Sin miedo al error
En la inagotable búsqueda por nuestra libertad,
¿de qué lado habitamos? La razón o el poder. ¿Alguna vez estas podrían ir de la
mano? ¿Lo has pensado? El pensamiento es subversivo, revolucionario, despiadado
con los privilegios, las instituciones, pero el miedo instaurado lo detiene, el
miedo al fracaso. Eso, entre otras cuestiones, es lo que nos comparte esta
acertada puesta en escena dirigida por Jimena Del Sante.
Entonces revisemos en qué extremo nos
encontramos. Actualmente los medios de comunicación, los cuales juegan un rol
importante en nuestras vidas, comparten titulares sobre huaicos y con ello,
deslizamientos, las casas aledañas a las riberas del rio colapsan; existe una
cada vez más creciente polarización social, ciudadanos que tienen razones y
otros, el poder; animales muertos en el litoral peruano, una potencial
influenza aviar sobrevolando nuestros sueños; los actos de violencia
perpetuados por la estigmatización que entre todas y todos nos declaramos,
incluso olvidando y pasando por alto vínculos tan fuertes que, en este caso, generaría
la disputa entre dos hermanos quienes, como muchas y muchos hemos sido educados
para evitar equivocarnos, negar el error o tenerle miedo al fracaso, al
señalamiento de ser un enemigo del pueblo.
Curiosamente, la experiencia escénica ha
sido compartida en el Auditorio del Británico de Miraflores, el balneario
favorito de la gran mayoría de peruanas, peruanos y todo tipo de viajeros. Lo
cual potencia las interpretaciones que la propuesta genera. Esta es limpia,
precisa y sencilla, pero eso no quita que tenga mucho riesgo en juego. Así
pues, a través de la rigurosa y flexible labor del elenco de artistas que se
sabe instalar desde la bienvenida, mirándonos a la cara y estrechando nuestras
manos, se nos prepara para más adelante, al sabernos parte de la ficción, nos
empapen de unas cuantas inevitables verdades.
La trama es clara, muy bien adaptada. Las
emociones afloran en los actores, se torna ágil, dinámica y condensa la
iniciativa original del autor. Stockmann
es un muy buen trabajo, desde los elementos, actores, temática y la necesidad
de ser llevado a escena. Cumpliendo así, como canal de comunicación partidarios
del poder o de la razón, la función de cuestionarnos o incomodarnos a través de
su arte.
De modo tal que lo que nos presentan es tan
bien fundamentado, tanto por la razón y por el poder, que serían factores
dentro de, como el ego y el miedo al error los que no permiten lograr tal
objetivo de vida: vivir en libertad. Pues la necedad en ambos casos negaría el
paso a la duda y por ende, las variadas perspectivas de la realidad. Así se
observa a través de los personajes el desencadenamiento de delirios, donde cada
uno de estos perdería el norte, pasando de la felicidad plena a la pérdida de
la moral por el ímpetu del deseo motivado por el ego y del miedo también, a
aceptar que somos humanos y cometemos errores. Pero sobre todo, el no saber
lidiar y convivir con la idea de un otro. En consecuencia, se pierde el sentido
y con ello, incluso se radicaliza el deseo. Stockmann
desea un mundo mejor y se proclama solo, pero ha olvidado algo fundamental,
trae de la mano a su mujer, su incondicional.
Conny
Betzabé
6 de marzo de 2023
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