Comedia con imprevisible final
No cabe duda que el oficio constituye uno de los aspectos
fundamentales en la evolución de un artista. No resulta desatinado afirmar que Gianfranco
Mejía, director del colectivo Mever Producciones, sea prueba de ello; además,
viene desarrollando una intensa actividad teatral por años y ya tiene un generoso
público cautivo. Le duela a quien le duela. O
a quien le quiera doler. Cada una de sus temporadas, con todas las
dificultades y carencias que acarrea el escribir, dirigir, producir y actuar a
la vez, no nos deja retirarnos sin una sonrisa cómplice o por lo menos, con algo
en qué pensar. La cena no es la
excepción. Se trata de un reestreno de hace seis años y si bien no deja de caer
en los mismos lugares comunes de siempre, Mejía depara a su público más de una
sorpresa.
El planteamiento inicial es de lo más convencional y visto
mil veces: Alonso, el muchacho pobre (Mejía), se enamora de Jimena, la jovencita
rica (Luna Scarlet); los estrictos padres de esta (Mirella Mau y Joel Huayanay)
desean conocerlo y para ello se organiza la cena del título, que
predeciblemente se convertirá en un interrogatorio. Los personajes son todos
estereotipados, incluyendo a la empleada metiche (Fabiola Benavente), los
amigos de “pichanga” (Alexis Arteaga y Jaime Philips) y la amiga pituca (Gabriela
Pérez-León); sin embargo, todos ellos se las ingenian para caer simpáticos y también
concretar un par de jocosas secuencias. Es la segunda parte la que seguramente
dividirá al público, pues cuando se revele el sorpresivo “trabajo” que mantiene
ocupado a Alonso y se establece cuál será la condición para que los padres
acepten la relación entre él y su hija de 17 años (!), la puesta en escena
cambiará radicalmente de registro. Simplemente no se puede revelar este giro
dramático, ¡hay que verlo para creerlo!
Mención especial para la actuación de Mejía. Imposible no
reconocer lo valioso de su esfuerzo y perseverancia de años, y que poco a poco
va evidenciando sus resultados en el escenario como actor. Su personaje, que
tiene finalmente mucho en común con el intérprete mismo, le permite a Mejía
mostrar un registro histriónico bastante aceptable, que bien podría explotar con
historias y dirección más exigentes en el futuro. La cena, actualmente en temporada en el Teatro Auditorio Miraflores,
se convierte, con todas sus limitaciones, en una amable comedia con final
sorpresa que prueba que el oficio, la práctica, el “hacer” debe ser una
constante en la evolución de cualquier artista.
Sergio Velarde
22 de agosto de 2022
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