La imprescindible ambigüedad en el arte.
Luego de asistir a la función de Desierto, estrenada en El Galpón
Espacio de Pueblo Libre, no tenía muy en claro cómo enfrentar el hecho de escribir
una reseña para dicha puesta en escena. Creo haber encontrado la luz al final
del túnel dentro de la galería Fórum de Miraflores, en donde viene
presentándose la exposición fotográfica de Lorena Noblecilla titulada De lo
ambiguo. Y es que al observar las fotos que allí se encuentran, muchas de ellas
borrosas y desenfocadas, llenas de objetos, paisajes y reflejos ad líbitum,
comprendí que el arte está irremediablemente ligado a la ambigüedad; es decir,
cada uno de nosotros puede apreciar ya sea una pintura, una película o una obra teatral,
de manera completamente distinta a la otra persona, de diferente sensibilidad, y que está viendo exactamente lo mismo.
Hurgando en la galería, encuentro unas palabras escritas por Ana M.
Rodrigo Prado, dedicadas a la exposición fotográfica. En ellas, se intenta una definición coherente de la ambigüedad presente en el arte. Entendiéndose la
ambigüedad como aquella posibilidad de que algo pueda entenderse de varios
modos o de que admita distintas interpretaciones, y que puede ser perturbadora
y atractiva a la vez. El concepto nace del hecho que el significante no tiene
un significado único y fijo. La autora plantea que esta polisemia del signo no
solo es un recurso para que el artista creador envíe el mensaje al receptor,
sino que además es un rasgo característico de la realidad. Y por supuesto,
presente en todas las obras artísticas. Ergo, también en Desierto.
Pues bien, catalogado como “Teatro poético sobre la mente de un hombre”,
se nos informa que Desierto nació de un poemario, en donde los personajes no soportaron
más y terminaron saliendo de las hojas, para instalarse en los cuerpos de los
cuatro actores para contar la historia. El protagonista, llamado simplemente “Hombre”,
se enfrentará a una variada gama de seres / personas / cosas / ideas, que
finalmente serán su propio reflejo. Y además, los perdedores de esta batalla
terminarán irremediablemente en el Desierto. No cabe duda que el autor Juan
Pablo Bustamante (que además actúa), los directores Fiorella Franco y Gustavo
Seclén, y los actores Telmo Arévalo, Abel Enríquez y Laura Mata, son artistas valiosos
de gran creatividad. Y también estoy seguro que muchos de los espectadores
lograron entender todas las secuencias de imágenes, sonidos, textos y
movimiento, que nos quería comunicar esta puesta en escena a cargo de LIAE (La
integración de las artes escénicas).
Sergio Velarde
08 de abril de 2014
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