Una radiografía del mundo político que nos rodea
Está bien, una exagerada radiografía pero radiografía al
fin. Y es que si tuviera que decir rápidamente una cualidad de esta obra, diría
la facilidad con la que reconocemos lo que ocurre en la obra. La familiaridad con
la que, de pronto, vemos a los personajes y sus propósitos, y que viene de
vivir en una sociedad en la que los políticos parecen haber olvidado que son
elegidos para servir y no para servirse.
Por supuesto que “Tito”, obra escrita y dirigida por
Sebastián Eddowes y Gean Pool Uceda, tiene varias cualidades más, pero voy a
mencionar una que me parece básica: no está pensada para que hayan buenos o
malos, y sería un error tomar partido por alguno de los “bandos” que se nos
muestra, pues si bien es cierto que prácticamente al comenzar las acciones nos
enteramos de que Alberto Guzmán, Tito, es un criminal, luego nos daremos cuenta
de que no siempre todo tiene su contraparte. Para el bien de la obra, los
autores no han buscado héroes que nos ayuden a lidiar con la suciedad de la
historia. No, en “Tito” no hay héroes.
“Tito” es una obra en donde el pesimismo abunda, pero esto
no es gratuito. Proviene del hartazgo. ¿Hay algún político que no se mueva por
su propio bienestar? ¿Aún podemos confiar en las intenciones de la gente que
pugna por llegar al poder?
Justamente es el personaje de la lideresa de izquierda,
Tamara di Paolo, interpretado por Anahí de Cárdenas, la que refleja, en mi
opinión, esta pérdida de la esperanza de los autores respecto a la realidad
política. Di Paolo se va deformando conforme avanza la obra hasta convertirse
en una suerte de caricatura perturbadora. No me refiero a la conducta sexual
del personaje, la cual es expuesta (aunque a mí me resultó innecesaria la coreografía
amorosa sobre la mesa pues parecía tener como propósito recordarnos lo bien
que baila y lo guapa que es la actriz), sino a que vemos que ella también puede
transar, cambiar y hasta olvidar sus compromisos políticos y su humanidad con
tal de satisfacer sus fines, sean estos obtener el poder o una venganza.
Como dije antes, en esta obra no hay héroes, pero sí hay
víctimas, pero son víctimas de sus propios apetitos. Y es que en “Tito” no solo
son cuestionables los medios que se usan para llegar a los objetivos. Los
objetivos también lo son y mucho.
En lo actoral, quiero resaltar el gran trabajo de Carlos
Victoria, experimentado actor que no necesita presentación, interpretando a
Tito, y de Sebastián Rubio como Aarón. Ambos nos conmocionan totalmente con sus
actuaciones.
Para terminar, diré que sin bien “Tito” baja el ritmo,
pasada la mitad de la obra, en ningún momento perdemos el interés pues lo que
el texto nos dice es tan fuerte como real, y por desgracia para nuestro futuro,
demasiado real.
Esperaremos con expectativa la
reposición.
Daniel Fernández
2 de noviembre de 2016
Hola Sergio, soy Gean Pool Uceda, gracias por la buena crítica.
ResponderEliminarSolo una apreciación, no es José Dammert, es Sebastián Rubio. La reposición empieza este viernes 4 de noviembre en el Teatro Racional.