El pasado nos persigue hasta curar sus
huellas con el presente
Función 9/4/2019
La trama de esta obra está muy bien
planteada dramatúrgicamente: los diversos conflictos de cada personaje
confluyen para resolver el conflicto central sobre la madre de Abraham y sobre
el trauma de no haber salvado de ahogarse a un vecino, siendo este campeón de
natación.
En este montaje dirigido por Javier Valdés,
vemos cómo dos generaciones se complementan actoralmente en escena. Es maravilloso
ver a Mario Velásquez accionando, con un impecable trabajo, donde hace hablar
al silencio y donde el público decodifica su gestus y a Rodrigo Palomino, quien
cumple bien su rol asignado por el director, pues se compromete con su
personaje y solo debe mejorar el volumen de su voz. No está clara la propuesta
de Abraham saliendo a cada llamada para el inicio de la obra.
Cada personaje trabaja bien los sentidos,
tiene claro sus objetivos en cada escena y compone la energía adecuada para
crear la atmósfera vital de este montaje.
Los tránsitos por el espacio hechos por los
actantes de manera reiterativa para denotar que se está cambiando de lugar y
situación no contribuye a situarnos en la escena siguiente, se debería
encontrar otras formas de situación para cimentar más el montaje, lo mismo con
las proyecciones.
Además, mejorar la dicción de algunos
integrantes jóvenes del elenco para que el montaje fluya aún mucho mejor. El
cliché de caminar/correr del personaje Lila no favorece lo que la actriz
buenamente logra en escena.
El Teatro de Lucía es un espacio tan íntimo
y maravilloso, donde este montaje logra encajar perfectamente. Vale la pena
apreciarlo.
Dra. Fer Flores
11 de abril de 2019
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