Verdades cuestionables
Reabrir un teatro implica mucho coraje. No
solo por la cuestión económica, sino por la carga emocional de un espacio que
tiene historia, energía y espíritu propio. Para Osvaldo Cattone, el teatro Marsano
significó su vida entera entregada al más preciado arte que practicó. Por lo
tanto, abrir sus puertas al público después de una pandemia y la muerte del
querido Cattone consiste en tomar decisiones correctas, pues lo ideal como
decía este gran actor, “no se puede
permitir hacer una obra aburrida”. En este caso, se ha escogido un texto
muy ágil de Florian Zeller titulado La
verdad. Bajo la dirección de Giovanni Ciccia, quien hace un trabajo notable
junto a un elenco muy bien logrado respecto al manejo de una comedia.
La premisa es simple: aquí el protagonista,
interpretado por Sergio Galliani, engaña a su esposa con la esposa de su mejor
amigo. Sin embargo, se verá conflictuado al saber que su amante (Milene
Vazquez) desea contar todo sobre su infidelidad a su engañado marido; por lo
tanto, una serie de situaciones lo pondrán en aprietos constantemente, tanto
con su dizque mejor amigo (Gonzalo Torres), como con su mujer (Magdyel Ugaz).
Aunque más allá de la historia de una comedia picaresca, lo que nos trae Zeller
es la posibilidad de juzgar si revelar “nuestra
verdad” sería la mejor opción. Incluso nos reta a desvirtuarla o
tergiversarla en favor del beneficio propio para mantener el status quo. Todo esto con diálogos
ligeros y bastante cómicos que Fernando Masllorens y Federico Gonzales del Pino
adaptaron en su versión de la obra de este genial dramaturgo francés.
Por el lado actoral, realmente hay un
trabajo impecable. Siempre Galliani llevando la batuta a lo largo de la función.
Entra bien al ritmo, acierta en todos los gags y el código le calza perfecto.
Un detalle a rescatar es el contraste que brinda el personaje de Torres, porque
el actor esta vez decide ir por una interpretación mucho más minimalista, sin
imponer nada ni tratando de provocar risas. Sino que se le ve mesurado e
incluso, debido a la línea de su personaje, causa mucha melancolía. No
obstante, Ugaz y Vasquez tampoco dejan de lucirse haciéndonos reflexionar con
respecto al valor de la verdad al mostrar ellas una personalidad ambigua.
El arte de la obra también se ha amoldado a
la ligereza de la comedia. Vemos espacios definidos, pero de cambios rápidos y
mucho dinamismo. No desea perder el ritmo en lo absoluto, a pesar de que es una
escenografía grande que fácilmente es dividida en ambientes por la iluminación.
Ciccia, como director, entiende que al espectador hay que mantenerlo atento en
todo momento y lo logra sin tomarse en serio la solemnidad del realismo.
Es grato saber que más teatros y espacios
culturales abran -o reabran, tal cual sea el caso-. Esperemos seguir viendo
montajes que se realizan con rigor en el, muchas veces, polémico teatro
comercial.
Christopher
Cruzado
2 de abril de 2023
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