Empodera a la mujer lorquiana peruana
El Teatro La Plaza nos presenta esta vez
“Yerma” del gran Federico García Lorca, bajo la dirección de Nishme Súmar.
La temática que plantea Lorca,
adelantándose a su tiempo con esta obra, trata sobre la funesta condición de la
mujer, sobre todo en el área rural de una España dominada por la ultra derecha
y la religión. Las mujeres sin derecho, más que a parir y estar confinada en su
casa para servir al esposo patrón. Pobre de aquella que quiera escapar a esas
cadenas sociales que han hecho incluso que sus mentes acepten todo lo antes
dicho, como si fuera la única verdad, pues la única culpable es ella al no
querer seguir esas imposiciones esclavistas.
La directora reinventa a Lorca, empodera
valientemente a Yerma, ubicándola como en un espacio escénico propio de los
griegos, en semicírculo, con graderías de un color de tierra muerta, seca, así como
insultan a la protagonista. Urpi Gibbons, una vez más, nos muestra a un
personaje sólido, muy bien construido, avasallando no solo a Juan, su esposo,
sino también al actor André Silva, que no ha logrado un buen rol (lo mismo
ocurre con el personaje de Víctor).
Siguiendo la propuesta estética planteada
por la directora, las mujeres que cambian de roles actanciales hacen del coro
griego un cardumen de voces, de miradas, de acciones, de imágenes muy bien
logradas durante todo el montaje; están atentas, reaccionando a lo que pasa
dentro y fuera del escenario. Solamente las entradas son muy angostas para el
libre tránsito de los artistas.
La música en vivo está bien ejecutada desde
el inicio y las canciones no se quedan atrás; sugerimos intervenir plásticamente
los instrumentos musicales para redondear la estética planteada. Trilce Cavero,
como siempre, nos deleita con su voz. La gran actriz Haydée Cáceres compone un
gran personaje, con una buena energía y sus maravillosos matices en el texto son
como el mejor vino de Baco para un paladar terrenal.
La coreografía del rito del macho cabrío
para la fecundación no es muy convincente, no se eriza la piel, porque falta el
olor de feromonas escénicas en sus cuerpos; lo que sí podemos decodificar es el
rito de la liberación de Yerma, usando el vestido rojo; esta mujer en nuestros
tiempos es liberada por las actrices de este montaje, donde ya no existe la
imposición de ser madre para estar completa y no seca, como dice el texto.
“Yerma” es una obra en donde todas las actrices
cumplen muy bien sus roles y desdibujan a los actores en todo sentido.
La directora reinventa la simbología lorquiana, teniendo como coadyuvantes a todas las Yermas que la acompañan en el montaje; de eso se trata el teatro: de reinventar las cosas en el contexto que nos toca vivir.
Al final del montaje, todas se unen, vestidas con trajes contemporáneos, como desafiando a la ultraderecha española de la década del 30 del siglo pasado y a nuestro sistema judicial actual. Ellas, contra el machismo; ellas, aun unidas en nuestros días, siguen siendo relegadas al último lugar, asesinándolas, pero la directora de este montaje usa nuestro contexto actual para reactualizar esta maravillosa obra del gran Federico García Lorca.
La directora reinventa la simbología lorquiana, teniendo como coadyuvantes a todas las Yermas que la acompañan en el montaje; de eso se trata el teatro: de reinventar las cosas en el contexto que nos toca vivir.
Al final del montaje, todas se unen, vestidas con trajes contemporáneos, como desafiando a la ultraderecha española de la década del 30 del siglo pasado y a nuestro sistema judicial actual. Ellas, contra el machismo; ellas, aun unidas en nuestros días, siguen siendo relegadas al último lugar, asesinándolas, pero la directora de este montaje usa nuestro contexto actual para reactualizar esta maravillosa obra del gran Federico García Lorca.
Dra. Fer Flores
24 de abril de 2019
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