“El teatro es un
espacio de transformación que le permite al ser humano volver a su esencia”
Sin duda, Emanuel Soriano es uno de los actores más
destacados en el medio. No es casualidad que su trabajo sea requerido para
diversos roles en el teatro, así como para conocidas producciones de televisión
y cine. Poseedor de una voz muy particular y una marcada tranquilidad, el actor
recuerda cómo descubrió su vocación artística. “Todo empezó en el colegio, me gustaba mucho actuar pero era muy
tímido, me solté por el baile y ya luego cuando tuve la oportunidad de hacer Jesucristo Superstar en el colegio, el
mismo profesor me dijo: ‘Oye, eres bueno, por qué no te metes a estudiar en una
academia’; entonces averigüe y encontré el taller de Bruno Odar, en el Centro
Cultural de la Católica cuando yo tenía 15 años, el taller era para 16 pero me
dejaron entrar, luego Bruno me llamó para su escuela y ahí empezó un poco la
aventura”.
Primeras obras y trabajos
reconocidos
La incertidumbre propia de la profesión (actoral) hizo que
Emanuel estudiará Ciencias de la Comunicación. “Ahora ya tienes un poco más de apertura en pedagogía y más cosas que
abarcan las artes escénicas, pero en ese tiempo todavía no tanto, entonces, en
paralelo a mi carrera estudiaba actuación, estudié con Alberto Isola; luego
Bruno (Odar) me llamó para una obra que se llamaba La abogada de los necios (2008), con Haydeé Cáceres, Carlos Cano, Fernando
Pasco, Kike Casterot y ahí éramos como unos tres alumnos nuevos de Bruno, eso
fue en el 2007; luego hicimos A pie, descalzos
vamos (2009)”.
Posteriormente
participó en un taller-montaje que se llamó Las tremendas aventuras de la Capitana Gazpacho (2010), con la
dirección de Isola; y convocado por Franklin Dávalos, en El último árbol (2010), en el Teatro Racional. “Después me llamó Eduardo Adrianzén también para un obra en el
Racional, luego Claudia Sacha para otra en el mismo lugar; fue así que el 2010
hice puro teatro en el Racional y eso me ayudó un montón a entrenarme y además
con muy buenos actores; en El último
árbol estaba con Giselle Collao y Enrique Victoria; en Siete Camellos, estaba con André Silva, Mario Ballón, Irene
Eyzaguirre y Sonia Seminario y luego en Lecciones
de fe, estaba con Haydeé Cáceres y Elvira de la Puente. Tuve la oportunidad
de aprender mucho y crecer bastante. Ahí empezó todo a dispararse para arriba, porque
me llamaron para el Teatro Británico para castear para la obra Crónica de una muerte anunciada (2011),
y el camino siguió su rumbo; aparecieron películas, series y empecé a
diferenciar los códigos de televisión, de cine y de teatro, dependiendo de qué
tipo de teatro”, afirma.
El actor de treinta años lleva la mitad de su vida dedicada
a la actuación. A lo largo de ese camino, sus maestros han jugado un importante
papel en su formación. “Creo que todos han
tenido algo que me ha ido ayudando a crecer, pero, sobre todo Bruno (Odar) y
Alberto (Isola) son como los pilares de donde me basé para empezar, después ya
han venido otros maestros a complementar todo eso y a decirme quizás lo que yo
ya sabía con otras palabras que llegaron mejor como Javier Daulte, el taller de
las Hermanas La Mancha, Laura Silva, Wendy Ramos, Paloma Reyes de Sá, Christian
Ysla; ellos en nivel de clown e improvisación, creo que complementaron muy bien
detalles o cosas que a veces a uno como actor le faltan como compartir la
mirada con el público, no quedarte solamente en tu burbuja, saber cómo abordar
o manejar tus emociones, cómo ser un canal y no ser el actor que está haciendo
el personaje, sino desentenderte de todo eso y ser un canal y una pieza de esa
gran obra de arte ¿no? que es una pieza teatral. Está también Gisela Cárdenas
con quien aprendí mucho en la obra La
Cocina (2012) y en un taller que llevé de manejo de texto clásico y ahora
con Tebas Land (2018)”.
