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domingo, 24 de septiembre de 2017

Crítica: LA PIEDRA

La piedra de los cuestionamientos humanos

¿Se imaginan un momento de la historia de la humanidad donde las guerras hayan cesado por completo? Esta es la realidad ficticia que nos presenta La piedra, del dramaturgo Christian Saldívar, bajo la dirección de Fiorella Díaz, con las actuaciones de Rebeca Ráez y Liz Navarro. Esta pieza es el tercer montaje de los cuatro que la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático presentará en el 2017 como parte de su ciclo de temporadas profesionales.

La piedra nos transporta a un escenario desértico y rocoso, donde los personajes Uno y Dos entablan una conversación filosófica sobre sus sentimientos hasta cierto punto frustrados. Nunca se llega a saber si realmente los personajes son humanos, animales o algún tipo de ser mitológico; sin embargo, Uno y Dos son capaces dentro de la obra de transmitirnos aquellos cuestionamientos que el ser humano se ha hecho desde siempre. La obra nos muestra a estos personajes en un contexto antinatural para ellos mismos: mientras que Uno es un ser carroñero y es el único sobreviviente de su especie por la escasez de muertes, Dos es un ser que busca trascender y morir por una causa “heroica” en un mundo donde ya no hay conflictos ni lugar para héroes de guerra.  El montaje nos muestra a dos personajes que están viviendo en un contexto que va en contra de lo que su naturaleza exige. Uno, al ser un ave carroñera, come lo que encuentre muerto a su paso; esto, dentro de un contexto de paz donde la muerte escasea, lo obliga a pasar hambre, razón por la cual toda su especie se ha extinguido. En su naturaleza no está matar para comer, sino esperar a que haya muertes a su alrededor. Por otro lado, Dos es un ser que busca vivir un conflicto en medio de tanta paz, una prueba de que por naturaleza el hombre buscará el drama, buscará de alguna manera que el conflicto sea parte de su vida para sentirse útil, para poder retarse a sí mismo.

El montaje contaba con una estética con colores sepias y plomos, llena de códigos que nos transportaba a los espectadores a un ambiente desértico, donde parece que nada puede cambiar. La escenografía y los vestuarios fueron cruciales para que este montaje se entendiese en 360 grados, una buena decisión. Los personajes eran claramente diferenciados, se notó la posición de cada uno desde el inicio, por lo que la relación entre ambos se entabló naturalmente y en progresión a lo largo de la obra. Esto fue soportado por la interpretación de ambas actrices, cuyo manejo de texto estuvo rico en imágenes, muy bien logrado con una pieza llena de metáforas y demás usos de subtexto. Todos estos elementos estuvieron atinadamente explotados, sin caer en el riesgo de regodearse en un texto lleno de cuestionamientos filosóficos. La obra exigía habilidades físicas que manejaron muy bien. Sin embargo, tuve la ligera sensación de un cierto desborde de energía por parte de ambas actrices en algunos momentos, sobre todo al inicio de la obra. Esto suele pasar en varios inicios de obras teatrales, lo que yo llamaría el “síndrome del inicio teatralizado”, es decir, querer comenzar una obra “teatralizando” el teatro, lo que implica un sobreesfuerzo en el  inicio. En el caso de La piedra, solo se dio en los primeros instantes, pues después lograron calibrar el manejo de energía vocal y corporal. Un elemento que resalta en el montaje es el de una gran roca con la que Uno tiene una relación metafórica: solo come los insectos que encuentra muertos debajo de ella y la llama madre. Esto constituye una especie de cadena metafórica, que le impide tomar acción para conseguir la comida que necesita para sobrevivir: no lo deja tomar decisiones y que, de algún modo, siempre lo está vigilando. 

La piedra es una invitación a no dejar de lado aquellos cuestionamientos que la naturaleza humana no puede obviar: la reflexión sobre la vida, la muerte y la necesidad del conflicto en nuestra existencia. Sin embargo, no tomemos esta obra como una manifestación pesimista de la vida: que sea una invitación a que cada vez más personas tomen acción sobre los males que nos aquejan, una invitación a desligarnos de aquella piedra que nos pueda estar impidiendo tomar una decisión asertiva.

Stefany Olivos
24 de septiembre de 2017

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