¡A Dios rogando y con el mazo dando!
Una entrometida y aprovechada señora, “devota” incansable,
celestina de amores prohibidos, que hará lo imposible para conseguir los
favores de una familia que atraviesa momentos de tensión, todo ello
transcurriendo en la Lima de antaño.
La emblemática obra de Manuel Asencio Segura, Ña Catita, es repuesta en las tablas bajo la propuesta del director Neskhen Madueño. Una visión que refleja a la sociedad actual y a la de aquel momento; evidenciando que el chisme, los prejuicios, los obstáculos, el perdón y el amor siguen siendo los mismos, con la única diferencia en los contextos y sus matices.
Una apertura con música de jarana y jolgorio -detalle clave en el desarrollo de la puesta- invitaba al público a seguir las canciones con las palmas y susurros, las canciones criollas que marcaron una etapa. El buen manejo del lenguaje característico de la Lima que despertaba a la vida republicana fue contundente. El elenco trabajó con esmero el uso del sarcasmo y los dichos populares. Los intervalos a son de guitarra entre escena y escena le otorgaron un plus dinámico a la obra, que trascendía al argumento sencillo de la versión literaria.
La emblemática obra de Manuel Asencio Segura, Ña Catita, es repuesta en las tablas bajo la propuesta del director Neskhen Madueño. Una visión que refleja a la sociedad actual y a la de aquel momento; evidenciando que el chisme, los prejuicios, los obstáculos, el perdón y el amor siguen siendo los mismos, con la única diferencia en los contextos y sus matices.
Una apertura con música de jarana y jolgorio -detalle clave en el desarrollo de la puesta- invitaba al público a seguir las canciones con las palmas y susurros, las canciones criollas que marcaron una etapa. El buen manejo del lenguaje característico de la Lima que despertaba a la vida republicana fue contundente. El elenco trabajó con esmero el uso del sarcasmo y los dichos populares. Los intervalos a son de guitarra entre escena y escena le otorgaron un plus dinámico a la obra, que trascendía al argumento sencillo de la versión literaria.
Actuaciones individuales bien construidas, llamando la
atención la gracia y picardía del personaje de Don Alejo –interpretado por
Alberto Vidarte- o la marcada pose inflexible de Doña Rufina –interpretada por
Angélica Iturbe- y, por supuesto, la audacia e hipocresía de Ña Catita –interpretada por Ella Sánchez-; completando
el elenco Camino Aguirre, Gonzalo Núñez, Karla Lozano, Liz Roggero y Gabriel
Cedrón.
Lo cierto es que esta pieza teatral nos recuerda que, al
menos una vez, hemos tropezado con personas como esta señora, a quien las
ansias de saber todo y crear enredos le jugaron finalmente una mala pasada. Ña
Catita representa la imagen no solo de una persona, sino de una sociedad
rebasada por la curiosidad y el ímpetu de algunos de sus miembros, en utilizar
esa información para armar conflictos y malos entendidos. Una obra familiar y
ligera, con elementos que conjugan los momentos jocosos, con un ejercicio de
autocrítica a nuestro accionar en determinadas
circunstancias de la vida.
Maria Cristina Mory Cárdenas
27 de septiembre de 2017
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