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viernes, 16 de noviembre de 2018

Crítica: QUÉDENSE CERCA DE MÍ


Mamá Angélica en escena

Quédense cerca de mí fue un unipersonal de Marisol Frasaida Mamami Aviles, primera producción de Fértil Teatro. La puesta en escena representó la búsqueda de los familiares desaparecidos en los años 80s, bajo el liderazgo de la conocida “Mamá Angélica”, activista por los derechos humanos y fundadora de la Asociación Nacional de Familiares Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú (ANFASEP). La obra se basó en historias de mujeres que han sufrido pérdidas de este tipo, utilizando códigos desde la performance hasta el teatro intermedial, dando la impresión de un gran collage escénico que invitaba a un viaje sensorial del espectador a través de lo que la actriz iba contando.

La obra fue realizada en un espacio íntimo, pequeño y sin butacas: la consigna era que los espectadores se sentarían en el suelo y debían moverse  por el espacio según corresponda la convención que la actriz proponía. Para que esto funcione, debió haber determinación y claridad de parte de la actriz al momento de indicar esos cambios; sin embargo, no fue así. El montaje estuvo acompañado de proyecciones de imágenes y videos que, con el movimiento de la gente, no podían ser completamente apreciados: el movimiento del público saboteaba las proyecciones y eso era por un manejo deficiente del espacio. Esto provocaba un distanciamiento con lo que la obra buscaba transmitir: un ambiente íntimo, de reflexión y viaje sensorial.

La interpretación de Marisol Mamani fue contradictoria. Se intentó abarcar una serie de momentos distintos entre ellos, con imágenes y símbolos que por separado eran interesantes. Sin embargo, el engranaje de cada momento fue confuso, de modo que no se percibió una estructura clara en la propuesta de montaje. No hubo cuidado en el trabajo de hilar cada uno de estos momentos que habrían podido funcionar mejor si, desde la interpretación actoral, se hubiese tenido más conciencia de unidad. Existían “códigos” corporales que la actriz utilizaba para iniciar y terminar un momento de la puesta en escena que no fueron constantes y creaban confusión.

El mundo de mamá Angélica estuvo presente, pero sin mucha especificidad. No  se llegó a profundizar en los aspectos que la puesta en escena proponía. Había demasiada generalidad desde la interpretación actoral hasta las situaciones que se representaban. Esto colaboró a que el montaje en sí no tuviese unidad propiamente. La propuesta era interesante; sin embargo, no fue lo suficientemente asumida y concebida escénicamente. Cuando se toman elementos tecnológicos en una puesta en escena, es necesario un cuidado extremo por hacerlo dialogar con los demás elementos dentro de la representación. La música fue un acompañamiento atinado que sensorialmente ayudaba a  general la atmósfera; no obstante, a veces el volumen no dejaba escuchar bien los textos de la actriz.

La puesta en escena, como propuesta, fue un buen aporte temáticamente hablando. No es muy común encontrar a Mamá Angélica como motivación para la creación escénica. Sin embargo, los percances técnicos le quitaron el peso que pudo haber tenido en el público. Esta obra albergó un material que, con más cuidado, puede decir verdades necesarias de ser atendidas acerca de aquel capítulo de la historia que muchos quieren olvidar. Apostemos por seguir indagando aquella cicatriz social que como peruanos nos corresponde a todos curar: el conflicto armado y las consecuencias que hasta hoy van saliendo a la luz.

Stefany Olivos
16 de noviembre de 2018

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