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domingo, 16 de febrero de 2020

Crítica: OSHTA Y EL DUENDE


Oshta y el imaginario andino para niños

Todos los jueves, la Asociación de artistas aficionados (AAA) da lugar a funciones de teatro para niños. Una de las más recientes obras presentadas fue Oshta y el duende, de la autora Carlota Carvalho de Núñez, una adaptación a cargo del grupo Llaqta. Oshta es un niño que vive con su madre en un pueblo de los Andes. Un día, ella lo deja frente al cuidado del rebaño; sin embargo, entre los peligros propios de aquel paraje, aparece un duende y le propone una serie de juegos y trampas para atraparlo.

La historia fue representada de una manera muy lúdica, invitando siempre a la participación del  público dentro de los acontecimientos. La construcción de los personajes estuvo llena de detalles, tanto físicos como dentro del trabajo de los textos. El uso de máscara por parte del personaje del duende (Jhoel Lopez) fue una herramienta muy bien explotada, ya que, al  tratarse de un ser mágico, era necesario diferenciarlo del resto. El trabajo de máscara logra potenciar la especificidad de la expresión corporal. El del elenco fue un buen ensamble, rescatando sobre todo la interacción y el manejo del público. Es una labor acrobática lograr hacer una obra y, a la vez, atender a la participación de los niños durante una representación. No obstante, un factor en contra, sobre todo al inicio de la obra, fue la evidente desconcentración por parte del personaje principal, pues tuvo una serie de traspiés con el texto; sin embargo, este obstáculo fue desapareciendo con el desarrollo del montaje.

La puesta en escena se dio en el patio de la AAA, el cual fue abordado con unas figuras escenográficas triangulares que denotaban el paraje andino. La iluminación cumplió un rol esencial para esta representación, pues los colores seleccionados resaltaban tanto el vestuario de los actores como las diferentes atmósferas acontecidas durante la obra.  El vestuario y la caracterización de los personajes fueron bastante específicos y atractivos, debido a la mezcla de colores, un aspecto muy importante tratándose de teatro para niños: la estimulación sensorial.

Uno de los mayores logros de este montaje fue definitivamente la musicalización, a cargo de David Limo. Es evidente el nivel de detalle trabajado por el artista en intervenir la obra con sonidos y efectos atmosféricos, además de pequeños juegos de notas musicales para denotar momentos graciosos, misteriosos, tristes, entre otros. La obra cobraba solidez gracias a que los efectos musicales se encargaban de engranar sensorialmente los acontecimientos de la historia.

La historia de Oshta es una buena excusa para mostrar al público infantil un aspecto del imaginario andino, además de la importancia de la obediencia por parte de los niños. El trabajo del grupo Llaqta es rescatable por acudir a elementos peruanos para acercarse al público infantil, sin recurrir a un humor vacío o cliché. La composición sensorial que lograron a través de elementos tanto plásticos como musicales logra envolver a grandes y chicos que acompañen las aventuras de Oshta y el duende.

Stefany Olivos
16 de febrero de 2020

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