“Si tenemos nervios en exceso hay que convertirlos en combustible”
Ganador del premio del público como el mejor trabajo de
dirección en Comedia/Musical Oficio Crítico 2019 por una obra de su autoría, Magia en una Lima de noche, el joven artista Javier Merino menciona que su tío abuelo
fue el cantante y compositor Luis Abanto Morales, pero a quien nunca llegó a
conocer. “Mis tíos y mis abuelos cantan y tocan la guitarra, la quena, zampoña,
pero todo en eventos familiares o para pasar el rato,” refiere sobre su
ascendencia artística. “Yo soy la oveja rara de la familia; en el colegio
participaba en las actuaciones, cantaba, bailaba de todo, y todo lo hacía mal; tuve
un buen profesor de teatro, con el que recuerdo haber hecho una versión de El Rey
Midas, muy graciosa, pero que no hice de rey (ríe), ya ni me acuerdo a quién
interpreté”. Javier permaneció fiel a su taller de teatro hasta que acabó el
colegio a los quince años y a la misma edad entra a la universidad Villareal a
estudiar Ciencia Política para continuar una carrera diplomática. “Siempre me
gustaron las letras, además fui -y estoy siendo- criado por un padre
maravilloso que es un militar retirado muy amoroso y de él adopté el amar al
Perú y ver la formas de sacarlo adelante”.
Primeros maestros
Gracias a la cercanía de su facultad, ubicada en la avenida La
Colmena, Javier optó por entrar a estudiar teatro al MALI y es ahí donde conoce
al reconocido actor y profesor Ramón García. “Éramos un montón de alumnos,
hacíamos dinámicas y todavía conservo varios amigos de allí,” comenta Javier.
“De Ramón aprendí que el actor es conchudo, el sentir los nervios en exceso y convertirlos
en gasolina para el motor; yo podía ser conchudo, porque era un personaje, no
Javier; después ingresé al TEFA y me comenzó a gustar más y más el teatro y me
dije: ¿Qué hago?” Javier averiguó sobre los talleres de actuación de ese
entonces y consideró el de Alberto Isola. “Pero antes de entrar allí, tenía que
primero pasar el de Bruno Odar, con cuatro niveles y ya con el Alberto, el
quinto. Yo tenía 16 en ese entonces”.
Odar es uno de los mayores referentes teatrales para Javier, incluso García lo felicitó y animó a seguir con él su preparación. “Ramón me dijo que le parecía muy bien que siguiera con Bruno, me dijo que era mucho más académico y que era una muy buena elección,” recuerda. “Ingresé a Diez Talentos con Bruno Odar, al mismo tiempo empezaba el segundo año de la universidad, se cruzaban los horarios y me comenzó a gustar más la actuación, era algo serio y tenía tarea, tenía que invertir mi tiempo, porque con Bruno tenías que prepararte y ensayar.” Javier tuvo que tomar una decisión y les comentó a sus padres sobre su elección. “Se armó un cónclave en mi familia,” recuerda. “Me decían -con justa razón- que encima yo entraba a la primera a la universidad, que harta gente quisiera tener tu vacante, pero al final aceptaron mi decisión; mis padres son lo que más amo en el mundo y supieron entender, y como todo padre, este quiere que su hijo asegure su futuro.”
Odar es uno de los mayores referentes teatrales para Javier, incluso García lo felicitó y animó a seguir con él su preparación. “Ramón me dijo que le parecía muy bien que siguiera con Bruno, me dijo que era mucho más académico y que era una muy buena elección,” recuerda. “Ingresé a Diez Talentos con Bruno Odar, al mismo tiempo empezaba el segundo año de la universidad, se cruzaban los horarios y me comenzó a gustar más la actuación, era algo serio y tenía tarea, tenía que invertir mi tiempo, porque con Bruno tenías que prepararte y ensayar.” Javier tuvo que tomar una decisión y les comentó a sus padres sobre su elección. “Se armó un cónclave en mi familia,” recuerda. “Me decían -con justa razón- que encima yo entraba a la primera a la universidad, que harta gente quisiera tener tu vacante, pero al final aceptaron mi decisión; mis padres son lo que más amo en el mundo y supieron entender, y como todo padre, este quiere que su hijo asegure su futuro.”
