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martes, 10 de octubre de 2017

Crítica: LAVAR, PEINAR Y ENTERRAR

Un ABC del humor

La cartelera teatral limeña se ha sazonado con una opción de humor negro desde el 28 de septiembre con el estreno de Lavar, peinar y enterrar, obra del dramaturgo español Juanma Pina bajo la dirección de Javier Valdés. La obra es una comedia particular, llena de contrapuntos y repeticiones colocadas estratégicamente, acompañada de códigos absurdos que le daban ciertos matices a la puesta en escena. El mismo nombre de la obra nos da indicios de una suerte de practicidad en el proceder de algunos personajes, como si escucháramos los “tres pasos hacia el éxito” o información de ese tipo. La obra, podemos decir, recorre el terreno de la practicidad como una actitud para poder llegar a conseguir un objetivo.

Lavar, peinar y enterrar es una comedia que explota mucho el contrapunto que se forma entre los personajes. En este caso, debo rescatar la actuación de Alonso Cano, quien tuvo como personaje a Fer, el contrapunto de toda la obra, un personaje que pudo haber caído en un clásico cliché, pero no fue así. Un riesgo que una comedia corre es el hecho de que los personajes caigan en ellos. Sin embargo, si te encuentras con una obra que está en su mayoría conformada por personajes clichés, es necesario explotar dicha característica. Su función era sorprender con reacciones o comportamientos que uno no imaginaría que podría ocurrir en un secuestro. Seamos sinceros, hay obras que no exigen en los personajes mucha profundidad; sin embargo, no podemos permitir la generalidad en escena: no es interesante ver un personaje típico. Mientras más detalle haya en los personajes, cada acción se volverá más interesante. En el caso de Fer, había una cantidad de características que revelaban un comportamiento compulsivo, una personalidad que funcionaba muy bien en comparación de los otros personajes, en quienes no vi una propuesta de personaje tan explotada.  Me hubiese gustado ver una dueña de peluquería con matices al defender lo que era suyo, unos prospectos de policías con más urgencia por conseguir su objetivo. Esta falta de detalles en algunos personajes hacía que a veces la comedia perdiera fuerza y ritmo en escena. Una comedia, si no mantiene un ritmo, puede convertirse en el mayor de los melodramas existentes. Hubo momentos en los que el montaje perdía presencia, el ritmo y la energía bajaban por falta de detalle; sin embargo, no se volvió un espectáculo denso en ningún momento.

Una pregunta que siempre me hago cuando veo teatro es sobre qué nos puede decir dicha pieza en el tiempo de su representación. Lavar, peinar y enterrar  concluyo que nos invita, de manera trillada, a pensar en una pregunta: ¿hasta dónde podemos llegar por defender lo que es nuestro? La obra propone mezclar hechos oscuros con humor, de modo que podemos aceptar como verosímil que la dueña de la peluquería pudo hacer todo lo que hace por defender sus bienes. Nadie sabe para quién trabaja. Y tú, ¿sabes hasta qué punto eres capaz de “Lavar, peinar y enterrar”?

Stefany Olivos
10 de octubre de 2017

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