¿El amor todo lo puede?
En una relación de pareja, ¿el amor todo lo puede?, ¿hasta dónde se puede llegar por mantener una aparente estabilidad?
Dividiré esta
crítica en dos aspectos: el primero, dedicado a lo que significó la obra para mí
y lo que me produjo; y el segundo, dedicado a la puesta en escena y el grupo.
En cuanto al
primero, debo confesar que la obra hizo un muy buen viaje, llevándome a puntos
de reflexión sobre las relaciones de pareja, con giros que de alguna manera te
los esperas, pero al mismo tiempo te sorprendes de cómo suceden, por cómo está
contada. Relatar la historia de una pareja puede ser algo muy común por todos
los temas que vivenciamos a diario o que personas en confianza nos cuentan;
luego, al verlo escenificado, uno podría pensar exactamente qué es aquello que
no hemos visto o sabido ya en relaciones de pareja. Pero esta puesta en escena,
tan inteligentemente planteada, nos lleva a reconocernos con ambos personajes,
cuando nos volvemos irracionales y simplemente ya no escuchamos al otro por
estar tan imbuidos en nuestra razón, en asumir que todo siempre va bien y que
una vez que se está en una relación de pareja, ya no hay que hacer nada más,
cuando lo que más se necesita es ser honesto con uno mismo, para ser honesto
con el otro y así no dejar de construir. Acaso la pareja no es aquello, algo
precisamente en construcción constante, pero damos las cosas por sentado.
El trabajo, la
rutina, el dejar que se acumulen esas emociones no expresadas llevan a una
especie de relación en donde ambas partes dan por hecho la dinámica y ya no
construyen más y dejan de hablar de sus propias necesidades. Estas ausencias de
ambas partes dan paso a la culpabilización, a la victimización, por
consiguiente a la parálisis total, donde todo en la relación se vuelve
artificial y te acomodas a lo que hay así no te guste. Luego, todo explota, no
se aguanta más y llega a un punto de no retorno, donde eres brutalmente honesto
contigo mismo o hieres al que alguna vez elegiste amar y proteger de la manera
más descarnada, producto claro de que no sabes gestionar tu propio dolor.
Todo esto y más
te muestra está muy buena pieza teatral escrita y dirigida por el Edwin “Chino”
Lam, y actuada a mi parecer de la manera más solvente y entregada por Alexandra
Garcés y Manuel Guerrero.
Como segundo punto, a destacar muchísimo la puesta en escena, en un espacio reducido que ofrece el Teatro Barranco. Es de elogiar cómo el director tiene clarísima la idea de cómo se va a ver la sala, la entrada, la habitación, haciendo que tu imaginación vuele y veas una casa con cada espacio vivo. Junto a eso, el diseño de las luces ayuda muchísimo a los tiempos y espacios, así te conectas de manera adecuada y ordenada en medio del caos emocional que se va incrementando propio de lo que pasa.
Finalmente,
aplaudir el trabajo del “El Patio”, que es el grupo de teatro que lleva
adelante esta obra, y en especial a su director (que también es el escritor),
aunque finalmente, en el teatro todo siempre es un trabajo en conjunto.
Lo complejo de
las relaciones de pareja, escenificado en algo en apariencia muy simple: ese es
el mayor logro de esta puesta en escena.
Manuel Trujillo
13 de octubre de
2022
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