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jueves, 14 de febrero de 2019

Crítica: KRAMPUS


Terror en la quinta Heeren

La emblemática Quinta Heeren, con más de 200 años de antigüedad, abre sus puertas para escenificar una leyenda que se remonta a la época previa al cristianismo: un ser mitad cabra y mitad demonio llamado Krampus, quien representa un anti San Nicolás que castiga a las personas que han perdido la fe en todo sentido. La puesta en escena está constituida de modo tal que el público era un elemento activo en la representación, convirtiéndose así en ciudadanos del pueblo de Lucibell que recorrían cada espacio de la antigua quinta.

Krampus, bajo a producción y dirección de Carol Valverde y Jorge Galindo, es una obra hecha para que tanto actores y público recorran y participen activamente durante la puesta en escena. Este recorrido estaba acompañado por criaturas legendarias que, cuando menos se esperaba, aparecían para movilizar al público asistente. Fue interesante cómo organizaron los espacios de la quinta, de modo que el recorrido fue ordenado, incluso las distancias recorridas entre una escena y otra eran justificadas con la historia. Los actores supieron manejar la movilización del público por el espacio, algo necesario para una propuesta como esta. Sin embargo, una de las dificultades era la falta de luz en algunas de las escenas, pues con la desesperación de las personas asistentes, creaba inseguridad para movilizarse. Incluso algunos objetos como troncos puestos en una de las salas podrían haber sido causa de algún tropiezo.

Los actores, si bien tuvieron un buen desempeño en el manejo del espacio, dejaron percibir algunos desajustes en sus personajes. El trabajo del texto en el elenco no fue efectivo, pues los actores en algunos momentos recitaban textos que se oían muy poco verídicos. En cuanto a la caracterización del espacio, hubo una selección de mobiliario bastante fiel a la época que desearon evocar: el siglo XIX. Los vestuarios aportaban a la especificidad de los personajes, incluso podían dar detalle de la idiosincrasia de ellos. Sin embargo, en el caso del personaje de la Madre, la caracterización fue poco creíble: el cabello suelto y el vestido ceñido delataban la juventud de la actriz, de modo que creer que era una mujer mayor fue imposible. El maquillaje y la caracterización fue un elemento muy bien diseñado en esta representación, sobre todo en las criaturas relacionadas con Krampus: actores en zancos de pies y manos, con máscaras y vestuarios precisos; sin duda, lo más logrado.

Uno de los aspectos más interesantes de esta representación es el hecho de haber intervenido la antigua quinta Heeren para hacer teatro. La intervención de espacios no convencionales es necesaria para demostrar al público lo accesible y versátil que puede ser el ver artes escénicas. En este caso, hemos tenido un espectáculo que induce al público en una fantasía que se suele pensar más relacionada al cine o a otro tipo de artes. Incluir al público en la movilización de las escenas de una obra es ya un efecto innovador, además de permitirles un rol más activo en lugar de un cómodo asiento. Hay que darle la oportunidad a lugares tan interesantes como una antigua quinta y explotar sus estructuras y posibilidades para hacer teatro.

Stefany Olivos
14 de febrero de 2019

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