El mundo de Harpagón y una propuesta de deconstrucción
La Alianza Francesa de
Lima y Éxodo Teatro presentaron El avaro
de Molière, bajo la dirección de Jean Pierre Gamarra. Esta
obra maestra del dramaturgo francés cuenta la historia de Harpagón, comerciante
adinerado pero avaro por completo, viudo y padre de Elisa y Cleantes. El
director ha propuesto ambientar la historia en nuestros días, ubicando a los
personajes dentro de una familia disfuncional, donde se ve al jefe de familia
querer tomar decisiones desde su evidente apego al dinero. La codicia lleva a
Harpagón a situaciones que captan al espectador entre risas y sorpresas de
principio a fin.
La propuesta escénica
daba a entender que la historia de El avaro
se daba en nuestro mismo contexto, y se basó en elementos diversos para darlo a
notar. El espectador apenas entra a la sala puede ver
la escenografía grandilocuente que dará lugar a la representación: una especie
de terraza encementada, un jardín lleno de solamente arena y unas plantas
secas, unos cercos con letreros con frases de “se alquila cochera”, dando a
entender que es el último piso de un edificio sin acabados. Vemos, además, a
Harpagón (Alfonso Santiesteban), recibiendo cuidados estéticos por parte de sus
hijos. Todos estos elementos mencionados cumplían una estética clara; sin
embargo, considero que no fue funcional para el desarrollo de la
representación. Todos los actores que se desplazaban por la arena se notaban
incómodos, pues su vestuario, además de ensuciarse, no era adecuado para
caminar en esa superficie. Hubo una
escena en especial en la que el personaje principal se echa en la arena, algo
que particularmente lo vi poco funcional para fines de la obra. Se notó más a un actor ensuciándose incómodo, no se notó el valor
agregado de esta indicación de movimiento. Los letreros y demás elementos no fueron tampoco funcionales, más allá de
denotar que el director quiso señalar que la obra se ambientaba en algún
distrito populoso de la ciudad.
La caracterización de los
personajes fue variopinta, y parecía que cada uno tenía un código único y
distinto entre sí: mientras que Elisa utilizaba ropa más conservadora, Frosina
utilizaba prendas tan excéntricas como su forma de desarrollarse en escena. Estas diferencias fueron claras, y a propósito muy distintas de lo
que el espectador podría haber esperado desde que entró al teatro. Cada actante
parecía esconder referentes en su construcción. El que más se dio a notar fue
el personaje de Cleantes (Fernando Luque), quien utilizaba el cabello largo y
ropa que resaltaba rasgos femeninos principalmente. Cada personaje brilló de
manera individual, pues demostraron crear un mundo de personaje claro y
justificado. Si bien entiendo que esta propuesta pretende usar referentes con
el mundo actual, la propuesta finalizó desordenada entre tantos elementos
simbólicos agregados desde la dirección.
Es interesante tomar al
dramaturgo francés en estas épocas y deconstruirlo totalmente. Este ejercicio
comprueba que este clásico de Moliere resiste el pasar del tiempo, y es
material de experimentación que puede brindar elementos para la imaginación
infinita. El espectador que vio esta versión de El avaro ha podido encontrar
identificación con algún personaje, alguna situación, o incluso con el ambiente
socioeconómico propuesto. Definitivamente Harpagón, en 2023, nos sigue dejando
risas y preguntas a partir de su historia universalmente conocida.
Stefany Olivos
6 de noviembre de 2023
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