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martes, 1 de noviembre de 2016

Crítica: ALTER EGO

Los títeres como los mejores amigos  

Definitivamente, los festivales de dramaturgia como Sala de Parto están rindiendo sus frutos en escena, a través de los variados e interesantes montajes de sus obras ganadoras, realizados prácticamente en su totalidad con una gran calidad de producción y además, con una apreciable cantidad de público que va familiarizándose cada vez más con historias escritas por peruanos. Así vimos 10,000 horas de Giuseppe Albatrino y Nuestro secreto de Rosabel Rojas; están en cartelera Segunda oportunidad de Anahís Beltrán, con el título de Entre dos puertas y Grietas de Christian Saldívar; por citar algunas del mencionado festival en su edición del 2014. Es el turno ahora de Alter Ego de Carlos Zarpán, estrenada en el Centro Cultural Ricardo Palma con la producción de Sala de Parto, y que sorprendió inicialmente con sus fotos promocionales (como la que adorna esta crítica), en las que los personajes alternaban nada menos que con títeres. Tremendo riesgo que es asumido por todo el equipo responsable con acierto y creatividad, logrando un entrañable y pertinente montaje.

El director Víctor Barco, acostumbrado a dirigir tradicionales clásicos como La casa de los siete balcones (2013), La discreta enamorada (2015) o La tercera palabra (2016), sorprende al llevar a escena la historia de un confundido joven y su títere con mucha inteligencia y humanidad. Narrada de manera lineal con ocasionales saltos al pasado, Alter Ego nos presenta a Javier, un joven con serios problemas de personalidad, ya que convive todos los días con un títere que lleva por nombre Suni. El muñeco ha cobrado tanto protagonismo en la vida de Javier, que pone en verdaderos aprietos a su preocupada madre y al delirante pediatra, así como a su guapa esposa en una increíble escena de alcoba que da inicio a la puesta, presentada con una sorprendente dignidad. Abandonado por su padre cuando era un niño, Javier encuentra en su títere no solo a su mejor amigo, sino a su propia conciencia, que le dicta cómo debe comportarse y las decisiones que debe tomar. Y en el momento preciso, antes de consumarse una tragedia,  aparece Héctor, otro joven que también convive con un títere llamado Gerthy. Notable la asociación del títere con el verdadero “yo”, en estos tiempos de necesarios cambios e inútiles prejuicios.

A destacar las actuaciones del elenco, encabezado por un inspirado Paris Pesantes (a quien vimos este año en José Aurelio rumbo a Francia) y por el joven Gonzalo Candela, quienes interpretan con total entrega a Javier (adulto y niño, respectivamente) y a su títere Suni. Por su parte, los experimentados Haydee Cáceres, Rocío Montesinos y Pedro Olórtegui están impecables en sus personajes de apoyo. Sorprende David Serván con un preciso trabajo como Héctor y el divertido muñeco Gerthy. El manejo de los títeres luce intachable, gracias a la asesoría de Angel Calvo, convirtiendo a Suni y Gerthy en entrañables personajes. Inclinada más hacia la comedia que al drama, el montaje de Alter Ego de Carlos Zarpán mueve sus fichas con habilidad, convirtiéndose en una de las más gratas sorpresas del circuito teatral limeño, que viene ofreciéndonos en estos días Sala de Parto.

Sergio Velarde
1° de octubre de 2016

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