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viernes, 25 de agosto de 2023

Crítica: EL AÑO QUE PERDÍ LA FANTASÍA


¿Qué ocurre cuando a tan temprana edad despertamos a la vida?

Todos despertamos a la vida en diferentes contextos, bien sabido es que nuestros padres son nuestros primeros maestros y al ir creciendo, pues les otorgamos el significado de nuestros protectores, superhéroes y los que en suma, solo deberían darnos amor. Así nuestra única función en la infancia pues debería ser eso: ser niños, vivir de la ilusión, de la fantasía. Hasta que un día, que puede incluso ser el mejor de tus días como niño, un tipo de realidad te toca el hombro, te sacude, y en tu consciencia aún de niño, intentas entender cómo tu sistema familiar no era tan estable y feliz como parecía, tus padres presentan grietas en la relación que cada vez se hacen más notorias y una hermana adolescente buscando pertenecer a una familia que ya no siente como tal.

Esta hermosa pieza teatral, El año que perdí la fantasía es muy personal para Federico Abrill, quien escribe, dirige y vivencia es un regalo que hace que te identifiques con tu propia historia familiar, cuando uno se sentaba en la mesa con la familia de pequeño y esa atmósfera de risas y unión de pronto se transforma ante tus ojos en una tensión constante. La familia la interpreta Giselle Collao como la madre, Renato Medina-Vasallo como el padre, Lola Carbo como la hermana y Manuel Baca Solsol como el niño Federico; todos a destacar con un muy buen trabajo. La madre en algún punto menciona una pesadilla, como si el sol creciera tanto, ella pequeñita y de pronto la quemara por completo y eso realmente le está pasando, todo a su alrededor entra en ignición y ella lo siente en todo lo que ocurre, hasta que debe de tomar una decisión que cambiará por completo el rumbo de su familia.

La puesta en escena en cuanto a lo escenográfico es minimalista, pero es que en realidad no necesita más, porque hace volar tu imaginación para ver tu propio hogar con tus propios recuerdos de infancia en familia, que fue lo que me pasó mientras disfrutaba la obra. A veces y sin querer, cargamos con las conductas de nuestros padres y nos sentimos responsables de ocasionar el colapso familiar. Eso le pasa a Federico, nuestro protagonista, que emprenderá un viaje y perderá a un gran amigo, a él mismo, para luego encontrarse y dar paso a una nueva versión de él y su familia. Pasar a una nueva normalidad con una metáfora preciosa sobre la explosión del sol, y es que quizá, con el tiempo haya que entender que hay cosas que no dependen de nosotros, que simplemente no tenemos el control, y habrá que adaptarse, a cualquier edad es difícil, y para que surja algo nuevo quizá se necesite ese proceso de destrucción: la muerte de una estrella, como sucederá con el sol, para el nacimiento de algo nuevo. Y quizá también, lo que nos produce más miedo no sea lo nuevo, lo desconocido; sino el abandonar lo ya conocido. Se agradece este viaje teatral. Muy recomendada.

Manuel Trujillo

25 de agosto de 2023

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