“Estuve con Bruno, dejé la universidad y no reservé vacante,”
afirma Javier. “Terminé los cuatro niveles y me enfermo en el último,
tres semanas antes de la muestra final, y no pude asistir.” Javier dejó la actuación
y siguió estudiando a la par en un instituto Comunicación Integral, para así
tener un respaldo. “Comencé a chambear en comunicación y periodismo en
diferentes medios, empecé a hacer comerciales, estaba todo afanado, hice un
poco televisión, al final me llamaron para hacer unas cositas, pero no me
gustaron, la tele te absorbe mucho tiempo, y a mí me gusta ser dueño de mi
tiempo.” Finalmente, regresa al taller de Odar para completar su formación. “Como
profesor, como actor y como director, Bruno me encanta,” confiesa. “Es un gran
actor, muy versátil, lo que hace en televisión no es nada comparado con lo que
hace en teatro o cine. Es un ícono nacional.” Para Javier, la ventaja de Odar
como profesor es que le gusta probar bastante, acepta propuestas y no “sobreintelectualiza”
cuál es la acción. “Porque los ensayos resultan siendo diferentes y terminamos
haciendo otra acción distinta a la que se planteó al comienzo; al momento de
interactuar, salen otras cosas; además, él no es tanto de hacer trabajo de mesa,
leemos una vez el texto y ya vamos a ensayar y así salen cosas.” Odar inculca
además valores, sumamente importantes para cualquier profesión, especialmente,
para un actor. “Puedes tener un gran talento, pero si no eres responsable, si
no eres disciplinado, entonces prefiere llamar a un actor que no es tan bueno,
pero sí puntual y disciplinado. Por eso me llama, no soy bueno, pero creo que sí
disciplinado.”
Javier valora mucho el aprendizaje con Odar, con quien
además tiene una bonita amistad con él, su esposa Julia Ruiz, y su familia.
Tras ello, un tiempo después, ingresa al Taller de Formación Actoral de Plan
9 con David Carrillo, director de la primera obra de teatro que vio Javier
cuando tenía 13 o 14 años: Los 39 escalones, que dirigió unos tantos años antes
Alfred Hitchcock en la pantalla grande. “A David, como profesor y maestro, lo
respeto mucho, y por ser un gran director, sabe crear el ambiente que quiere
impregnar,” refiere. “Es actor también, pero se dedica más a la dirección;
Bruno es más un actor que se dedica a la dirección; con Bruno aprendí el tema
dramático, la fuerza del personaje, y con David, cómo lograr el punto preciso
para que la gente se ría en determinadas escenas, me ayudó bastante a
comprender y entender la comedia.” También menciona que Carrillo es muy
calculador, que a veces se sienta como público para analizar las reacciones del
público. “Creemos que la gente se va a reír en un momento y se ríen en otro momento
que no pensamos que lo harían; tengo la suerte haber tenido dos grandes
maestros, como David y Bruno, quienes me formaron en el mundo de las artes
escénicas."
Gestor cultural, actor, escritor y director
Polifacético como pocos teatristas de su generación, Javier
tiene bastante experiencia escribiendo, dirigiendo y actuando en diversos
montajes de interés. “Un buen actor, para comenzar, debe tener disciplina, más
que talento,” asegura. “Yo sí creo en el talento, se nace con un poquito
talento, pero lo puedes reforzar, lo puedes hacer crecer, de cinco a diez
talentos como la parábola; yo no creo que el talento se haga, siempre y cuando se
tenga el talento escondido, uno puede encontrarlo.” Para Javier, un buen actor
debe tener un “60/40” de disciplina y talento. “Y pasión, ser apasionado en lo
que haces, que te guste, que lo disfrutes.” Por otro lado, menciona que un buen
director debe ser frío para tomar decisiones. “Tiene que saber pensar fríamente,
porque los artistas trabajan en un mar de emociones y muchas veces esa emoción
le gana más a la razón y por eso, no vemos de repente un buen producto; hay que
ser frío para manejar todo, porque el director es responsable de todo el
montaje final, es la guía y la conexión de todo, para que pueda salir
adecuadamente.”
Magia en una Lima de noche demostró el enorme talento de
Javier como dramaturgo y no le molestaría que su obra fuera llevada a escena en
un futuro por otro elenco y director. “Pero si van a hacer una modificación, sí
me tendrían que decir qué quieren cambiar; finalmente, si ha habido un acuerdo
y si yo le he dicho al director que tiene licencia para hacer lo que quiera,
bueno, entonces ya está hecho.” Sin embargo, Javier sí estaría al tanto
de no ver alterada su obra en su concepto principal. “Solo si no veo que cumpla
su objetivo artístico,” aclara. Javier tiene múltiples proyectos para este año:
seguirá dándole vida a Frankenstein en la Plazuela de las Artes el 29 de marzo
con entrada libre y producirá junto a Gary Prialé con su productora Café
Society la nueva puesta en el teatro Julieta llamada Los marcianos llegaron
ya de Giuseppe Albatrino, y con un elenco conformado por Connie Chaparro, José
Dammert, Jesús Neyra y Luis José Ocampo. “Además, estoy escribiendo una nueva
obra, pero ni nombre tiene, porque ni tiempo tengo para escribirla,” concluye.
Sergio Velarde
11 de marzo de 2020
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