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lunes, 13 de octubre de 2025

Crítica: HAY QUE LLENAR LA NOCHE


Medias verdades o sueños posibles

El grupo EspacioLibre regresa de la mejor forma. Con el firme compromiso de seguir explorando la dramaturgia peruana, le tocó el turno al clásico en ciernes Hay que llenar la noche (1993) de César Bravo, pieza noventera escrita en una convulsionada época, que juega con las apariencias, la inseguridad y especialmente, la soledad. Vuelven a reunirse el excelente director Diego La Hoz y sus virtuosos actores Eliana Fry García-Pacheco y Karlos López Rentería, junto a la joven Sadith Arévalo (de su taller montaje, Café Inútil Orquesta) y a David Almandoz, quien regresa luego de haber protagonizado el estreno de Demonios en la piel en 2007. Los auspiciosos resultados conseguidos con la obra de Bravo confirman el buen momento que atraviesa el colectivo.

Muy pocos directores, como lo es La Hoz, pueden equilibrar con tanto brillo la forma que el texto reclama, con el fondo que propone el autor. Bravo nos cuenta la historia de un hombre que sueña y La Hoz nos lo presenta como un sueño dentro de otro. El Club de Teatro de Lima se transforma en un espacio estéticamente onírico, con luz tenue y melancólicos compases de fondo, en donde Coco (López Rentería), un hombre común y corriente, se encuentra (o no) con una ilusión del pasado, representada por Arévalo. Este suceso fortuito acarreará una crisis con su enamorada (Fry García-Pacheco) y además, revelará las intenciones de su mejor amigo (Almandoz). Una lograda atmósfera que sirve de fondo para este triángulo amoroso de cuatro esquinas, en el que nada es lo parece.

La Hoz no solo crea mundos tan particulares en cada una de sus propuestas escénicas, sino que además extrae lo mejor de sus intérpretes: Arévalo se convierte en una presencia intermitente y por ratos, inquietante, deambulando por todos los espacios; mientras que Almandoz maneja con convicción su doble moral. Como siempre, son Fry García-Pacheco y López Rentería quienes consiguen los momentos más contundentes y conmovedores, especialmente este último, quien asume con acierto el rol protagónico. Hay que llenar la noche, montaje ambiguo e impecablemente ejecutado de EspacioLibre, es, sin duda, el notable reencuentro con uno de los colectivos de teatro independiente más interesantes de nuestro medio. 

Sergio Velarde

13 de octubre de 2025

sábado, 11 de octubre de 2025

Crítica: MICRO CIUDAD I


Nuevo espacio, propuestas adecuadas

La movida teatral limeña no se detiene, aun viviendo en un clima tan políticamente inestable como el nuestro. Y ante la escasez de teatros, muchos colectivos se lanzan en la ardua tarea de conseguir nuevos espacios para presentar sus propuestas. Uno de estos últimos es Casa Kona, enorme vivienda ubicada en Miraflores, en donde se vienen presentando (provisionalmente) propuestas teatrales en formato breve. Si bien es cierto la adecuación del espacio en sí (una amplia sala que conecta con una escalera caracol al fondo) merecería una revisión para presentar puestas en escena que aprovechen las características propias del lugar, el repertorio escogido por Ciudad Gris Producciones no desmerece la visita, con la dramaturgia y dirección general de Romina Viñas.

En ¿Quién es el padre?, dirigida por Víctor Barco, dos amigas (Fabiola Vargas y la misma Viñas) descubren que una de ellas, la más joven y alocada, se encuentra en estado; sin embargo, la identidad del padre las pondrá en aprietos. Y en Viudas Negras, con la dirección de Johan Escalante, dos mujeres (Carola Mazzei y Rocío Montesinos) se encuentran en un velorio y descubren sorprendentes revelaciones respecto al difunto. Bien dirigidas, las historias funcionan con solvencia dentro de su sencillez, aprovechando el carisma de las actrices.

En ¡Sexo a Ciegas!, dirigida por Viñas, somos testigos de un curioso encuentro romántico (literalmente) a ciegas, cuando un apuesto joven (Francisco Zamora) recibe en su casa a una despampanante mujer (Adriana Benito), ciega pero muy superada. Y en Call Center, con la dirección de Diego La Hoz, las singulares operadoras (Mazzei y Michelle Tolentino) tienen que atender, por separado, las llamadas de dos mujeres en “problemas” (Montesinos y Viñas); ambas operadoras, ya curtidas en estas lides, sabrán resolver los casos muy a su manera. Bien resueltas las dos historias, aportando cada una su cuota de entretenimiento. Ya en el futuro, este nuevo espacio de Casa Kona podría ser aprovechado para otro formato de espectáculos que puedan aprovechar todo su potencial.

