Un ABC del humor
La cartelera teatral limeña se ha
sazonado con una opción de humor negro desde el 28 de septiembre con el estreno
de Lavar, peinar y enterrar, obra del
dramaturgo español Juanma Pina bajo la dirección de Javier Valdés. La obra es
una comedia particular, llena de contrapuntos y repeticiones colocadas
estratégicamente, acompañada de códigos absurdos que le daban ciertos matices a
la puesta en escena. El mismo nombre de la obra nos da indicios de una suerte de
practicidad en el proceder de algunos personajes, como si escucháramos los
“tres pasos hacia el éxito” o información de ese tipo. La obra, podemos decir,
recorre el terreno de la practicidad como una actitud para poder llegar a
conseguir un objetivo.
Lavar, peinar y enterrar es una comedia que explota mucho el
contrapunto que se forma entre los personajes. En este caso, debo rescatar la
actuación de Alonso Cano, quien tuvo como personaje a Fer, el contrapunto de
toda la obra, un personaje que pudo haber caído en un clásico cliché, pero no
fue así. Un riesgo que una comedia corre es el hecho de que los personajes
caigan en ellos. Sin embargo, si te encuentras con una obra que está en su
mayoría conformada por personajes clichés, es necesario explotar dicha característica.
Su función era sorprender con reacciones o comportamientos que uno no
imaginaría que podría ocurrir en un secuestro. Seamos sinceros, hay obras que
no exigen en los personajes mucha profundidad; sin embargo, no podemos permitir
la generalidad en escena: no es interesante ver un personaje típico. Mientras
más detalle haya en los personajes, cada acción se volverá más interesante. En
el caso de Fer, había una cantidad de características que revelaban un
comportamiento compulsivo, una personalidad que funcionaba muy bien en
comparación de los otros personajes, en quienes no vi una propuesta de
personaje tan explotada. Me hubiese
gustado ver una dueña de peluquería con matices al defender lo que era suyo,
unos prospectos de policías con más urgencia por conseguir su objetivo. Esta
falta de detalles en algunos personajes hacía que a veces la comedia perdiera
fuerza y ritmo en escena. Una comedia, si no mantiene un ritmo, puede
convertirse en el mayor de los melodramas existentes. Hubo momentos en los que
el montaje perdía presencia, el ritmo y la energía bajaban por falta de
detalle; sin embargo, no se volvió un espectáculo denso en ningún momento.
Una pregunta que siempre me hago
cuando veo teatro es sobre qué nos puede decir dicha pieza en el tiempo de su
representación. Lavar, peinar y enterrar concluyo que nos invita, de manera trillada, a
pensar en una pregunta: ¿hasta dónde podemos llegar por defender lo que es
nuestro? La obra propone mezclar hechos oscuros con humor, de modo que podemos
aceptar como verosímil que la dueña de la peluquería pudo hacer todo lo que
hace por defender sus bienes. Nadie sabe para quién trabaja. Y tú, ¿sabes hasta
qué punto eres capaz de “Lavar, peinar y enterrar”?
Stefany Olivos
10 de octubre de 2017
10 de octubre de 2017
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