Teatro exprés
El Teatro Barranco abre sus puertas para
ofrecernos una propuesta diferente: tres obras con un aproximado de 20 minutos
cada una e intervalos de 10 a 15 minutos, en los que el público puede consumir
lo que el bar ofrece, así como también interactuar con los asistentes antes,
entre y después de cada obra compartida. En esta experiencia hay de todo un
poco: la bienvenida con una bebida, alimentos, risas, aplausos, drama y demás
agregados con los que cada una de las personalidades en escena ejecutan la
acción.
En ese sentido, Adulterio se percibe fresco, sostenido y consecuente. Damaris
Zapata, con su oportuna gestualidad, contrasta muy bien la grandilocuente
presencia de Cecilia Tosso, quien lleva la acción dramática. El histrionismo,
la energía, así como también la adecuada escucha es lo que sobre sale en esta
pieza. La historia es lúdica, jocosa y me arriesgo a señalar, bastante
pertinente, pues nos representa la vida de una joven y una mujer de alcurnia,
ambas con una necesidad que las llevará a una decisión final volviéndose parte
del sistema en el que vivimos actualmente: el exacerbado consumo de las redes
sociales, pornografía y, sobre todo, estar regidas por el poder de la economía.
El segundo trabajo, Lima fashion week es llamativo, pomposo, escénicamente funcional y
ameno, pero por la falta de acción de ambos actores, los silencios
incongruentes, se cae en el mecanismo de actuar la forma de cada uno de sus
personajes. La trama se vuelve forzada y termina sintiéndose melodramático el
mismo texto, pues contiene una mención algo panfletaria de Romeo y Julieta, el discurso del amor romántico y un final que se
sobreactúa.
Finalmente, el espectáculo cierra con una
propuesta escénica interactiva, Cómo
sobrevivir a una película de terror, donde es el público quien tiene la determinación
para que la acción continúe, o eso nos hacen creer. Lo destacable aquí es la
sensación de juego que está latente de inicio a fin. Pues el intermediario que
aparece en el material audiovisual, muy bien logrado, nos señala claramente las
reglas del juego y desde ahí se nos atrapa. Nos sentimos parte de algo más
grande y es gracias a la entrega de Jesús Oro y Augusto Gutiérrez que vivimos
un viaje dentro de la situación más cliché de terror, pero con profundo sentido
desde la acción. Así pues, dentro de lo cómico que puede ser este trabajo se
abordan también temas políticos, de marginalidad, homofobia, el amor, miedo y
todo de la mano de dos solventes actuaciones que se entregan al espacio, a la
historia y al público. El único detalle, para que se disfrute completamente
esta obra, sería que, al involucrarse cierto grado de improvisación, los
comentarios aparte que realizan los actores también tendrían que ser escuchados
por el público, pues si no los escuchamos, así sea el comentario más absurdo,
nos deja la sensación de que nos estamos perdiendo de algo importante. Todo lo
hecho o dicho está por alguna razón, así es el teatro.
Conny
Betzabé
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