A estas alturas, ya es posible distinguir una pieza escrita
por Jorge Pecho. Sus míticos y fantásticos personajes (la mayoría de ellos provenientes
de la literatura griega y además, conviviendo con los mortales en nuestra era) nos
acompañaron desde la virtualidad durante nuestro tiempo de encierro, como en Titanomaquia, el fin de los dioses
(2021). Ya en la presencialidad, el dramaturgo y director apostó por una
versión latinoamericana y así llegó la polémica pero muy disfrutable Memorias del Pacífico (2022). En ambas
puestas citadas, sus dioses protagonistas mueven los hilos de nuestro destino y
por si fuera poco, son los responsables directos de todos los acontecimientos
históricos de la humanidad. Se trata, sin duda, de un concepto interesante y
arriesgado, siempre ejecutado desde la solemnidad. Pues bien, siguiendo esta
misma línea, viene presentándose en el Teatro Esencia el reestreno de Amor inmortal, obra que guarda un gran
paralelismo con nuestra difícil situación como país.
Pecho nos hace partícipes del encuentro ficticio, en nuestro
presente, de dos inmortales hechiceros de las épocas del rey Arturo. Tanto el
conservador Merlín (Paco Varela) como la progresista Morgana (Leonela Alarcón)
mantienen su rivalidad intacta debido a sus extremas ideologías opuestas, pero
también guardan un pequeño espacio para el romance. Este complejo e ingenioso diálogo
en tiempo real que sucede en la precaria habitación en donde se refugia el
hastiado Merlín, tiene múltiples lecturas, pues no solo escuchamos los
argumentos a favor de derechas e izquierdas, sino que comprobamos que estas
diferencias pueden llegar a ser realmente insalvables. Es en medio de estas
discusiones, tan recurrentes en estos momentos para los espectadores, que ambos
personajes intentan sacar adelante una relación sentimental, acaso condenada
desde el inicio.
Tanto el experimentado Varela como la joven Alarcón
defienden sus personajes con mucho vigor y convicción, complementándose ambos muy
bien en escena y consiguiendo los mejores momentos cuando recurren a la energía
contenida en su ejecución escénica. La puesta, por otro lado, luce impecable en
su diseño escenográfico y en el apartado técnico. Amor inmortal abarca una amplia gama de temáticas sin tropiezos,
como las enormes discrepancias entre el capitalismo y el socialismo, la trágica
pérdida de vidas humanas durante las revoluciones y hasta la violencia contra
la mujer, tomando como referencia conocidos hechos literarios e históricos. Bien
por Pecho, la productora Diana Cardozo y el colectivo Prisma, por este interesante y sentido conflicto
ideológico con tintes románticos, que arroja una tenue luz de esperanza en su
desenlace, una que necesitamos con urgencia para terminar así con las aparentemente
irreconciliables diferencias entre compatriotas de una nación fracturada como la nuestra.
Sergio Velarde
24 de febrero de 2023
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