Reflexiones y sensorialidades desde la
virtualidad (Volumen I)
Dentro de las propuestas escénicas que se
vienen dando durante el aislamiento, un grupo de artistas ha creado “Camerino
Virtual”, con la intensión de no dejar de contar historias a pesar de la crisis
existente. Distintos dramaturgos, actores, actrices y directores se han sumado
al gran riesgo de proponer nuevas experiencias
a través de plataformas virtuales. El espectador tiene la oportunidad de
ver tres funciones distintas por día: dos obras y una lectura dramatizada. Las
primeras obras en liderar esta temporada fueron Demonios en la piel, 3, 2, 1… Estás ahí y la lectura dramatizada de Cenizas quedan.
Demonios en la piel
Este monólogo, interpretado por Silvia
Majo, dirigido por Gabriel Gil y escrito por Eduardo Adrianzén, nos trae un acercamiento sensible al
personaje: ¿por qué es actriz? Esta pregunta dispara el desarrollo de la obra. Hay un juego interesante de muchos aspectos que responden a dicha pregunta. Uno
de los más interesantes fue el paradójico hecho de encarnar la fantasía
(personaje) de alguien más (dramaturgo). Se juega mucho con cómo es que vive y encarga esa conversión actriz –
personaje. El monólogo está lleno de
estímulos hacia el espectador: desde la dirección, se jugó con recursos como la
repetición de frases, matices vocales de distinta intensidad, desplazamientos
en el espacio y manipulación de elementos. Estos recursos fueron certeros, pues
aportaron a la carga sensorial que la obra poseía. El uso de estas herramientas
revistieron el monólogo, de manera que había dos canales de percepción: en
primer lugar, la historia contada desde el texto y, en segundo lugar, la
historia contada desde el lenguaje visual corporal de la actriz. Majo consiguió
apropiarse de aquellos recursos con concentración y precisión, de modo que
captaba la atención del espectador en todo momento. El vestuario que utilizó
principalmente fue una chaqueta, la cual cumplía la función de una máscara:
representaba simbólicamente la transición hacia la encarnación de un personaje;
este recurso fue claro desde el principio. Se utilizó una sola cámara que
acompañaba a la actriz en todo momento, por lo que se movía casi todo el
tiempo. Esto, si bien permitió conectar más de cerca con la performance de la
actriz, también provocaba distracción debido a la inestabilidad de las imágenes
que captaba el dispositivo. Esto se vio acompañado de una falla técnica, en el
que se vio la información de la pantalla del celular por error. Quizá en estos
casos sea bueno utilizar un sostén de cámara un poco más estable ya los celulares son tan sensibles al tacto que
pueden jugar una mala pasada. Es importante hacer hincapié en el manejo de las
cámaras en este tipo de experiencias, pues son las cámaras las que van a
cumplir la función de los ojos del espectador.
3,2,1… Estás ahí
Desde el título de la obra, escrito por
Paris Pesantes, se puede intuir una sensación de juego. Cheli Gonzáles y Manu
Rodríguez encarnan esta historia –dirigida por Ximena Aguilar-. Todo inicia
como un encuentro a través de videollamada, una rutina que parece haber
sucedido con frecuencia entre ambos. Sin embargo, hubo recursos que desde el
inicio denotaron con especificidad el verdadero contexto de la obra: mientras
que a Gonzáles se le ve en su cuarto, en un escenario “real”, a Rodríguez, no.
Este último estaba acompañado de una luz muy potente, a lado del enfoque de su
rostro solamente. Este recurso fue atinado para denotar que efectivamente
pertenecían a dos planos distintos de la realidad: un hermano fallecido, y una
hermana que no logra superar su muerte.
En este caso, el uso de la luz
fuerte dentro del encuadre del hermano, fue un recurso simple y correcto. La
posición de las cámaras permitía al espectador sentirse cómplice de este
encuentro, pues se tenía muy de cerca los rostros de ambos actores. El vínculo
que se formó entre los hermanos durante la experiencia fue conseguido gracias a
una concentración y conexión que ambos actores lograron: el manejo del texto
fue eficiente en ambos. Si bien
este fue un encuentro que pasa a la vida o a la muerte como la conocemos, ambos
personajes dejan hacia el final una lección muy importante, dentro del contexto
que estamos pasando: cada uno, desde su posición, debe continuar la lucha que
nos toque vivir; no va a importar la distancia física, pues lo que nos une a
nuestros seres queridos va más allá de todo problema o contexto.
Lectura dramatizada de Cenizas quedan
Trilce Cavero y Julio Navarro fueron los
actores a cargo de esta obra, dirigida por Silvia La Torre, con la dramaturgia
de Diana Gómez. Esta propuesta consistía tanto de narraciones de cada persona
como “escenas” del presente de la obra. La caracterización en una lectura dramatizada
suele ser un plus, sobre todo si contamos con el hecho de que la cámara puede
enfocar partes específicas de quien realiza la lectura. Cavero destacó dentro
de la representación debido a que logró una construcción de personaje total: la
corporalidad, actitud, caracterización y manejo de objetos que desarrolló
fueron impecables. Los elementos que utilizó la actriz eran los necesarios para
estimular la imaginación del espectador en cuanto al desarrollo de la historia.
En cuanto a Navarro, si bien hubo una construcción de por medio, hubo momentos
en los que se notaba cierta desconcentración de su parte. Esto provocaba que en
pequeños momentos el texto suene desligado de la interpretación del actor.
Este tipo de desconexiones pueden
distraer o confundir al espectador. Ambos actores manejaron correctamente los
saltos entre momentos de narración y de interpretación de los hechos que iban
ocurriendo. Aquel logro le daba dinamismo al desarrollo de la lectura. Es
interesante cómo se juega con la imagen de fuego, relacionado tanto a la idea
de pasiones como a los desastres que pueden provocar. La pareja supo darle
matices a esta imagen, explotándola y estimulando la imaginación del
espectador.
Stefany Olivos
27 de mayo de 2020
Foto: Juan Carlos Oganes
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