Sergio Velarde

11 de octubre de 2025

lunes, 6 de octubre de 2025

Crítica: TERAPIA AMOROSA


Conflictos de pareja… y del terapeuta

¿Qué se gana realmente cuando se acude a una terapia de pareja? Pues no solo mejoría en la comunicación y la modificación de patrones de comportamiento negativos, sino también la resolución de conflictos y la (re)construcción de la relación afectiva mutua. ¿Pero qué sucedería si nada de esto funcionara? Pues esto es, a grandes rasgos, lo que nos propone la más reciente apuesta de Piso 1 Producciones, la muy lograda comedia del austriaco Daniel Glattauer, en versión de Daniel Veronese, titulada Terapia amorosa, estrenada en el Teatro Barranco y con la dirección de Haysen Percovich. 

Un matrimonio en notoria crisis, conformado por Juana (Maria del Carmen Sirvas) y Valentín (Manuel Baca Solsol), asiste a la mencionada terapia, no muy convencidos ambos; mientras el terapeuta en cuestión (Iván Chávez) pareciera enfrentar su propia crisis personal. Narrada en tiempo real, y sin cortes, vamos conociendo en paralelo las rutinas, miserias y secretos de los esposos, junto con la creciente tensión del terapeuta, quien no deja de leer los mensajes de su celular en plena sesión. Sostenida básicamente por el impecable trabajo de los actores, la puesta en escena destaca por su fluidez y su corrosivo humor, especialmente cuando la pareja participa (sin éxito) de las dinámicas propuestas por el especialista.

La dirección sabe aprovechar el talento para la comedia del trío de intérpretes: Chávez convence como el experimentado terapeuta en problemas, mientras que Baca Solsol construye un cínico y engreído marido. Mención especial para Sirvas, una de las actrices más versátiles del medio, que compone a una esposa tan dominante como insoportable. Sin revelar el final, esta Terapia amorosa le propone a la pareja dos caminos a seguir: resolver los conflictos y permanecer juntos, o separarse para ser ambos más felices; aunque el terapeuta maneje sus propios métodos. Se trata de un espectáculo muy logrado que entretiene y busca la reflexión acerca de los problemas de pareja, un filón inagotable para la creación dramática.

Sergio Velarde

6 de octubre de 2025

Crítica: UN HURACÁN NOS HABÍA AZOTADO


Un huracán que no llega a ser huracán

Una madre escribe sobre su difícil relación con su hija y ambas aparecen en escena. La obra revela las típicas contradicciones en estos vínculos familiares, que se hacen más tensas cuando la madre y el padre se separan y la hija llega a la adolescencia, y luego cuando la madre tiene otras parejas. Hay reproches, pero también ternura; temores, pero también consuelo; ataques, pero también reconciliación. El solo hecho de contar la historia a otros (nosotros) ya es un desafío mutuo, pues cada cual tiene su versión y estas se confrontan y de eso trata la obra. Siendo una puesta en escena testimonial, es posible que muchas madres e hijas presentes se identifiquen y eso facilita su conexión con los personajes. 

El problema con esta obra es que no sucede nada especial que supere las expectativas: el título anuncia un momento crítico o conflicto que, presumimos, va a elevar la tensión dramática en algún momento, pero ese momento nunca llega. La curiosidad generada por el “huracán” se ve defraudada. Hay que tener cuidado con el título. Si el propósito de la obra es conmover al espectador con el drama de los personajes, el contenido no nos lleva a esa emoción. Ni el ingenio y los esfuerzos de su directora (Lita Baluarte) por darle mucha movilidad a los personajes y utilizar elementos escenográficos para generar cambios visuales salvan la monotonía de un discurso doméstico común. El contenido se pierde en la anécdota y deja cabos sueltos: se menciona a un hermanito que no aparece más, como si la autora hubiera sentido la obligación de no ignorar a su hijo en la vida real, aunque no tenga ningún efecto en la narrativa de su conflicto con la hija. En el final, la incertidumbre por el aparente embarazo no deseado de ambas es desaprovechado dramáticamente y se desvanece sin explicar completamente cómo se resolvió.

Acrecienta la pesadez el tono de la hija, interpretado por una actriz en formación con débil uso de matices. La madre aprovecha mejor los guiños humorísticos del texto y hasta puede tirarse al piso para describir las exageraciones de su personaje sin que la acción sea exagerada.