Para Emanuel, cada proyecto ha sido importante; sin embargo,
algunos personajes han marcado un antes y después en su ascendente carrera. “Todos los proyectos en los que he trabajado
son muy especiales, cada uno ha abordado a seres humanos distintos, en El curioso incidente del perro a medianoche
(2017), abordar el espectro del autismo, realmente hubo un cambio en mí al
llegar a esta obra, hubo un cambio en la manera cómo ver la vida y la manera de
ver la actuación y eso me permitió de alguna manera como entrar “limpio” a
hacer de Cristóbal. Lo de Tebas Land
también fue importante, porque para mí ha sido un trío de personajes
relacionados a un mundo abandonado, a un mundo triste, que se manifiesta
reaccionando con violencia y me ha tocado interpretarlo en cine (Django: Sangre de mi sangre), en la
televisión (Mi Esperanza) y en el
teatro; estos personajes no han sido queridos, han sido abandonados y se
manifiestan a través del hurto, del robo, la violencia, a través del daño a sí
mismos, y con Tebas Land consolidé
eso, al acercarme a los penales, tuve la oportunidad con Marianela Vega (quien
hace un taller de Cinematografía en el Centro de Rehabilitación de Maranguita)
de acercarme y observar mucho (a los internos): uno como actor tiene que
observar y noté que las dinámicas no les interesaban, pero cuando sabían que yo
había interpretado esos tipos de personajes sí les interesaba saber, entonces
su mirada cambiaba, al contarte sus cosas te das cuenta que necesitan ser
escuchados”.
Además, para Django, Emanuel ya tenía el background de haber
ido a los barrios del Callao. “Es
distinto encontrar a los chicos cuando están libres, abiertos a poder hacer lo
que les da la gana, por las circunstancias que tienen su vida, a comparación de
los chicos que ya están dentro de un penal y las circunstancias que tienen y la
opción que tienen de mejorar o seguir en lo mismo, pueden seguir en lo mismo,
pero en esa posición siguen en una búsqueda. Así que han sido para mí (los
personajes) cada uno realmente importante porque son personas distintas, emociones
distintas, pero finalmente, se trata de la esencia del ser humano, humanizar al
personaje”, comenta.
Personajes y
preparación
Con mucho mérito, Emanuel fue reconocido con la mención del
jurado de Oficio Crítico 2018, por
su participación en la obra Tebas Land,
de Sergio Blanco y bajo la dirección de Gisela Cárdenas.
A propósito de sus personajes, le pregunto si se considera
“chancón” (estudioso), a lo que él responde con honestidad. “No sé si sea ‘chancón’ pero a veces me
asusto, porque se entiende que directores o personas que quieren contar contigo
para una producción o un personaje, ven cosas que tenga el personaje que tienes
también tienes tú, por ejemplo, Cristóbal (El
curioso incidente del perro a medianoche) es muy vehemente con algunos
temas y yo lo soy, me encanta investigar, me encanta explorar, escucho un tema
que me interesa y me pongo a leer un poco de eso, no es que vaya a fondo, pero
al menos lo leo. Me gusta mucho la historia y el ser humano en sí, o sea como
es que llegamos a ser lo que somos hoy, y sigo pensando e ideando formas de
saber cómo podemos ser mejores, pero a veces como soy tan perfeccionista no es
que me lance a hacer algo, sino que necesito estudiarlo hasta decir: ‘Ya esto
va a funcionar’ y hacerlo. Muchos se arriesgan y admiro ese riesgo que siento
que yo muchas veces lo necesito, pero yo sí soy muy racional en el trabajo.
Aunque, con los talleres que llevé para El
curioso incidente del perro a medianoche aprendí a arriesgar más, a tirarme
a la piscina, porque es necesario también aprender en el camino y no creer que
ya tienes todo. Para el teatro musical, me he visto en la necesidad de cada vez
perfeccionar el canto, de reconocer mi voz, yo hago muchas locuciones pero
tenía que encontrar el otro lado y en eso sí soy bien “chancón”, si me toca
preparar mi cuerpo empiezo a prepararme, si no te lo juro que comería lo que
sea”.
Para el actor, el trabajo de construir un personaje debe ir siempre
más allá de lo superficial. “Siempre hay
que ir a fondo, finalmente esto se va a ver reflejado en tu trabajo y como
decía Bertolt Brecht es la chamba del actor ser reflejo de sí mismo, porque los
que te van a ver, sin querer hacerlo o haciéndolo van a evaluar lo que tú has
observado al observarte, entonces eso lo he venido a descubrir después, cuando
yo lo hacía porque me nacía hacerlo. Entonces, sí observo mucho, porque cuando
hay actuaciones que no me gustan, digo: ‘Se ha quedado como en la forma’,
entonces, hay que ver por qué el personaje se comporta así, para qué habla así,
para qué se mueve así, por qué ha llegado ahí, cuál es su historia, cuál es su
tiempo”.
