¿De dónde dijimos que éramos?
Quizás sea necesario que Nuestra Señora de la Nubes se represente
al menos una vez al año en Lima. Quizás no se nos debería hacer extraño la
importancia que nos tiene, no solo como latinoamericanos, sino como peruanos y
limeños marcados por la migración y su brutalidad sobre nuestra memoria. En
esta ocasión, vuelve a las manos del grupo Llaqta, quienes abordan el texto de
Arístides Vargas con variedad e interesantes construcciones.
Uno de los aspectos más
importantes que siempre necesita este texto es una buena capacidad para el
contraste entre su picardía y su melancolía. Aquí, la dirección de Noraya Ccoyure
logra diferenciar bien los códigos en sus distintas escenas para hacer que
ambos elementos se sientan bien pronunciados (resaltantes las escenas del
gobernador y el soldado). Aun así, algunos de los momentos más melancólicos
terminan absorbiendo el tiempo y la energía de las escenas, con lo cual hay que
ser cuidadosos para que ambas no decaigan y se mantengan en intensidad.
Los mejores momentos de
la obra se sostienen a partir del trabajo físico y de texto: en el primero,
cada personaje se siente compenetrado en el cuerpo de los actores y la manera
que abordan el escenario; en el segundo, Fernando Lopez y Ccoyure, en
particular, abordan las historias como cuentos para el público en las que cada
parte del parlamento está segmentada.
La escenografía es
escasa, más allá de un banco de la espera eterna y un biombo intervenido con
detalles que invocan al paso del tiempo, desde el recuerdo y desde su erosión. Este biombo llamó mi atención durante buena parte de la obra, y me
hubiera gustado verlo involucrado mucho más con la propuesta. En cuanto a
elementos, las maletas de los dos exiliados y los hilos de la abuela también
resaltan, así como las variadas propuestas de vestuario dentro de todo el
elenco, que hacen sentir aún más único cada segmento de la obra.
Nuestra Señora de las Nubes es siempre una obra que se disfruta con pañuelo,
y el darle peso a las escenas más fuertes que evoca completarán dicha
experiencia. Por lo demás, el montaje de Llaqta sabe
identificar en las peculiaridades de Arístides una profunda y latente
humanidad, que a pesar del olvido y la brutalidad de nuestra Latinoamérica,
persiste en nuestra habla. Los
habitantes de Nuestra Señora de las Nubes
no se callan, ¡y qué bueno que no lo hagan!
José Miguel Herrera
22 de octubre de 2024
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