Al ingresar a la sala vemos a las actrices en el escenario. Saludan a sus conocidos. Recordamos el uso de este recurso en puestas recientes dirigidas por Jean Pierre Gamarra, pero en aquellas hay una justificación porque nos introducen al drama. En el "Huracán" solo están allí, conversan, salen, vuelven y empieza la obra. Luego, intentan interactuar con el público, pero se limitan a buscar la mirada afirmativa en algunas expresiones. En verdad, las dimensiones del escenario, con la platea en herradura, constituyen un reto. La sala Quilla se presta perfectamente para espectáculos que capturen la atención del público por la conjunción de conflicto temático, buena narrativa y capacidad actoral. Talvez el “huracán” resultaría mejor en un teatro más íntimo, para contar secretos de familia que no se pueden gritar a los cuatro vientos.

David Cárdenas (Pepedavid)

6 de octubre de 2025

Crítica: COMEDIA AL CUADRADO


Entre pelotazos y puntuaciones

Comedia al cuadrado es un proyecto de dos microobras: Pelotazo y Al pie de la letra, ambas escritas por Luisito Fernández y dirigidas por Tommy Párraga, en las que actúan Samir Sayac y Jeff Bello, en la primera; mientras que, en la segunda, Walter Escobar, Nicolas Bullón y Jesús Romero.

Pelotazo, una comedia breve que parte de un simple golpe de pelota en el parque para detonar una historia de encuentro entre dos jóvenes opuestos: uno lector e introspectivo, el otro un “FIFA” apasionado por el fútbol. Lo que empieza como un malentendido se transforma en un retrato sensible sobre la curiosidad, el afecto y la ruptura de prejuicios. 

La química entre los actores sostiene la obra con naturalidad y humor, logrando que lo cotidiano adquiera una ternura inesperada. Con pocos elementos (una pelota, un banco y un libro), la puesta construye un universo íntimo donde el humor y la vulnerabilidad masculina conviven con honestidad.

La dirección apuesta por un tono sencillo y cercano, dejando que los silencios y las miradas hablen tanto como las palabras. Algunos pasajes podrían condensarse para mantener el ritmo, y el cierre ganaría fuerza con un remate más simbólico, pero el resultado final emociona. Pelotazo es una pieza cálida y sincera que demuestra que lo pequeño también puede tocar fibras profundas: un juego entre risas, torpeza y amor que termina revelando la belleza de atreverse a sentir.

Al pie de la letra, una comedia metateatral que se mete de lleno en uno de los dilemas más sabrosos del oficio: ¿cuánto puede cambiar lo escrito cuando llega al escenario? Lo que arranca como un ensayo cualquiera pronto se convierte en un campo minado de instrucciones, tonos y puntuaciones, cuando una presencia sobrenatural irrumpe y desordena todo. Literalmente. Cada indicación se vuelve trinchera: “más dramático”, “menos dramático”, “di la coma”, “no digas la coma”. Y así, el ensayo se transforma en una guerra de interpretaciones.

El ritmo es clave, y aquí los intérpretes lo sostienen con precisión: órdenes y contraórdenes se encadenan como un contrapunto musical, donde los gags no solo hacen reír, sino que revelan manías reconocibles del mundo teatral. La risa no viene del chiste fácil, sino del espejo que la obra pone frente a quienes viven entre guiones, ensayos y cabinas.

Uno de los aciertos es que el conflicto no se queda en lo técnico. La obra plantea una pregunta que cualquiera puede entender: ¿de quién es el texto cuando se ensaya? ¿Del papel o del cuerpo que lo encarna? Incluir a luces y sonido en el juego escénico amplifica el caos y le da ritmo al absurdo. 

Hay, sin embargo, momentos que podrían afinarse. El ingreso sobrenatural necesita un pulso más claro para que el golpe cómico no se pierda entre gritos. Y algunas repeticiones, como la secuencia del “más/menos dramático”, podrían compactarse para que el gag no se desgaste. El cierre, aunque gracioso, ganaría fuerza si dejara una última imagen que resuma la tesis: una desobediencia final del texto, un accidente escénico que diga, sin decir, que el teatro siempre negocia entre lo que se escribe y lo que se vive.

En resumen, Al pie de la letra convierte la trastienda del ensayo en espectáculo. Y lo hace con humor, inteligencia y una pregunta que sigue resonando después del aplauso: ¿quién tiene la última palabra cuando el teatro empieza?

Milagros Guevara

6 de octubre de 2025

Crítica: HISTORIAS DE AMORES


La fiebre de Bollywood

No es la primera vez que el colectivo Cabac Teatro se anima a producir un espectáculo teatral basado en una popular cinta hindú, sumándose así al fenómeno de Bollywood. En 2019, por ejemplo, se estrenó Nos volveremos a encontrar, basada en la película Rab ne bana di jodi que protagonizara el ídolo Shah Rukh Khan, con correctos y discretos resultados en escena. Curiosamente, una de las actrices de aquella puesta, Sary Alvarez, es ahora la encargada de adaptar y dirigir Historias de amor, versión libre del film en idioma hindi más taquillero en el 2000, Mohabbatein. Si bien es cierto, como ya anotáramos en aquella ocasión, las dificultades del cambio de formato nuevamente se encuentran presentes, esta vez el producto final tiene las suficientes virtudes como para sostener las poco más de tres horas de duración del espectáculo.

