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lunes, 9 de enero de 2023

Crítica: LA CASONA


Viaje perverso

Hay recuerdos que nos atormentan como si fueran fantasmas que vienen desde tiempos cuando fuimos infelices. Muy difícil es superar ese dolor, pues al querer recuperarnos solo volvemos a tocar una herida que, en lugar de sanar, se hace más grande y nos consume, ya que hemos decidido escoger el sufrimiento permanente. Sin embargo, al parecer es mucho más difícil retratar esta problemática en el teatro. Así queda demostrado en La casona, una creación colectiva dirigida por Víctor Bustillos, la cual intenta probar una forma menos convencional de contar una historia, pero su ejecución deja bastante que desear.

Uno de sus mayores desaciertos está en la dramaturgia. Entiende de forma muy superficial el tema que toca y no tiene un conflicto sólido que nos mantenga interesados en saber más de sus personajes. Para empezar, seguimos a la pareja conformada por Ricardo (Cesar Salvatore) y Laura (Alexandra Garcés), donde el primero sorprende a su novia visitando una antigua casa ubicada en Urubamba donde ella vivió su infancia y adolescencia Entonces, Laura vuelve a vivenciar recuerdos de sucesos violentos ocasionados por el abuso de su alcohólico padre (Juan Carlos Mendoza). El drama se centra en que no puede contarle a Ricardo la razón de por qué odia la casa y que quiere irse de ahí lo más rápido posible, pero no puede darse todavía por motivos bastante simplones que alargan la acción innecesariamente. No ahonda en cuestionamientos sobre la violencia doméstica o la necesidad de recuperarse de los traumas emocionales, tan solo pareciera que ver a los personajes interactuar es una excusa para presenciar escenas de abuso físico y escuchar a los actores tener diálogos olvidables. 

Por otro lado, también se pueden rescatar detalles que funcionan dentro del espectáculo. Entre ellos, encontramos la creación de una atmósfera muy lograda. Presentimos el misticismo y a la vez, las penas de la quebrada familia de Laura mediante música andina mixeada con sintetizadores e iluminación fría y opaca, que por momentos daba atisbos de terror al tener la presencia maligna del padre. Sumado a la intención de alentar al público a adentrarse en este espacio íntimo, invitándolos a moverse e interactuar con el lugar, donde vemos objetos simbólicos que representan con precisión un pasado que posiblemente tuvo una fugaz felicidad, pero que al final fue sucumbida por el sufrimiento. Sin embargo, las interpretaciones poco comprometidas desbaratan lo anteriormente construido. Los actores intentan, de forma fallida, adentrarse en las circunstancias problemáticas, pero no consiguen conmoverse. Están aburridos en el escenario y no saben cómo hacer más participativo al público.

Si bien fue una idea con cierto riesgo creativo, la propuesta quedó muy por debajo de las expectativas. Una pena desaprovechar un lindo espacio como es la Casona Grau en Barranco. Merece tener proyectos atrevidos, pero mejor hechos, definitivamente.  

Christopher Cruzado

9 de enero de 2023

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