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viernes, 21 de agosto de 2020

Crítica: SALTO EN SEPIA

La virtualidad y el teatro del absurdo

A 31 años del fallecimiento de Samuel Beckett, un grupo de directores y actores forman parte de “Lo Lógico de lo Absurdo”, un evento teatral conformado por tres obras (Salto en sepia, Nacimiento y Fragmentos) que se transmitirán en distintas fechas, a través de la plataforma Zoom, como homenaje a este dramaturgo, novelista, crítico y poeta irlandés, quien fue una figura clave del llamado teatro del absurdo y como tal, uno de los escritores más influyentes de su tiempo.

En esta oportunidad hablaremos de Salto en sepia, la misma que fue adaptada y dirigida por Oscar Carrillo. Con un estilo muy particular aborda el teatro del absurdo, lo que hace interesante el desarrollo del texto. Los actores encargados de dar vida a esta adaptación fueron Jorge “Coco” Gutierrez (Morva) y Renato Pantigozo (Bertrand). La puesta en escena nos cuenta la historia de dos investigadores y un misterioso personaje (al que nunca vimos en escena) a punto de arrojarse por la ventana. La decisión que salte o no está siendo evaluada por estas dos personas, quienes están desarrollando un análisis minucioso de testimonios y documentos sobre la vida de este misterioso sujeto a fin de determinar su futuro, si vale la pena que continúe con su existencia o si es mejor que termine con su vida lanzándose desde algún piso hacia un supuesto suicidio.

Tanto Gutierrez como Pantigozo, a medida que va desarrollándose la obra, logran sumergirnos en el mundo de Morva y Bertrand. Lograron una interpretación clara y precisa, demostrando de esa manera que se metieron en la piel de cada uno de estos dos investigadores, además de transmitir entre ellos esa química y complicidad que se necesitaba tener en la historia, para evaluar un caso complicado o que puede parecer complejo en esta propuesta absurda, como suele ser ese tipo de teatro.

Gutierrez representó y combinó con mucha verdad los cambios de ánimo de Morva. Por momentos un tipo obsesionado con su trabajo, desesperado por buscar las pruebas contra este tercer sujeto y por otro, ese lado sensible, lleno de miedos y temores, buscando ese refugio y protección que necesitaba en su compañero, dándole una caracterización de voz muy certera a su personaje. Definitivamente muy buena actuación. Sin embargo, Pantigozo no se quedó atrás, su representación también fue clara y precisa, pues le daba ese lado opuesto a Morva. Bertrand era un tipo más frio, más práctico, que no se complicaba. Consiguieron transmitir de manera fantástica el juego entre ellos, manejando el género del absurdo sin complicación alguna, es decir, la complicidad entre ambos y los gestos se notó a lo largo de la historia, logrando a la perfección el equilibrio en cuanto a los personajes.

Por otro lado, se supo recrear muy bien algunos instantes, dando la sensación de que efectivamente ambos actores compartían el mismo espacio. Por ejemplo, cuando se pasaron un lápiz, o cuando se acercaba Morva a Bertrand, además de escucharse en todo momento, pues al ser un formato virtual, el mayor tiempo se está mirando a la cámara para dar la sensación de que miras a tu compañero, pero realmente no lo estás haciendo, por lo que debemos estar más atentos a lo que dice. En este caso lograron su objetivo sin dificultad y manejaron bien las miradas y los silencios.

En cuanto a la escenografía, una mesa con una ruma de papeles, propia de las personas que están revisando información complicada y para completar, una lámpara con una luz tenue hacía más misteriosa la historia, estos conformaban parte de los ambientes de estos investigadores en Salto en sepia. Fueron los elementos necesarios para dar vida a esta obra de formato corto que duró 30 minutos. Sin embargo, tuvo todos los ingredientes necesarios para cautivar al público que disfrutaba de esta puesta en escena. Resaltando la buena dirección, pues hubo drama, comedia y tragedia en esta propuesta que se enmarca en el denominado teatro del absurdo.

Milagros Guevara

21 de agosto de 2020

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