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lunes, 3 de febrero de 2020

Crítica: HISTORIAS BIZARRAS DE DOS LUNÁTICOS EN 15 MINUTOS y LAS DESVENTURAS DE MARÍA CAMALEÓN


Dos obras completamente distintas en un mismo espacio

Microteatro es un punto de reunión donde se presentan obras que pueden ser muy diferentes entre sí. Ingresas a una sala y sales con una sensación. Luego, ingresas a otra y terminas con una emoción totalmente distinta. El formato permite este movimiento. La idea de contar una historia en quince minutos puede resultar totalmente abrumadora para dramaturgos o actores. Construir un mundo alternativo en segundos y que el público realmente lo crea es una tarea complicada y es entonces cuando encuentras públicos que reaccionan muy diferente a cada una de las obras. En esta crítica hablaremos de dos obras que se presentan en esta temporada de MicroImpro.

Historias bizarras de 2 lunáticos en 15 minutos. Eduardo Pinillos y Verony Centeno se presentan en el escenario. Desde un inicio, el jefe de escena nos hace ingresar al cuarto y plantea una estancia en un manicomio. De pronto, los actores salen con una música de tensión y se introducen como dos locos que nos contarán una historia improvisada a partir de sueños. Hasta aquí, todo bien, todo dentro del código. El juego de luces que realizan en la historia es interesante, el sonido acompaña bien a la obra y todo es manejado desde la Tablet de la directora, Piera del Campo, y el jefe de escena que se encuentran al lado de los espectadores. El sueño que improvisarán es el siguiente: una mujer sueña con que su hermano la asesina. De pronto, los actores desarrollan una historia en la que una chica (Verony) y su hermano (Eduardo) representan un cuadro familiar donde el hermano pasa sus días tomando ron y robándoles el dinero a sus padres; sin embargo, es muy cercano a su hermana y ambos se comprenden y se entienden mutuamente. La historia parece que desarrolla el vínculo entre los hermanos y la culpa que siente ella al abandonar la universidad y ser la decepción de su familia. Todo parecía cursar normal y atrapar al espectador; sin embargo, sucedió algo que es peligroso cada vez que alguien intenta contar una historia. Forzar el drama y hacer pornomiseria. De un momento a otro, sin ningún aviso previo en la trama o la historia, mientras ambos hermanos hablan, el personaje de Eduardo Pinillos se posa detrás de su hermana y comienza a violarla. De un momento a otro, también, descubrimos que ella no se puede ir de la casa debido a que su hermano la tiene secuestrada en una relación de poder, violencia y abuso. Lo último que vemos es a ella llorando debido a que (al parecer) siempre es abusada por su hermano. 

Entiendo totalmente que en esta dinámica intenten presionar y buscar las relaciones entre los personajes, la razón del sueño y el plot twist del drama. Sin embargo, no es para nada necesario forzar una violación para que el espectador comience a sentir algo. Puedo decir, con toda seguridad, debido a que volteé a ver a los demás integrantes de la sala y escuché los comentarios después de la obra, que este acto causó una separación y un cuestionamiento sobre lo que estaban viendo en el escenario. No es necesario mostrar una violación bajo la manga para que el público sienta empatía o, en el peor de los casos, llore. Sobre todo en estos momentos donde lo que necesitamos es que el abuso sexual sea menos visto parte de un show y más como algo que debemos entender dentro de la sociedad como violencia sistematizada. Claramente, después del juego de violación, nadie aplaudió.

Después de esta experiencia, vino Mariana Palau con Las desventuras de María Camaleón. Una obra fresca, graciosa y que tiene mucho dinamismo con el público. María Camaleón (Palau) se posa frente a nosotros y nos cuenta que es una cantautora con mediano (o poco) éxito. Antes de entrar, todos escribimos en trozos de papel qué nos gustaría que nos cuente María Camaleón sobre su vida. Ella toma un papel y comienza a improvisar a partir de lo que indica. Con soltura y mucho ingenio, Mariana hace reír al público y da una imagen muy refrescante acerca de lo que es ser artista en este nuevo mundo de las redes sociales. Cada vez que siente que la historia se va medianamente por las ramas, Mariana vuelve a tomar las riendas y el público simpatiza mucho con su manera elocuente de contar su historia y burlarse siempre de ella misma. Al final de la obra, María Camaleón canta una canción sobre la historia que acaba de improvisar y nos demuestra sus dotes de artista. Dirigida por Sergio Paris, esta es una obra que vale la pena asistir y recomendar.

María Fernanda Gonzales
3 de febrero de 2020

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