La adaptación escénica es bastante fiel al material original: en un internado para varones, su estricto director (el primer actor Reynaldo Arenas) viene manteniendo durante años la tradicional disciplina en su institución, prohibiéndole a los alumnos cualquier tipo de distracción, como por ejemplo, el de involucrarse románticamente; hasta el centro de estudios llega el nuevo profesor de música (Gian Paul Miranda), quien motivará a tres muchachos a seguir los dictados del corazón, especialmente, teniendo cerca una universidad solo para damas. En ese sentido, los jóvenes Bruce Loui, Samir Sayac y Jean Pierre Sullon definen bien sus personajes, al igual que sus respectivos intereses amorosos, a cargo de Claudia Trucios, Valentina Vasquez y Karen Iberico. Con una escenografía bastante sencilla para organizar las historias en paralelo, la trama se sostiene y alcanza los mejores momentos, cómo no, en sus alegres y dinámicas coreografías, punto fuerte del espectáculo.

Algunos detalles por pulir, como la abundancia de apagones para ordenar las numerosas historias, que podrían solucionarse con iluminación por sectores, y la inclusión de canciones en vivo combinadas con melodías extraídas directamente de la película, bien podrían ser revisados para próximas reposiciones. El elenco en general cumple las expectativas, con la sólida presencia de Arenas y un efectivo Miranda, quien consigue buenos momentos no solo en su contrapunto con Arenas, sino también cuando invoca a su amor del pasado (Maria Cristina Mory). Complementan con eficiencia el ensamble conformado por los actores Gabriel Soto, Pierina Neyra, Zunitha Martinez, Aissa Lucho, Angela Ruiz, Grecia Centeno, Fiorella Quispe, Jean Carlo Rivera, Nick Delgado, Rafael Parreño, Manuel Canicela y Jhonzh Flores. Estrenada en el Teatro Juanita Tarnawiecki, Historias de amores nos permitió disfrutar de la contagiante magia de Bollywood en vivo.

Sergio Velarde

6 de octubre de 2025

jueves, 2 de octubre de 2025

Crítica: POR MIS ZARZUELAS


En la nota de la zarzuela

El Centro Cultural de España, entre la oferta de actividades y representaciones de su folclore, nos invita a un recorrido histórico del teatro español con la obra Por mis zarzuelas. Lejos de ser meramente una muestra cronológica, nos encontramos ante los recuerdos de un famoso cantante de zarzuela quien, sin perder la emoción por el presente, nos conmueve nostálgicamente. Este género, al que se dedicaba nuestro protagonista, añade música a las obras (en el formato que ya conocemos), por lo que disfrutamos de canto y baile además de las historias que proponen nuestros actores. Así, lo que vemos en el escenario son las memorias propias de Don Tomás, mezcladas con el registro artístico de sus interpretaciones que marcaron su carrera.

Dirigidos por Luciano Castro y Jaime Bazán, los artistas Mónica Villanueva y Arturo Vigo representan al adulto mayor y su cuidadora. Ellos, aun dentro de un asilo de ancianos en el Rímac, fantasean y vuelven parte de sus sueños a los personajes interpretados por Adriana Guevara y Carlos Callirgos, quienes igual nos deleitan con sus voces. Su incursión en escena es planteada de manera impecable, por lo que los saltos en el tiempo mantienen el acuerdo con el espectador: somos cómplices de las antiguas aventuras de Don Tomás, y oyentes de hermosas canciones que marcaron su trayectoria. Así, nos volvemos partícipes del coro, que entona Viva Madrid, que sí que sí, canciones como En un pueblecito español y de zarzuelas como El dúo de la africana.

Invitamos especialmente a nuestros lectores que disfrutan de los musicales, para que puedan asistir a este espectáculo, tan dinámico como bello. La obra no tiene mayor restricción de edad, pero consideramos que puede ser más apreciada por un público adulto. El Teatro Antonio Banderas, donde se presenta, es un ambiente muy cómodo, y rodeado por otras salas del Centro Cultural que nos transportan a España y abrazan su identidad. Así, las voces de nuestros artistas nos llevan en un viaje a otro país, pero también al pasado, pero volviendo siempre al presente, sin dejar de envolvernos entre la pasión por la música y la vida. Aún quedan fechas, en esta semana, para que puedan asistir.

Jimena Muñoz

2 de octubre de 2025