¿Se siente cansado, agotada, le duele todo?
No busque lo fácil, rétese.
La clave
de la eterna juventud es una obra para el
entretenimiento de aquellos a los que les divierte ver figuras reconocidas en
el escenario o amigos/conocidos dando lo mejor de sí, actuando. Prueba de ello
son los aplausos gratuitos que se escuchan en la sala cada que ingresa una
personalidad del medio teatral y las risas fáciles a partir de un cliché o
algún comentario que se ve de lejos venir. Así como una que otra grosería y
obscenidad. Aun así, me atrevería a destacar la labor del actor Luis Antonio
Pighi, pues es quien desde el inicio hasta el final se encuentra en constante acción;
esto se aprecia en las pequeñas estrategias que realiza para darnos un poco más
de detalles sobre su personaje y el para qué está en la historia, incluso desde
la quietud, está entregado al juego.
Por otro lado, la dramaturgia se percibe
forzada e inverosímil: desde los parlamentos hasta el uso de elementos
escénicos como la radio en escena, la cual no está correctamente codificada, su
audio desaparece de manera extradiegética rompiendo la convención de ser usada
en escena. Asimismo, la trama inicia con la recientemente partida de un ser
querido y continúa con una reunión familiar, para seguir con la aparición de unos
extraños que luego resultan ser amistades vendiendo productos para el
rejuvenecimiento y vitalidad, con los cuales se tiene una especie de alianza
laboral y más adelante, descubrir que existía una rivalidad, prácticamente
omitiendo que se conocía la comercialización de tales productos. Y en medio de todo
ello, la mención de muertes, enfermedad y demás que, repito, se mencionan, pero
nunca transitan, escalan ni ocurren en los cuerpos actuantes sino únicamente se
queda en la palabra. Es decir, aparecen de manera didáctica para encaminar a
los espectadores a la reflexión de manera aleccionadora, como si de una fábula
con personas se tratase. Concluyendo con un mensaje directo sobre cómo
deberíamos vivir la vida y cuál sería, según el elenco, la clave para obtener y
apreciar la belleza, pues el discurso reflexivo que termina compartiendo Ena
Luna se distorsiona, ya que sutilmente asocia el enfoque de la juventud con la
belleza, dejando a entrever que ser perdida la juventud, también la belleza.
De esta manera, la puesta en escena se
aprecia como una comedia de sketches de los que se suele topar una en los
medios digitales, como Facebook, donde hay venganzas, muertes, como también conciliaciones
y anagnórisis forzadas para cerrar con la conclusión de que vivir la vida
alegremente, realizando diversas actividades de entretenimiento y con buena
cara hacia la adversidad, serían la clave para la eterna juventud sin realmente
tener en cuenta un conflicto real, como el peligro al que se expone la salud
por no aceptar el transito adecuado de la vida; tornándose todo en constantes
conversaciones informativas, sin transito alguno, perdiendo un potencial monólogo
que cae en la emoción y el ensimismamiento del actor Héctor Parra, volviéndose
caricaturesco, dado que pierde la técnica en medio de gritos y susurros
descontrolados.
No obstante, vale mencionar el riesgo de haber
jugado con los recursos escénicos espaciales y comunicativos, a través de
entradas y salidas no convencionales. Siendo entonces un primer paso para que
este tipo de propuestas escénicas convencionales y comerciales consideren salir
un poco de su zona de confort y se arriesguen a probar nuevas formas, revitalizarse a través
del juego espacial y retar la atención del espectador. Así como a su
imaginación, al dirigir su mirada y escucha activamente para completar los
códigos que proponen los actores, como la presentación de noticias o el
programa televisivo y la venta de productos rejuvenecedores, situaciones con las
cuales vivimos todos los días y es justamente por ello que, al llevarlas al
teatro, necesitan de un tratado poético para lograr repercutir en nuestro imaginario
y dejar en nuestras manos la decisión de qué mensaje llevarnos.
Conny
Betzabé
30 de abril de 2023
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