El ascenso de un dictador desde una
perspectiva clown: una barrera fina entre la realidad y la ficción
“Ubú Rey” es una obra que se estrenó en
1896 y fue escrita por el autor francés Alfred Jarry. En esta ocasión, en el
espacio de la Asociación de Artistas Aficionados (AAA), el director Percy
Velarde junto a su elenco cuentan esta historia sarcástica bajo una mirada
clown. Como tal, la obra de Velarde es una adaptación del texto de Jarry, en la
que toma el nombre “Ubú Rey, por dios y por la plata”. Por lo tanto, es una
historia que está contada de una forma distinta a la original.
Fuera de la estructura clásica o
aristotélica, en la que la historia debe tener inicio, nudo y desenlace; se
puede apreciar que la obra presenta elementos distintos respecto a la versión
original. Por ejemplo, en la versión local, aparte de los personajes
principales padre Ubú y madre Ubú, tienen presencia los personajes como el
presidente Vizcharra, su mujer Mechita y el capitán Puercura Imbecerril, entre
otros. Además, presenta un personaje que coloca a la historia en un tiempo
preciso: el repartidor de Rappi. Con estos datos, el espectador tiene
conocimiento del lugar, tiempo y espacio por el que circula la obra. Sobre
esto, Anne Ubersfeld indica que cada hecho teatral, representación teatral o
montaje es autónomo a pesar de que la obra se haya montado hace más de ciento
veinte años como este caso: ambos están situados en tiempos y lugares
distintos, por lo que el público también es diferente.
Además, según Ubersfeld,
el montaje no debe ser esclavo del texto. En otras palabras, no se debería
seguir un parlamento o guion teatral como si fuera un manual en la que no se
permite cambiar nada. En ese sentido, la obra dirigida por Velarde, al ser
montado con los códigos del clown, se ha permitido jugar y cambiar el texto
original como le plazca.
La gran diferencia entre el teatro
occidental y el clown es que, en el segundo, el comediante no crea e interpreta
a ningún personaje. Por el contrario, el clown trabaja con sus propias
herramientas intrapersonales, además, amplifica lo que siente y expresa su
cuerpo. En ese sentido, los clowns del montaje local se permitieron jugar y en
algunos casos se mostraron vulnerables. Por ejemplo, cuando padre Ubú condena a
alguien por llegar tarde a los ensayos o cuando le dicen a Mechita que ha
subido de peso. Sin embargo, la obra en sí, al presentar varios personajes,
algunos del elenco tuvieron que hacer hasta uno o dos personajes más. En
algunos de los clowns, este cambio no se notó como el de sus otros compañeros
de escena.
Por otro lado, el elenco clown jugaba con
el público rompiendo la cuarta pared. Este juego se observó mejor cuando el
comandante Imbecerril improvisó un texto cuando una espectadora tenía una
botella con agua en sus manos. Sin embargo, cuando el elenco hacía de pueblo,
no logró crear con el espectador esa complicidad, esa voz unísona para acusar a
padre Ubú, que en ese momento ya tenía el papel de dictador.
El clown, tanto como el actor o actriz,
expresa sus emociones desde una verdad que se vive en el aquí y ahora. La obra
de Velarde tuvo muchos gags que funcionaron, porque el espectador lo entendía,
pero algunos de estos solo se quedaron en formas, pues no hubo cierta intención
en lo que trataban de expresar.
Para finalizar, así como “Ubú Rey”, en ese
momento, fue una obra para el pueblo europeo, específicamente francés; “Ubú
Rey, por dios y por la plata”, en este momento, es una obra clownesca para el
pueblo sudamericano, específicamente peruano. Una obra en la que, a pesar de
algunos errores corregibles, se arriesga a contar sarcásticamente lo que sucede
cuando un tirano rechoncho y “maduro” llega al poder.
Elio Rodríguez
8 de febrero de 2020
No me queda claro si la recomiendas o no
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