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miércoles, 20 de abril de 2016

Crítica: EL AMOR ES UN BIEN

Chéjov revisitado otra vez    

Siguiendo la estela de la curiosa y bienvenida revalorización del imprescindible Antón Chéjov, que se iniciara con el estreno de Vanya y Sonia y Masha y Spike de Christopher Durang, la novel productora Hermanas Lamancha presenta en la Alianza Francesa la pieza El amor es un bien, a partir de una obra capital como lo es Tío Vania y dirigida por el argentino Francisco Lumerman. Y si bien en la primera obra mencionada se cruzaban diestramente en clave de comedia varios personajes e historias del dramaturgo ruso, Lumerman traslada la acción a una apartada zona rural de Argentina, reduciendo a cinco los personajes principales. Pues los sorprendentes resultados saltan a la vista: El amor es un bien constituye uno de los montajes independientes más sentidos y logrados en lo que va del año.

La trama en sí no ha sufrido demasiadas alteraciones con respecto al material original, llegando a escena de una manera completamente creíble: la joven Sonia (una sorprendente Camila Abufom, a quien vimos en La educación de los cerdos) y su tío Iván (imperturbable y contenido Alfonso Dibós) se dedican a la música, mientras administran sin suerte un hostal. El único huésped, el doctor Pablo (un sólido Sebastián Monteghirfo), se muestra preocupado por las causas ecologistas, mientras ignora el secreto amor que Sonia siente hacia él. La tranquilidad del trío es alterada con la llegada del padre de Sonia (el experimentado Javier Valdez) y su nueva mujer Elena (delicada presencia de Valeria Escandón). El primero anuncia que los días del hospedaje están contados debido a su escasa utilidad; y la segunda se convierte en el objeto de deseo del joven doctor.

El acertado diseño escenográfico (con múltiples puertas que parecen conducir todas al mismo lugar) y luminotécnico, así como la inspirada música en vivo dentro de la obra, permiten el lucimiento de la dirección de actores, que consigue los mejores momentos durante los silencios y las miradas entre los personajes, que expresan mucho más que los sencillos diálogos. Es por ello que podría afirmarse (discretamente) que la entretenida, reflexiva y conmovedora puesta en escena de El amor es un bien constituye un inmejorable debut para su productora y especialmente, para el director Lumerman en nuestro país (en 2010 se estrenó en El Galpón la versión peruana de una de sus obras, Te encontraré ayer). Chéjov nunca pasará de moda y el presente montaje no hace otra cosa que constatarlo y además, guardándole el debido respeto. De visión obligatoria.

Sergio Velarde
20 de abril de 2016

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