Terror en la quinta Heeren
La emblemática Quinta Heeren, con más de 200 años de
antigüedad, abre sus puertas para escenificar una leyenda que se remonta a la
época previa al cristianismo: un ser mitad cabra y mitad demonio llamado
Krampus, quien representa un anti San Nicolás que castiga a las personas que
han perdido la fe en todo sentido. La puesta en escena está constituida de modo
tal que el público era un elemento activo en la representación, convirtiéndose
así en ciudadanos del pueblo de Lucibell que recorrían cada espacio de la
antigua quinta.
Krampus, bajo a
producción y dirección de Carol Valverde y Jorge Galindo, es una obra hecha
para que tanto actores y público recorran y participen activamente durante la
puesta en escena. Este recorrido estaba acompañado por criaturas legendarias
que, cuando menos se esperaba, aparecían para movilizar al público asistente. Fue
interesante cómo organizaron los espacios de la quinta, de modo que el
recorrido fue ordenado, incluso las distancias recorridas entre una escena y
otra eran justificadas con la historia. Los actores supieron manejar la
movilización del público por el espacio, algo necesario para una propuesta como
esta. Sin embargo, una de las dificultades era la falta de luz en algunas de
las escenas, pues con la desesperación de las personas asistentes, creaba
inseguridad para movilizarse. Incluso algunos objetos como troncos puestos en
una de las salas podrían haber sido causa de algún tropiezo.
Los actores, si bien tuvieron un buen desempeño en el manejo
del espacio, dejaron percibir algunos desajustes en sus personajes. El trabajo
del texto en el elenco no fue efectivo, pues los actores en algunos momentos recitaban
textos que se oían muy poco verídicos. En cuanto a la caracterización del
espacio, hubo una selección de mobiliario bastante fiel a la época que desearon
evocar: el siglo XIX. Los vestuarios aportaban a la especificidad de los
personajes, incluso podían dar detalle de la idiosincrasia de ellos. Sin
embargo, en el caso del personaje de la Madre, la caracterización fue poco
creíble: el cabello suelto y el vestido ceñido delataban la juventud de la
actriz, de modo que creer que era una mujer mayor fue imposible. El maquillaje
y la caracterización fue un elemento muy bien diseñado en esta representación,
sobre todo en las criaturas relacionadas con Krampus: actores en zancos de pies
y manos, con máscaras y vestuarios precisos; sin duda, lo más logrado.
Uno de los aspectos más interesantes de esta representación
es el hecho de haber intervenido la antigua quinta Heeren para hacer teatro. La
intervención de espacios no convencionales es necesaria para demostrar al
público lo accesible y versátil que puede ser el ver artes escénicas. En este
caso, hemos tenido un espectáculo que induce al público en una fantasía que se
suele pensar más relacionada al cine o a otro tipo de artes. Incluir al público
en la movilización de las escenas de una obra es ya un efecto innovador, además
de permitirles un rol más activo en lugar de un cómodo asiento. Hay que darle
la oportunidad a lugares tan interesantes como una antigua quinta y explotar
sus estructuras y posibilidades para hacer teatro.
Stefany Olivos
14 de febrero de 2019
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