En el desamor, pero aquí estoy
Porque claro, se supera y hay que dar
nuestra mejor versión/creación.
Cual relación “tóxica”, a veces desearíamos
tener una con el teatro “convencional” aristotélico, realista con personajes
solemnes y su dichosa psicología; o una arriesgada puesta simbolista, bechtiana.
Otras muchas veces solo nos gustaría entregarnos al disfrute de las nuevas
formas, no tan nuevas. No importa cuál de las relaciones se emprenda; habrá
amor. Siempre y cuando, la estrategia escénica comprenda una laboriosidad, la sencilla,
pero determinante molestia de darle un aprecio al detalle, al juego y al apropiarse.
Porque es admirable cuando una puesta en escena presenta el motivo que impulsó a
la actriz, dramaturga o directora, de tomar la decisión y poner un pie en la
tabla, el patio, acera para comunicar algo, más allá de la sola acción de
compartir el texto o dialogo. Porque el teatro es más que eso, tiene que serlo.
Y por eso, en esta ocasión, mi amor por él se desvaneció, se convirtió en
desilusión, dejé de decidir amarlo por el tiempo que duró este espectáculo.
Por ello, la importancia de detenernos en
el desamor, entendido como tiempo de reflexión, para mejorarnos como seres
humanos y es ahí donde aparecerían los cuatro monólogos que pretenden retratar
esta etapa.
1. La
negación. No, no y no. Me niego a creerlo, no puede ser posible. Se
entiende que la temporada fue corta, pero ¿dónde está la labor escénica? ¿Hubo
dirección? Las y los espectadores esperan desesperados por creer todo aquello
que se le comparte en escena, claro. Se ingresa al recinto, inocente,
dispuestos a creer todo aquello que se nos venda; pero tampoco se les ha de
tomar el pelo. No, me niego a creerlo. Siendo un texto muy cotidiano y
citadino, queda muy corto desde donde se le vea en cuanto a discurso o poética.
2. Aceptación.
Bien, hay que aprender a soltar, tomarse la vida de manera ligera. Tener las
manos un poco libres, sueltas. Aceptar las nuevas estructuras. Se juega, la
actriz presenta una propuesta. Parece tener coherencia, se divierte, nos
divierte. Buen manejo escénico, pero se queda en lo tópico del tema.
3. Confrontación.
La revisión hacia una misma. La actriz nos comparte un diálogo con su voz
interior, texto tan potencialmente poético, pero se ensimisma en lo
superficial. ¿Hubo dirección? La actriz, a pesar de tener todos los recursos
técnicos para realizar una labor destacable, se regodea en lo tangible y se
olvida la poética que ofrece el escenario en todas sus dimensiones.
4. Y, por último. La “superación”. Esta engloba la situación que vivimos actualmente.
La constante búsqueda de paradigmas que nos legitimen como lo que queremos ser
aceptados por los demás. Y es así como aparece el empoderamiento sexual
femenino. Vaya monólogo a elección. Parece olvidar mirar un poco más allá, a la
industria, el capital que saca provecho hasta de nuestra respiración, ¿qué nos
hace creer entonces que este no es un nuevo asunto para comercializar con
nuestros cuerpos?
Los cuatro monólogos presentan, ya que
parten de situaciones cotidianas, temas profundamente humanos. Pero no han sido
direccionados de tal modo, es una pena. Pareciera que cuando se utiliza la
palabra cómico o comedia, se nos olvida que esta es parte de la vida misma y
que, detrás de cada vida que se presenta o representa en escena, no solo existe
la risa, es parte de, pero no el fin único.
Conny
Betzabé
31 de enero de 2023
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