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martes, 4 de noviembre de 2025

Crítica: EDGARD: RETRATOS DE UN ACTOR


Homenaje a Edgard Guillén

En el centro del espacio, una gran silla espera en silencio. Desde una esquina, el actor Jaime Lema irrumpe con paso firme y presencia contenida: su sola aparición llena la escena. Así inicia este homenaje sensible y profundo a Edgard Guillén, figura esencial del teatro peruano, cuya vida y arte se reconstruyen ante nosotros a través del cuerpo, la voz y la memoria.

Lema nos conduce por las etapas vitales y artísticas de Edgard: su deseo inicial de ser actor, su encuentro con Juan Gonzalo Rose, el poeta y dramaturgo que marcaría su camino, y su tránsito por personajes emblemáticos, como una mujer, Ricardo III, entre otros, que Lema encarna con una versatilidad desbordante. Cada gesto, cada movimiento, tiene la sinceridad de quien no imita, sino revive.

La música acompaña con precisión poética: cada canción se convierte en un eco del alma de Edgard, en un fragmento de su historia. La silla, más que un objeto, se transforma en compañera, símbolo y vehículo: Lema la mueve, la carga, la habita, la convierte en escenario. Lo mismo ocurre con una manta que, en sus manos, deja de ser simple tela para volverse piel de múltiples personajes.

El cuerpo del actor moldea el tiempo y la memoria, representando la juventud, la pasión y la lucha de Edgard Guillén, el hombre que hizo del teatro su casa y que, incluso en sus silencios, siguió habitando el escenario.

Tras este recorrido íntimo y emotivo, Julio Granados entra en escena para continuar el relato. Lo hace desde la anécdota y el canto, sumando su voz a la del compañero. Juntos construyen una fusión de presencias, un solo ser: Edgard.

La obra culmina con ambos actores abrazados, fundidos en un mismo espíritu. Las luces se apagan lentamente, dejando en el aire la certeza de que el arte, como la memoria, nunca muere, solo se transforma.

Edu Gutiérrez

4 de noviembre de 2025

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