¿Cuánto es mucho en nuestros vínculos con el otro?
Zygmunt Bauman (sociólogo, filósofo y ensayista
polaco-británico) hablaba de los amores y la sociedad líquida, que se
caracteriza por la fragilidad de los lazos humanos desarrollados en la
postmodernidad. Podría entenderse que, para Bauman, vincularse con otro ser
humano es una tragedia y aún más, si bajo un contexto determinado como el que
significó la pandemia que de pronto nos empuja al encierro y a la confrontación
de nuestras emociones, llevándonos al límite de nuestras relaciones con el
otro.
En ese contexto parte Guillermo Amoroso, sociólogo,
dramaturgo y magíster en Ciencias Políticas uruguayo, creador de su primera
pieza para teatro, Mucho, presentada
en nuestra cartelera limeña en la asociación cultural Campo Abierto, producida
por Idea Original. Esta obra episódica cuenta con nueve escenas que giran en
torno a la ira y su descontrol, bajo la muy acertada dirección de Federico
Abrill y Sergio Anchiraico.
La ira es una función adaptativa del ser humano que nos
prepara para la acción; la ira nos muestra algo que no nos parece justo y nos
empuja a poner límites inmediatos con una intensidad creciente, que sin bien es
cierto no necesariamente conduce a la agresión, puede derivar en un acto
deliberado de violencia. Este viaje a través del impulso y la reacción está muy
bien trabajado por los directores en cada escena, logrando que la tensión sea
creciente y bien sostenida, que te identifiques en tus propias reacciones
profundamente primitivas y manejando de manera muy precisa los tiempos entre las
secuencias y los momentos en que van escalando hacia esa violencia.
Desfilan en cada escena personajes venidos de diferentes
clases sociales, oficios y niveles culturales, que están muy bien desarrollados
por los actores María del Carmen Sirvas, Daniela Rodríguez León, Renato
Medina-Vassallo y Patricio Villavicencio, quienes muestran una sinergia de
principio a fin, manejando con precisión los tiempos, y un estudio profundo que
se ve en la acción de cada personaje y cómo van evolucionando hacia la
fatalidad, hacia aquella condición que Daniel Goleman acuñó como “secuestro
amigdalar”. Todos a destacar, no obstante, cada vez que está en escena la pareja
conformada por Rodríguez León y Medina-Vassallo, que maneja el texto con mucha
naturalidad, seguridad y prolijidad, y te hacen conectar de manera especial con
lo que está pasando.
Finalmente, mencionar también el buen desempeño por parte de
los directores y actores al aterrizar las escenas con el mínimo de elementos
escenográficos apoyados por cambios de luces muy puntuales para ubicar al
público en momentos determinados y por sobre todo, el buen trabajo actoral. Muy
recomendada para estos tiempos violentos donde podemos observar y autorregular
mejor nuestras reacciones a nuestros procesos emocionales para no ser
prisioneros de nuestros impulsos y así poder decir basta cuando consideramos
que ya es mucho.
Manuel Trujillo
29 de septiembre de 2023