Una mirada hacia adentro
El
Perú es un país multilingüe; según cifras oficiales se tiene aproximadamente
47 lenguas originarias y todos ellas son importantes, no solo por ser un
vehículo de comunicación, sino también por ser parte importante para la transmisión de culturas; entender una lengua
no es solo entender una traducción literal como la que hace el traductor de
google, es vital entender una cosmovisión que va más allá del signo y el
significante y nos envuelve más con la tierra.
Kispi kay es una obra de teatro escrita y
dirigida por el joven director y dramaturgo Marcelo Farfán, quien a pesar de
aún no haber terminado sus estudios universitarios en la carrera de Artes Escénicas, ya nos provoca con esta puesta en escena que
pone en la palestra, un tema tan importante para nuestra identidad, como es el de
las lenguas originarias muchas veces mal vistas por todos nosotros, gracias a aquel inconsciente colectivo que las plantea como símbolo de atraso e
ignorancia.
Ver una propuesta joven como esta es
refrescante, pues el riesgo está
presente en cada momento, la intensidad
y desborde de su jóvenes y talentosos actores, que se forman en el oficio, Oriana Flores y Leo Infantas, quienes interpretan esta obra
en español y quechua. Una que nos llena de emoción, aunque la precisión y la técnica no
sea su mayor moneda de cambio, esto se ve compensando por sudor, pasión y ganas
que ya quisieran tener muchos de
nuestros compañeros mayores en el oficio.
La multimedia es un recurso importante para
esta obra, pues crea un eje de acción reacción con el espectador, a quien le
plantea preguntas y respuestas sobre la problemática que genera el descuido de
nuestras lenguas originarias; siendo también
una zona de riesgo, pues se plantean mensajes muy directos que tienen gusto de
moraleja aleccionadora, además de cortar el fluido de las acciones de los
actores presentes en escena, ya que el diálogo con este recurso tecnológico corta
el tejido de la obra.
Esta puesta logró presentarse en el mes de
febrero del 2019 en Cusco, los días 19 en
la Alianza Francesa, el 20 en la sala Killa del Teatro Municipal del Cusco, el 23
en Casa Darte y el 25 en La Escencia.
El Tayta Jose Maria Arguedas nos dice: “Yo
no soy un aculturado; soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz
habla en cristiano y en indio, en español y en quechua.” Por eso, una obra como
Kispi Kay es digna de nuestro aplauso, por el nivel de entrega, por ser un gran esfuerzo de estos jóvenes
talentosos artistas cusqueños, por el nivel profesional que logran en la
producción de esta obra y porque es un trabajo ético cargado de mensaje, que nos sugiere tomar
conciencia y provocar un cambio.
Miguel Gutti Brugman
Cusco, 1º de marzo 2019
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