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miércoles, 13 de marzo de 2024

Crítica: LA PIEDRA DEL MAL


Dramaturgia del terror

Me acuerdo aún del estreno, en el verano pasado, de la agrupación independiente Bramarte Producciones titulado Pol, en el Teatro Aforo de Pueblo Libre. A pesar de contar con una escenografía sucinta, este tuvo un gran impacto psicológico sobre el público, pues abordaba el tema controversial de la posesión demoniaca. El terror es un género poco explorado, incluso si se tiene una perspectiva histórica, pues casi todo ha girado en torno al drama (lo real, lo que sucede) o la comedia. Incluir el terror en una puesta teatral es un gran reto e implica mucha creatividad.

En primer lugar, mencionar que mi crítica hacia la puesta en escena de La piedra del mal es constructiva, pues considero que nuestro deber como Oficio Crítico es el de ser sinceros y respetuosos en nuestros comentarios. Uno de los mayores teóricos del teatro latinoamericano, el mexicano Edgar Cevallos, mencionó en su libro Principios de Construcción Dramática: “La construcción dramática nos enseña también que todos los hechos se irán a dar sobre una base de relaciones complejas e intrincadas”. Por eso, es peligroso elegir un determinado elemento de la historia y forzarlo de manera exagerada que desequilibre a los demás, como los personajes de la obra de teatro. En ese sentido, la mayor debilidad de la propuesta fue la falta de unidad en la historia dramáticamente hablando, pues sinceramente el conflicto era poco creíble y todo ocurría en un espacio-tiempo muy breve y rápido.

Como aspecto positivo, debo mencionar que la escenografía fue realista y se evidenció el esfuerzo de la productora por un vestuario acorde con la historia presentada. En cuanto a la actuación de José Ticse, como el asistente del sacerdote, debo resaltar que esta fue creíble y transmitía la sensación de desconcierto del ambiente casi religioso. Me gustó mucho su interpretación por su veracidad. Por otro lado, al resto de actores les faltó transmitir la energía necesaria para el ambiente de terror propuesto por el director César Carrión. El mejor ejemplo de que estaba fallando dramáticamente lo propuesto fue que, ante las escenas donde el demonio (Víctor Collantes) u otros personajes entraban en posesión por la Piedra Horadada, el público estallaba en carcajadas.

Sinceramente creo que debió escogerse otra historia para representar. Tal vez una comedia, en donde la Piedra Horadada sea solo parte de la historia, habría funcionado mejor. Como menciono al inicio de esta crítica, el terror es muy retador para el teatro. Sin embargo, felicitaciones a la producción por lo logrado.

Enrique Pacheco

13 de marzo de 2024 

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