Historia de amor en medio del desastre ecológico
¡Qué importante que el Teatro Peruano asuma problemáticas y
siente posiciones actuales y propias, especialmente de la mano de jóvenes creadores,
y que se busque en su ejecución en el escenario la oportuna reflexión de los
espectadores! Acaso esa sea la mayor virtud de la más reciente puesta estrenada
en el espacio de Campo Abierto en Miraflores, titulada ¿De quién es el mar?, que toma como contexto el real derrame de
petróleo ocurrido el 15 de enero del año pasado, y que cuenta con la dramaturgia
colaborativa de Duncan Torres y Gretta Marston, bajo la dirección de Quini Gómez.
Mario (Torres) y Xiomara (Marston), una pareja de
enamorados, irrumpen en la casa de playa de uno de los petroleros responsables
del desastre ecológico en Ventanilla, con el propósito de encontrar pruebas
sobre la desaparición del hermano de la joven. No obstante, los planes de la
pareja se verán alterados cuando ambos decidan consumir una sustancia
alucinógena; es justamente esta acción la que le permite a Gómez crear algunas
secuencias surrealistas muy conseguidas, apoyándose en las luces, imágenes en
video, sonidos y mobiliario que le ofrece el espacio alternativo, en las que
como espectadores nos involucramos en las duras vidas de los personajes
protagónicos, quienes irán develando sus intenciones (algunas no tan santas) de
forma gradual. Todas las acciones de la pareja están ejecutadas sin tacha por
los jóvenes actores, quienes además se complementan con efectividad en el
escenario.
Quizás la aparición hacia el final de un tercer personaje
(que no figura en el flyer promocional) pueda revisarse, ya que toda su
secuencia luce algo disruptiva en relación al resto. Sin embargo, el bello
epílogo redondea la labor interpretativa de los actores y ofrece una luz de
esperanza y redención en medio de tamaña injusticia, una más de las que vemos
reiteradamente en nuestra vida diaria. ¿De
quién es el mar? es un sólido espectáculo que denuncia una realidad
tangible, cuyas consecuencias sigue pagando nuestro castigado ecosistema y que
nuestro Teatro joven hace muy bien en escenificar para que nunca un desastre de
esta magnitud y complejidad deje de sensibilizarnos.
Sergio Velarde
7 de enero de 2023
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