Tres mujeres en su laberinto
Alan Blasco, joven
dramaturgo originario de Veracruz, autor de obras como Psicomanía, Amor, locura
y cartera vacía, El Casting y En Línea, estrenó en el 2017 su último montaje, Tarde
para arrepentirse, en los teatros del centro histórico de la Ciudad de México. El
actor de teatro y televisión, Martín Martínez, readaptó la obra para el
contexto peruano, sin perder el espíritu de humor negro sobre los temas
controversiales que caracterizan a Blasco. Para esta versión se contó con la
participación de jóvenes actrices profesionales, como Claudia Ruiz, Natali
Zegarra y Ana Lucía Pérez, que interpretaron a un grupo de amigas con
personalidades diferentes en constante conflicto.
El montaje abordó la
complejidad de las diferentes personalidades femeninas que comparten un mismo
espacio (un departamento) y los sucesos que tienen que atravesar para poder
mantener el valor de la amistad a pesar de tantas tensiones. Fueron tres
personalidades: en primer lugar, una joven novia de mirada risueña y carácter
ingenuo (Zegarra), que está ansiosa por su próxima boda; la chica intelectual
del grupo (Ruiz), con tendencia a fumar en exceso, siempre sincera en sus
comentarios, cuestionar todo lo que sucede a su alrededor, incluso sus propios
logros, y que está tratando de publicar un libro; y finalmente, la pragmática
del trío (Pérez), una funcionaria pública sin escrúpulos, superficial y
egocéntrica, que practica el doble sentido y la ironía que les hacen daño a sus
amigas.
El acto dramático giró
en torno a la desilusión de la novia, quien se entera que vive una “feliz”
relación ficticia y lo va desentrañando gracias al choque de personalidades,
que progresivamente va revelando verdades ocultas, que poco a poco irán
abriendo heridas en las historias personales de cada uno de los personajes. La
obra fue un reflejo de cómo detrás de personalidades muy definidas, que el
espectador puede identificar como mujeres empoderadas y feministas, sí existen
complejidades que las hacen vulnerables. A lo largo del montaje, se vio cómo la
amistad va erosionándose con peleas y rencores, pero es finalmente la verdad la
que reúne a las mujeres y la reconciliación solo es posible luego del dolor. Por
otro lado, cabe resaltar el esfuerzo del equipo de vestuario y utilería, por la
gran ambientación del departamento con todos sus elementos, así como el
vestuario de las actrices, que siendo ropa casual reflejaron muy bien el
carácter de sus personajes.
En resumen, Tarde para
arrepentirse fue una obra que llevó a la reflexión sobre la complejidad de la
lealtad en una amistad y el reto que conlleva ser fiel a los amigos en
situaciones de tensión de personalidades. La puesta estuvo en una corta temporada
en el mes de setiembre en el Teatro Auditorio Miraflores.
Enrique Pacheco
4 de noviembre de 2018
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