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viernes, 25 de diciembre de 2020

Crítica: PALABRA DE HOMBRE


Boys don’t cry

“I tried to laugh about it

Cover it all up with lies

I tried to laugh about it

Hiding the tears in my eyes

'Cause boys don't cry

Boys don't cry.”

Boys don’t cry, The Cure


En el marco de su proyecto “El arte nos sostiene”, la agrupación Taripay Pacha llevó en octubre al escenario virtual Palabra de hombre, obra teatral escrita por Carlos Arata durante el período de cuarentena y que contó con el aporte conjunto de artistas nacionales e internacionales. La dirección estuvo a cargo de Diego López y las actuaciones a cargo del salvadoreño Sergio Cortez, el colombiano Daniel Díaza y los peruanos Sergio Arias y el mismo Arata.

A través de tres historias interpretadas en monólogos, Palabra de hombre traspasa las murallas emocionales del hombre -del varón- arquetípico para mostrarnos sin reservas el corazón del hombre real, ese que se permite exhibir la vastedad (y la fragilidad) de su mundo interno. Y qué mejor escenario para exhibir el corazón del hombre -aquí sí podemos englobar a toda la especie- que el del amor. O más bien, el de los amores, ya que cada historia de esta obra nos habla de uno distinto: el romántico, el fraternal y el filial.

La dramaturgia de Arata es bastante accesible. Cada historia es lo suficientemente clara como para permitir al espectador identificarse, en mayor o menor medida, con la situación que cada una plantea. Es interesante la inclusión de un bardo o juglar a manera de bisagra entre historias, así como al inicio y al final de la obra. La ejecución del mismo dramaturgo en ese rol fue pertinente y bien llevada durante el desarrollo de la obra. Su propuesta fue expansiva y recitada, lo cual es perfectamente entendible y acertado para un juglar. En cuanto al resto de actuaciones, los estilos de interpretación, distintos entre sí, no favorecen del todo al sentido de unidad que debería tener este montaje. Por el contrario, son un elemento distractor. El caso más evidente es el de Cortez: el vídeo de presentación de Vicente, su personaje, en la página de Facebook de Taripay Pacha, nos muestra un hombre meditando sobre una pelota de pilates, lo cual transmite una idea de reflexión sosegada. Sin embargo, su interpretación muestra tal nivel de exageración que, al rayar en la estridencia, nos distrae de la historia de amistad que este personaje está tratando de contarnos. El colmo es el uso de la pelota de pilates como un juguete en escena. El trabajo de Arias, aunque también con visos de exageración, en general es correcto en su ejecución. La historia de Sergh, el YouTuber que interpreta, llega al espectador de forma más prolija. Sin embargo, no vemos a Arias tan cómodo en su personaje. Hay una ligera tendencia a impostar el entusiasmo del YouTuber que no termina de convencernos. La interpretación más lograda y creíble fue la de Díaza, pues su personaje Camilo, un padre primerizo, está dotado de tal verdad y honestidad que resulta gratamente conmovedor. Dentro de lo complejo que debe haberle resultado a López dirigir este montaje, quizás sea la historia de Camilo la que refleja de mejor manera lo que quiso entregarnos en su propuesta.

Palabra de hombre es un interesante proyecto artístico de colaboración internacional que da relevancia a una realidad que quizás nos parezca evidente en algunos círculos (sobre todo artísticos), pero que es asumida como un signo de debilidad en otros más generales a nivel social. El sambenito de “los hombres aguantan, los hombres no lloran” no solo transmite una idea de falsa valentía - una cosa es tener coraje para sobreponerse al miedo o al dolor, y otra es negar su existencia- sino que merman aún más la ya precaria salud mental de algunas sociedades latinoamericanas. Por ello, la importancia de su mensaje merece un mayor nivel de verdad en su transmisión. Esto es vital para asegurar que el público de a pie, a quien esta obra está dirigida, logre identificarse a plenitud.

David Huamán

25 de diciembre de 2020

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