Moraleja sobre la virtualidad
Varias son las consecuencias sicológicas que venimos
arrastrando desde el encierro provocado por pandemia y una de las poblaciones
que estuvieron más vulnerables en este periodo, sin duda, fue la de los niños y
jóvenes. Es por eso que el estreno en el Club de Teatro de Lima de Yo soy mi superhéroe resultó muy pertinente,
más allá de sus logros escénicos. Y es que la sola imagen de cuatro
adolescentes, que viven en el mismo condominio, intentando distraerse con algunos
juegos “a la antigua” luego del aislamiento forzado, para terminar enviciándose
con sus celulares, resulta tan incómoda como cierta. Una peliaguda problemática
que es manejada con mucho tino e ingenio por el dramaturgo Sergio Gonzalez, bajo
la producción de LA MAGNOLIA.
Acertada además la dirección de José Gómez Ferguson, quien en
complicidad con el autor desarrolla todo un juego metateatral, el que recae en
dos personajes “real-maravillosos” que hacen las veces de los actores que le
dan la bienvenida al público, de los padres de uno de los adolescentes y de unos
divertidos brujos que maquinarán un hechizo muy curioso: los celulares no
encenderán al ser tocados por cualquier niño o joven en el mundo. Es justamente
esta coartada fantástica la que provoca una fuerte reacción en los jóvenes, que
será canalizada saludablemente a través del arte, específicamente, de la
música. A destacar también la interactividad que se genera con el público en
momentos muy puntuales que enriquecen la puesta.
Buen trabajo escénico de los jóvenes Dayana Gomez, Valentina
Mauricio, Maria Fernanda Ugarte y Adriano Ormeño, quienes con mucha frescura y
espontaneidad sacan adelante sus respectivos personajes, haciéndolos
entrañables. Muy bien acompañados además por la pareja conformada por los
carismáticos Fernanda Gutiérrez y Henry Michelot, quienes se divierten a sus
anchas en sus múltiples papeles. Yo soy
mi superhéroe, con la producción ejecutiva de Gina Quezada Zúñiga, es una
sólida historia para toda la familia, que refuerza la idea de los peligros que
trae consigo el abuso de la tecnología. Grandes y chicos aprendieron de esta
simpática historia teatral, que bien merecería una pronta reposición.
Sergio Velarde
27 de febrero de 2023
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