Una historia llena de misterio
Segunda llamada y se escucha el canto de un
gallo. Con algunos de los actores ya en escena y a pocos minutos de la tercera
llamada, observamos a un extremo del escenario a dos mujeres y a un caballero del
elenco: ellas concentradas están tejiendo y, él, sentado sobre un cajón
musical, dando la impresión que espera el momento indicado para empezar a
tocar.
Mientras, frente a ellos, se encuentra Amparo (protagonista de la obra)
desgranando maíz.
Con las actuaciones de Cecilia Monserrate,
Osiris Vega, Tatiana Espinoza, Miluska Lavalle y Luis Sandoval, se da inició a Sadhaka,
una puesta en escena que retrata a Amparo (Monserrate) como aquel ser que
vaticina el fututo, simbolizando la sabiduría femenina, una mujer criadora de
gallos, conectada con la naturaleza y que pareciera ser un oráculo; que tiene
el conocimiento de las vidas pasadas y que a su vez representa a la mujer afro,
sentada siempre en el mismo lugar de su huerto a donde llegan distintas
personas en busca de ayuda.
Su rostro siempre sereno (Amparo) da cuenta
de que la monótona acción se repite siempre (desgranar maíz) y que no hay mayor
remedio que continuar, pero esta calma se ve interrumpida cuando Nieves (Vega),
una pequeña con tan solo quince años, invade su huerto, huyendo de un crimen
que cometió contra el hombre que abusó de ella, un hombre mucho mayor que la
niña y que sería su esposo, tras un matrimonio arreglado. Esta mujer guía, a
través del tiempo, le dejará la posta a esta pequeña, tras pasar algunas
pruebas un poco excéntricas e insólitas.
Sadhaka es una obra escrita por Luis
Alberto León (autor de La cautiva y Savia) y Enrique León. Al ser textos
demasiado extensos, los actores se sintieran monótonos en la mayoría de sus
diálogos, perdiendo matices en la interpretación, restando el contrapeso que
debería tener cada uno de los personajes. La que sorprendió fue Vega, a quien
se le vio fresca y natural pero de igual manera se la sintió en una sola línea;
sin embargo, cabe resaltar el gran dominio que tiene Monserrate para memorizar
textos tan largos, monólogos que están dentro de la obra y que los dijo con la
seguridad que caracterizaba a su personaje, sin titubear en ningún momento.
En medio de una escenografía que podría
remitir a un distrito chinchano, visualmente se veía bien, estéticamente estaba
en lo correcto, pero al tener un público a ambos lados solo se optó por
dirigirse casi en la mayoría de la obra a un solo lateral, dejando de lado al
otro extremo del público. Los efectos sonoros y a la música fueron
espectaculares, además de ser los respiros dentro de los 90 minutos que duró la
obra, solo que por momentos sonaban demasiado altos, opacando la voz de los
personajes y en ciertos momentos, distraía la atención del público, aquel que
estaba en el lado opuesto de la escena principal, logrando que se pierda la
ilación de lo obra; sin embargo, es mérito resaltar la calidad vocal de Lavalle
para interpretar algunas canciones dentro de esta puesta en escena. Qué tal
potencia de voz.
Casi al final de la obra, todos los
personajes salen con unas cabezas gigantes, ¿pero cuál era la finalidad de
salir así? ¿Tal vez porque transcurrieron muchos años? ¿Era una especie de
ritual? Tuve la oportunidad de conversar con algunas personas del público y
creo que quedaron algunas preguntas sin resolver.
Sadhaka es una historia atractiva, con un
texto lleno de metáforas, por lo que entiendo que muchas partes de la obra no
se comprendieran completamente. Esta obra es una coproducción de Sala de Parto
y el ICPNA. Está bajo la dirección de Ana Cecilia Chung y Luis Alberto León. Va
hasta el 7 de marzo en el Auditorio ICPNA Miraflores los días jueves, viernes y
sábado a las 8.00pm.
Milagros Guevara
20 de febrero de 2020
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