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domingo, 17 de noviembre de 2019

Crítica: Y AHORA… ¿QUÉ HACEMOS CON JACINTO?


Asuntos fraternales

Nuestro hermano, comedia del dramaturgo español Alejandro Melero, tuvo su estreno oficial en nuestro país como parte del Circuito Teatral de Proyectos Finales de Artes Escénicas 2014, presentado por alumnos de la Especialidad de Artes Escénicas de la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación de la PUCP. La obra viene presentándose actualmente en el escenario del Teatro Mocha Graña, rebautizada como Y ahora… ¿Qué hacemos con Jacinto? bajo la dirección de Marcos García Tizón, pero con una marcada inclinación hacia el contenido dramático que la historia ofrece: tres hermanos, que ante la repentina muerte de su madre, deben repartirse la fortuna entre ellos. Teresa (Lilian Nieto) es una frustrada esposa y madre de familia, María (Amparo Brambilla) no logra establecerse emocionalmente ni terminar el libro que viene escribiendo y Jacinto (Cristhian Palomino) es un joven con habilidades especiales que pasó los últimos años al lado de su progenitora.

El giro dramático propuesto por dirección se logra en gran medida por el excelente contrapunto entre las actrices. Nieto compone un mundano personaje, con desesperación contenida para lograr su lucrativo objetivo; mientras que Brambilla es convincente en su incertidumbre personal. A destacar también el esforzado trabajo de Palomino, quien no se amilana ante sus enormes compañeras de escena, alcanzando momentos divertidos, pero también muy sentidos. La trama permite además reflexionar sobre los (anti)valores familiares, además de cuestionar la manera de convivir con personas en situación de discapacidad. Como toda familia, las discusiones, malas decisiones y numerosas culpas aparecen intermitentemente, generando conflictos que son resueltos de la particular manera en que estos tres hermanos, tan disímiles entre sí, pueden hacerlo.

Eso sí, la energía y convicción de las actuaciones hacen disculpar la evidente diferencia de edades entre hermanas y hermano. García Tizón logra recrear hábilmente los diferentes ambientes de la casa de la madre difunta, con el efectivo uso de tres biombos rotatorios y unos cuantos muebles. Los frecuentes chispazos de humor sí están presentes en el montaje, aliviando la fuerte carga emocional de estos tres disfuncionales hermanos. Esta puesta cambia el registro original del texto de Melero por uno más emotivo y desgarrador, permite el lucimiento de su trío de actores y además, pone sobre el tapete un tema tan controvertido como la capacidad de decisión que tienen justamente, aquellas personas con discapacidad intelectual. Las fotos promocionales acaso no anticipan el drama que se desarrolla en el escenario. Y ahora… ¿Qué hacemos con Jacinto? es una historia muy humana que bien vale la pena apreciar.

Sergio Velarde
17 de noviembre de 2019

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