Menciona Emanuel que para el personaje que interpretó en La piedra oscura (2018), el contexto
era el de la Guerra Civil Española. “Me
puse a ver películas para ver cómo era la gente, cómo habla un campesino
español, que es muy distinto a como habla un campesino de acá, tampoco la idea
era hablar como un campesino español pero al menos acercarse, porque los
idiomas y los dialectos marcan mucho; un ruso habla muy duro, un centroamericano
habla más relajado, un argentino habla muy de dueño de sí mismo, entonces creo
que cada lugar te marca algo y si la obra está escrita en ese lugar es por
algo. Por eso es importante ir más allá, observar, investigar; a menos que sea
una libre interpretación del dramaturgo/director, puedes jugar y optas por lo
que quieras, pero yo sí soy más pegado a investigar y analizar”.
En relación a los personajes “buenos” y los “villanos”, el
actor refiere que “lo que pasa es que los
“buenos” no tienen mucho conflicto, les va mal, pero no la llevan como el
“malo”, quien la mayoría de veces tiene el control, pero también es muy
interesante ver cómo pierde el control el malo y ahí se crea un conflicto.
Sobre todo, en televisión se justifica más está diferencia entre el “bueno” y
el “malo”, a mí me gustan los “malos”, porque tienen mucho más que mostrar y
humanizar, en realidad me gustan los personajes que sean humanos, que puedan
mostrar sus dos partes, que puedas ver que una persona puede ser muy buena,
pero que se pasa la luz roja o que tira la basura en la calle; o un malo que
puede ser terrible pero que ama a los animales, encontrar esos opuestos, lo que
es el ser humano”.
Cuando estaba en El
curioso incidente del perro a medianoche, le llegó un libro que le pasó Bruno
Odar, que trataba acerca de un chico actor que tiene Asperger y escribe todo su
proceso, desde muy pequeño hasta la edad que tiene, que eran unos 25 años. “Y su mamá es escritora y el epílogo del
libro es increíble, porque es su mamá escribiendo sobre lo que ha leído y todo
lo que ha pasado él y todo lo que ella pensaba que su hijo no percibía, pero que
percibía totalmente”.
El teatro y los retos
a futuro
La destreza camaleónica del joven actor le ha permitido sumergirse
en variedad de pieles y rostros, pero a futuro desea asumir nuevos retos. “Como actor, siempre estoy abierto a seguir arriesgándome,
me encantaría hacer un unipersonal, algo que me enfrente a la mirada del
público real, que es algo que a mí me cuesta, porque la mirada me modifica
mucho”. Emanuel está dispuesto a enfrentar esa mirada del público y saber
cómo llegar a él, por ejemplo, encontrarse con esas personas de mirada cerrada
y que son impenetrables.
“A mí lo que me
interesa como artista es poder transformar a las personas a través de lo que
pueda hacer, ya sea escribiendo, ya sea actuando o dirigiendo. Se me quedaron
grabadas unas palabras que escribió Ricardo Morán en el programa de mano de Doce hombres en pugna, y que lo decía Peter
Brook: ‘Hacer teatro es como tomar un taxi de Nueva York a la India’, es muy
difícil, es casi imposible, pero sí se puede hacer, puedes cambiar, puedes
hacer algo. Y bueno, la idea es también expandir esto, yo admiro a Bruno (Odar)
porque él trabaja con la Fiteca en Comas, en La Molina, que son lugares donde
es necesario que llegue la cultura y saber también cómo llevarla, porque de
pronto no puedes llevar Hamlet o
algo así, porque han llevado obras populares como Mamma Mía o Avenida Larco
allá y no es que funcione tanto. Yo creo que también hay que estudiar a ese
público y saber qué es lo que le gusta. Yo admiro por ejemplo la fórmula que
utiliza Michelle Alexander a pesar de que muchos la critican, porque pone a un
personaje conocido pero que te sostiene con otros actores y la gente lo ve;
entonces creo que lo mismo debe hacerse de alguna manera en el teatro y
obviamente van a haber puristas que dirán: ‘Cómo lo van a poner a él, que no es
actor’, pero más allá de ver eso, es cómo llegas a la gente, cómo la
transformas a través del teatro y cómo le vendes una cosa, que se la vas a dar
pero debajo de eso pones otras cosas interesantes, que van a hacer que las
personas se cuestionen, que es un poco lo que busca el teatro”.
