“Considero que el naturalismo nos ha hecho un poco de
daño.”
Ganador del premio otorgado el año pasado por El Oficio Crítico, al
mejor actor de reparto en una comedia por ¡Baila con la muerte! Tragicomedia de arquetipos, Emilio Montero nos comenta sobre su personaje de mayordomo en dicha
puesta. “Trato siempre de engrandecer a mis personajes, darles un vuelco
distinto; el personaje de mayordomo era pequeño, decía pocas cosas, por eso le
dije a Jorge (Sarmiento, el director) que podríamos volverlo más interesante”.
Siempre en el Teatro ENSAD, Emilio logró también una buena actuación al lado de
Pilar Núñez en Camila canta a la vida, escrita por Ernesto Ráez y estrenada
el mismo año.
“Desde niño recuerdo que siempre quise ser actor, y mi familia lo
asumió siempre así”, recuerda Emilio. Él estudió en el colegio San Agustín y en
los veranos llevó talleres en el Museo de Arte y especialmente, en la ENSAD. “Estudié
con profesores como Chela Espinoza, Alfredo Ormeño y Arturo Villacorta, siendo
todavía un niño”. A los 12 años viaja a Venezuela a seguir sus estudios de
actuación y ser parte del elenco en la Compañía Nacional de Teatro. Allá cambió
su perspectiva por ser extranjero, por ello decidió estudiar diseño gráfico, pero
siempre dedicándose siempre a las artes escénicas. “La primera obra profesional
que hice (porque me pagaron), fue La magnolia inválida de Román Chalbaud,
estando aún en Venezuela”, menciona.
De regreso a casa
Si bien Emilio regresa oficialmente al Perú en el 2005, se dedicó a actuar
y dirigir teatro años antes: hizo su particular visión de Bernarda Alba (2003)
con Mariella Trejos; y entre sus trabajos más destacados como actor, figura la
obra Tiernísimo animal (2003) de Juan Carlos Méndez, con la dirección de Diego
La Hoz. “Fue un proceso interesante, le bombardeé de todo al director durante
los ensayos: fotos, imágenes, música, colores, sabores; empecé a explorar con
música. Recuerdo que ensayábamos en casa de Diego y que me basé en la
escritura: mi asociación con el personaje fueron las letras. Comencé a escribir
en todas partes, como lo terminé haciendo en la puesta en escena. Tomé la
escritura como recurso, siempre como actor me prendo de algo.” Sobre su
director, Diego La Hoz, Emilio opina que es una persona con una línea de trabajo
definida, contestatario y que lamenta no verlo tan seguido.
En Lo que no saben de ellas, actualmente en cartelera en el Teatro
Canout, Emilio construye a su personaje como un homenaje a su padre,
recientemente fallecido. “No sabía cómo homenajearlo, pero su corporalidad me
servía para este personaje, ciertos tics. Hay una construcción de personaje,
siempre tengo que encontrar algo que me atrape”. Con Eureka Teatro hizo una
obra llamada Amores quebrados (2002). “Fue una locura, un interesantísimo
montaje. Ellos querían participar en el Festival del ICPNA, no salió elegido el
proyecto, pero decidieron hacerlo igual. Fue una co-producción con mi grupo
Danao y colaboré con la parte estética: todo el montaje tenía los colores rojo,
negro y blanco. Fue un texto muy audaz.” A casi 10 años de su estreno, Emilio
se plantea la posibilidad de reponerla, pero con mucha más audacia.
Por otra parte, en Las alegres comadres de Windsor (2005), hizo dos
personajes: Pistol y Fenton. “Le decía al maestro Ernesto Ráez (el director),
que para Pistol quería inspirarme en el Cookie Monster, el Monstruo de las
galletas, de Plaza Sésamo. Él me dijo muy serio: “Hijo, si es lo que el corazón
te manda, hazlo”. Fue así que comencé a explorar y luego salió Fenton,
completamente galán, muy afectado, con su sombrilla, por completo su
antítesis.” Y para ¡Baila con la muerte! Tragicomedia de arquetipos, Emilio
partió de la foto de una estatua, que tenía las palmas juntas; él le fue añadiendo un pañuelito y terminó por ser ésa su imagen corporal.
Mariella Trejos y el teatro
Una de las actrices con las que Emilio ha trabajado más veces es con
Mariella Trejos, a quien vio en El Hombre de la Mancha (1979) cuando apenas era
un niño. “La amo profundamente, me critiquen o no, la amo con locura, ella me
aguanta, yo la aguanto. Le tengo un respeto profundo a ella y a todos los
actores de cierta generación, pues han sido el cimiento de tantas cosas que
vemos ahora”. Emilio afirma sentir pena por ciertos grupos que no saber valorar
a estos actores, pues prefieren que actores jóvenes hagan de mayores, habiendo
actores de esa edad. “Dicen algunos que tienen un estilo de actuación antiguo. Pero,
¿qué es un estilo de actuación antiguo? Con el respeto de todos, cuando veo
teatro en la actualidad en algunos espectáculos, no siento nada. Lo veo todo
plano, eso del naturalismo nos ha hecho un poco de daño. No siento esa magia
que sentía de niño, esa parafernalia, un personaje bien vestido, bien
maquillado. Veo cosas hermosas e impecables, pero muy asépticas, no se
ensucian. Yo necesito ensuciarme en el teatro, que me sacuda, que me mueva,
necesito grandilocuencia”, afirma.
Para Emilio, un buen actor de teatro debe tener “hambre de mundo, debe
querer tocarlo y absorberlo todo, debe ser un gran observador de la vida, debe
ser sensible; y también se debe evitar el egocentrismo, eso hace mucho daño en
este trabajo, porque no te permite ver el entorno. Reconozco que yo también lo
sufrí y ahora pienso que pude haber hecho más cosas, si no me hubiese
obnubilado. Con tanta competencia que tiene el teatro, ¿qué otra cosa podemos
ofrecer que no seamos nosotros mismos?” Y un buen director, debe “tener también
hambre de ver y de sentir todo; también tener claro el mensaje; y para mí (es
mi regla), en mi elenco no estarán quizás los mejores actores, pero sí las
mejores personas; yo debo tener un equipo buena onda, tanto técnico como
actoral”. Sobre el talento que tienen los actores, Emilio considera que “el
talento nace, te ayuda la técnica, la formación; pero la constancia y empeño en
buscar el norte en un personaje te hace salir a flote”.
El diseño de arte y futuros proyectos
Para Emilio, el diseño de vestuario es importantísimo para una puesta
en escena. “Es un tema interesante para mí, porque hago vestuario y también soy
diseñador de arte. Agradezco que de un tiempo a esta parte se le esté dando la
importancia debida”. Él considera que el concepto de director de arte no
termina de encajar aún, pero el diseñador de vestuario, sí. “Hasta hace poco,
por tener poco presupuesto, cada actor traía la ropa que podía conseguir. Pero
es simplemente tener sentido común, tener una línea clara de lo quieres hacer.
Un diseñador de vestuario puede levantar una obra amateur, pues le da el sello
de calidad; puede ser algo minimalista, pero si está bien puesto, está bien.
Por ejemplo, lo primero que ves en un personaje al entrar al escenario es cómo
está vestido, sacas por semiótica su imagen, sin que hable; eso te dice la gran
importancia que tiene el vestuario, es una parte no fundamental, pero sí muy
importante.”
Entre los proyectos que tiene Emilio para este año, figura un
unipersonal dirigido por Alberto Loli; y
también se alista para dirigir a Mariella Trejos en Lorca en el corazón, un espectáculo
con poemas teatralizados acompañados de danza y música flamenca en vivo, celebrando
así las Bodas de Oro de la primera actriz. “También estaré dirigiendo tres
óperas este año, para el Coro Nacional de Niños y para la Asociación
Lírica Romanza en el Teatro
Nacional; esa es una de las razones por las que me he mantenido un poco alejado
del mundo teatral”. Felicitaciones para Emilio por sus próximo proyectos y
esperamos por supuesto, verlo más seguido sobre el escenario.
Sergio Velarde
20 de abril de 2014
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