Mujeres lejos del Edén
“Paraíso” de Walter Ventosilla es una de las tres piezas comprendidas en el libro “Obras de teatro sobre mujer”, publicado en 1986 por el Movimiento Manuela Ramos. Así como Camino de Rosas de José Enrique Mavila o cualquier otro texto con contenido feminista, el peligro que implica llevar a escena una obra de esta naturaleza radica en convertirlo en un folletín torpe y manipulador, redundante en un mensaje visto hasta la saciedad. Todos sabemos a estas alturas la dura crisis que enfrentan las mujeres actualmente, y por supuesto, de los notables avances que poco a poco van consiguiendo, dejando en el olvido aquel errado término del “sexo débil”. Por ello, se hace indispensable que los responsables del proyecto sean lo suficientemente creativos para no caer en el facilismo de contarnos la misma historia de siempre, sin ninguna propuesta novedosa que explore la problemática femenina, sin convertir a sus personajes en falsas heroínas, mártires y víctimas.
En “Paraíso”, tres mujeres deben pasar la noche en vela en medio de un arenal para defender un pedazo de suelo y así poder comenzar una nueva vida. Cada una, con su respectiva personalidad y pasado, irá retratando a una sociedad opresora e indiferente hacia problemas tan básicos como la falta de educación, la discriminación y la violencia. La dirección del actor Gustavo Cerrón se limita a colocar a las tres actrices en un espacio predeterminado, con escasos y forzados desplazamientos, y rodearlas de unas cuantas esteras en el escenario del Centro Cultural Ricardo Palma (simulando una invasión en el arenal), luces estáticas a la largo del 95% de la puesta en escena y una tenue cortina musical cada vez que alguna revela su pasado. Ser minimalista no puede ser de ninguna manera una justificación para que el director se limite a seguir las acotaciones del texto. Los cuerpos de las actrices, el espacio, el sonido, las luces y cada elemento en escena deben ser utilizados para darle profundidad y vida al montaje. “Paraíso” carece de vuelo creativo, a pesar de tener contados aciertos, como el trabajo interpretativo.
A destacar la actuación de Jacqueline Chuquillanqui, una actriz que no pasa desapercibida en los montajes que participa actualmente, así sea en roles secundarios, como en el caso de "Tereza" de Martín Abrisqueta. Bien también Kukuli Morante, quien logra sostener sus escenas dramáticas, a pesar de la débil réplica que le ofrece Mayra Couto. “Paraíso” de Walter Ventosilla vale como testimonio de la mujer peruana en nuestros días, pero como espectáculo teatral no ofrece nada particularmente atractivo ni novedoso.
Sergio Velarde
17 de abril de 2010
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