Alberto Isola, el montaje tuvo en su elenco a Franklin Dávalos
como Federico y a Mario Ballón como Rafael Rodríguez Rapún, amigo íntimo del
poeta. Pues bien, no puede resultar una casualidad que siete años después
Escena Contemporánea decida estrenar una suerte de “secuela” (salvando las
distancias), contando nuevamente con Isola como director y con los actores
antes mencionados, pero invirtiendo sus respectivos papeles. Es así que La piedra
oscura, premiado texto del español Alberto Conejero, nos presenta a Rodríguez
Rapún (Dávalos), herido y prisionero en una habitación de un hospital militar
durante la Guerra Civil, mientras aparece la figura del recientemente difunto
Federico (Ballón).
Presentada en el Teatro de Lucía, el montaje acierta en
múltiples niveles: no solo conmueve con la dolorosa confrontación y el futuro
entendimiento entre Rafael y un joven soldado llamado Sebastián (Emanuel
Soriano), encargado de custodiarlo hasta su fusilamiento, sino que también
funciona como una efectiva alegoría contra la violencia, la represión y la injusticia.
Además, afloran de manera muy pertinente otros tópicos como los valores familiares, el arte como herramienta de libertad, la
homosexualidad y su consabida intolerancia. El inexorable final
mantiene en vilo al espectador, pues Rafael esconde un secreto relacionado con
el difunto escritor y solo Sebastián podrá ayudarlo a encontrar su redención. Además, la
presencia física y ocasional de Federico en el escenario (lograda propuesta de
Isola, ya que en el texto Lorca es solo una voz o unas palabras en una carta)
resulta muy oportuna, pues contribuye a matizar la angustia producto de la
situación.
La sobria escenografía, acompañada por un efectivo juego de
luces y sonido, le permite a Isola trasladarnos sin problemas hasta la España en
plena Guerra Civil. Los acentos trabajados por los actores tampoco desentonan;
es más, tanto Dávalos como Soriano están intachables y convincentes. Ballón
también aporta presencia y dignidad a su personaje. Producto de una rigurosa
investigación por parte de Conejero, La piedra oscura (que recibe el nombre de
uno de los documentos perdidos de Lorca) le deja espacio a la poesía en medio
de este dramático diálogo que deja entrever lo absurdo de vivir en medio de un conflicto
armado. Una pieza que, al igual que Sangre como flores, rescata el espíritu
lorquiano de manera necesaria, enfrentando frontalmente a la represión y a la
intolerancia. De visión obligatoria.
Sergio Velarde
23 de enero de 2018
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