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martes, 5 de noviembre de 2024

Crítica: EL CUERPO MÁS BONITO QUE SE HABRÁ ENCONTRADO NUNCA EN ESTE LUGAR


El actor aclamado es el que logra la invisibilidad

“El mayor reto de la carrera de Alfonso Santistevan” es un punto de partida definitivamente atrevido para la difusión de una obra, más considerando la trayectoria de más de cincuenta años del actor en las tablas. Lo cierto es que El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar de Josep Maria Miró es, efectivamente, un texto difícil de montar, pero no por eso menos hermoso a la vez que trágico. Santistevan carga la obra sobre sus hombros no con facilidad, pero sí con resiliencia en esta puesta en escena.

La prueba a superar de Alfonso es sencilla pero letal: cinco monólogos, sin acciones físicas ni desplazamientos, la mitad de estos sentado. Solo la voz y análisis de texto del actor acompañados de la luz tenue que oscurece e ilumina su rostro y el árbol marchito a su costado. Un texto que alterna entre conversaciones, soliloquios, narraciones y saltos al pasado. Y un público que tiene que entender lo que se dice. El actor logra superar estos retos a partir del evidente trabajo de texto realizado, y una buena interpretación en la que a partir de construcciones sutiles en su cuerpo y la cadencia de su voz, diferenciamos a los personajes, en algunos con mayor facilidad que otros.

La historia que plantea la obra es, igualmente, complicada de explicar. Requiere de un ojo analítico muy avispado para notar la manera en la que los distintos personajes, habitantes de un pueblo, reaccionan a la muerte de un joven. Se hace presente el dolor por su pérdida, el rencor por su figura, el deseo de protegerlo, así como de corromperlo. Miró no dice todo lo que sucede, deja varias cosas a la imaginación, y es tarea del montaje unir sus piezas para entender los sueños frustrados y los abusos disfrazados de “deseo” de los que habla. Me cuestiona si Santistevan logra comunicarnos estas ideas gracias al montaje o a pesar de este. La decisión de no acompañar sus monólogos es arriesgada y puede cobrar factura en espectadores menos atentos, lo que hace que el discurso de la propuesta se desdibuje entre apreciar el esfuerzo de su actor. Hace un gran trabajo, pero su capacidad de mostrarnos los secretos y desdichas de Albert, Julia o Blue se ve limitada por el desgaste físico que conlleva la soledad en escena.

Aun con toda su hermosura y su crudeza, ¿cómo recomendar esta obra a un público más amplio? Quizás recordando la labor que realiza su actor, los sentimientos que nos hace llegar, la triste canción de la vida que nos cuenta. Alfonso Santistevan da, con todas las penas de esta historia, una conclusión esperanzadora para aquellos a los que la sociedad aparta y juzga, al mismo tiempo que consume. Tomen un café antes de entrar, y no se pierdan una palabra de este texto, imperdible por sí solo y potenciado por el trabajo de su actor.

José Miguel Herrera

5 de noviembre de 2024

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