La enseñanza también está en los planes de Emanuel, aunque
confiesa necesitar más herramientas para estructurar el taller que a él le gustaría
impartir. “Sí me veo enseñando, ya he
tenido la oportunidad de estar en algunos talleres de fin de semana, pero para
hacer un taller yo siento que necesito súper capacitarme, tener una
metodología, tengo algunas ideas y sé que lo voy a hacer en algún momento, pero
todavía no; siento que todavía tengo mucho que aprender para enseñar, igual sé
que se aprende, yo he tenido la experiencia de aprender también con ellos
(alumnos), observándolos. Lo que sí me encantaría hacer es como un laboratorio
y gratuito, porque creo que estamos aprendiendo todos. Lo que yo he hecho en
los talleres (de fin de semana) es transmitir mi experiencia y cómo he pasado
por ahí, y decirles cómo trabajo yo, y claro, definitivamente, tener chicos que
sean apasionados por aprender, porque si quieren ser famosos no funciona”, asegura.
No obstante, Emanuel tiene más expectativas dentro del medio
artístico y creativo. “Escribir y dirigir
es algo que hace tiempo quiero hacer, tengo que encontrar la oportunidad para
sentarme y hacerlo, tengo muchas ideas (para escribir) pero no sé cómo
organizarlas y plasmarlas; hace unos días tuve la oportunidad de hablar con los
chicos que van a entrar a la Universidad Científica del Sur, a estudiar Artes
Escénicas y decía: ‘Qué interesante poder tener una carrera como la que ustedes
van a seguir, porque van a llevar, actuación, dirección, dramaturgia, que es lo
que a mí me encantaría, yo no llevé una formación así, pero no quiero dejar de
seguir aprendiendo, ustedes tienen una rutina por así decirlo, donde les
enseñan a cada hora tal cosa, yo tengo que buscármela, así que está muy bien
estudiar Artes Escénicas en una universidad’”.
Respecto a su preferencia por trabajar en el cine, la
televisión o el teatro afirma: “Siento
que cada una tiene lo suyo, pero nada se compara al teatro, no hay nada igual a
sentir esas emociones en vivo, viendo a un ser humano en el escenario y dando
tu humanidad en ese tiempo irrepetible, y con lo que tengas cada día, esa
repetición de cada día sin que sea lo mismo, eso es incomparable. La televisión
tiene otro ritmo, tiene otra llegada, es necesaria porque hay mucha gente que no
va al teatro, entonces, necesariamente tiene que llegar una historia, ahí está
la responsabilidad de hacer un buen personaje por más rápido que todo sea en la
televisión, sí hay una responsabilidad de construir un buen personaje y que la
gente se identifique con las emociones, quizá no con el personaje, pero sí con
las emociones por las que pasa el personaje. El cine es otra cosa que me
encanta, porque todo es mucho más natural, más del día a día y mucho más
cercano, al menos con lo que aún hacemos aquí”.
Precisamente, volviendo al hecho de escribir y dirigir, el
actor comenta: “Me voy más por el lado
audiovisual, pero no descarto escribir algo y que se transforme y mute por otro
lado; de hecho, las cosas que he empezado a escribir eran más cinematográficas,
pero no lo sé aún. A mí me da más pánico dirigir teatro que dirigir algo
cinematográfico; yo admiro a los directores de teatro porque transforman todo
ese universo y supongo que lo hacen desde el lado del que lo observan. Por
ejemplo, cuando leía la obra que voy a hacer y me sobrepasa, hasta como actor me
da un poco de miedo, pero ya sé que cuando esté ahí voy a confiar y si el papel
ha llegado a mí es por algo, entonces sé que estoy donde tengo que estar”.
A base de constancia y esfuerzo, Emanuel está logrando
consolidar su carrera. Como artista, el teatro le ha dado un espacio singular
para comunicarse. “El teatro es como un
espacio de liberación, un espacio para mí, donde me puedo liberar; pero también
es un espacio de transformación en todo nivel, de transformación de uno mismo, de
transformación de tu compañero, de transformación del espectador que va a ver la
obra, creo que es una constante transformación a todo nivel, como ser humano
todo va cambiando, todo se va creando, es un espacio de creación, donde creo
que el ser humano regresa a su esencia, en donde el ser humano se observa para
aprender y reconocerse”, finaliza.
Este año se aproxima la reposición de El curioso incidente del perro a medianoche, entre otros proyectos
que le hacen mucha ilusión al actor.
Maria Cristina Mory
Cárdenas
4 de febrero de 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario