Desgarradora y notable puesta en escena
Considerado como uno de los mejores textos teatrales de este siglo,
Incendios (2003) del nativo libanés con nacionalidad canadiense Wajdi Mouawad, forma
parte una tetralogía (llamada La sangre de las promesas) en la que se incluyen
también Litoral, Bosques y Cielos, escritos entre 1997 y 2009. Enmarcada dentro
de la sangrienta guerra civil libanesa, la historia de Incendios se centra en
los hermanos Janine (Jimena Lindo) y Simón (Rómulo Assereto); luego de leer el
testamento de su madre Nawal (Norma Martínez), el escribano Lebel (Alberto
Isola) entrega a ellos dos cartas que contienen su última voluntad: Janine debe
buscar a su padre para entregar la carta y Simón debe hacer lo mismo con otro
hermano. Ambos reciben una gran sorpresa, pues creían a su padre muerto y
desconocían la existencia del tercer hermano. Es así que se inicia un viaje
hacia los convulsionados orígenes de su madre, en una puesta en escena en el
Teatro La Plaza Isil de visión imprescindible.
La puesta en escena dirigida por Juan Carlos Fisher atrapa desde el inicio; y acaso lo más resaltante del montaje sea que la notable
producción con la que cuenta el teatro, haya sido puesta al servicio de la
historia, como debe y tiene que ser. La funcional escenografía y el vestuario,
así como las precisas iluminación y sonido, ayudan a delimitar los espacios y
los tiempos, compartiendo así en el mismo escenario las historias de Nawal y de
sus hijos, en forma paralela. Los brillantes textos de Mouawad, que no rehúyen los
pasajes crueles y sangrientos ocurridos durante la guerra, le imprimen suspenso
y realismo a la obra; así como también un delicado equilibrio con el humor, que
aporta el personaje de Lebel. Resulta sorprendente encontrar gran belleza
en una obra de contenido tan dramático y cruel. Las miserias del ser humano en
épocas bélicas son retratadas en toda su verdadera dimensión.
El elenco en pleno, de comprobado talento tanto fuera como dentro de La
Plaza, aprovecha cada línea para encontrar la emoción precisa. Una sólida Norma
Martínez encarna a la luchadora Nawal en la madurez; y la talentosa Jely
Reátegui, en la adolescencia, logrando momentos muy emotivos. Un inspirado
Alberto Isola refresca el montaje con oportunas pinceladas de humor. Una
mención especial para Miguel Iza, quien compone un inquietante retrato de
maldad. El sorprendente final redondea un brillante montaje de obligatorio
visionado, demostrando hasta dónde puede llegar el amor de una madre. El texto fue
adaptado al cine por Denis Villenueve y la cinta, nominada al Oscar como mejor
película extranjera en el año 2011. Nunca tuvo una nariz de payaso, un
significado tan desgarrador. Incendios de Wajdi Mouawad es un verdadero acontecimiento
teatral que nadie debe perderse.
Sergio Velarde
13 de abril de 2014
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